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Un corsé para reafirmar los senos y «la cintura más estrecha en tres condados»: las ‘mentiras’ del vestuario de ‘Lo que el viento se llevó’

Criticada durante décadas por su visión idealizada de la esclavitud, la cinta de 1939 ha sido retirada temporalmente de la plataforma HBO Max.

81 años después de su estreno, Lo que el viento se llevó continua acaparando titulares. La mirada de 2020 le saca los colores, entre otros, por su visión idealizada del que probablemente sea el periodo más tenebroso de la historia de Estados Unidos: la Guerra Civil que se declara precisamente cuando los estados del sur se niegan a abolir la esclavitud. Ahora, en mitad de las protestas por el asesinato de George Floyd, HBO ha decidido retirar la cinta de 1939 de su plataforma HBO Max. Volverán a subirla en unas semanas, incluyendo un aviso sobre el contexto histórico en el que fue rodada y denunciando las representaciones dañinas. La decisión llega un día después de que el director de 12 años de esclavitud, John Ridley, publicara una columna en Los Angeles Times solicitando la medida.
La historia de esas románticas familias del Sur deja de ser tan tierna al comprender que ese mundo que peleaban por mantener se sustentaba sobre la esclavitud de seres humanos. Y entonces el noble Ashley Wilkes ya no lo parece tanto. "Nosotros solo tenemos algodón, esclavos y arrogancia", aseguraba el siempre cínico (y atinado) Rhett Butler.  El filme está rodeado de mitos: desde cómo el productor David O. Selznick tuvo el buen tino de comprar los derechos de la novela de Margaret Mitchell antes de que se publicara, a la dificultad de dar con una Escarlata, el odio en el rodaje entre Vivien Leigh y Clark Gable, las desavenencias con los directores, el presupuesto disparado… Pero Lo que el viento se llevó es sobre todo la historia de Escarlata O’Hara, un personaje femenino tremendamente atípico a mediados del siglo XX: mimada, egoísta y caprichosa, pero también llena de fuerza y determinación. El papel de Vivien Leigh está inspirado fielmente en el best seller y vestido con gran derroche por Walter Plunkett. El diseñador de vestuario de la película creó para protagonistas y figurantes 5.500 piezas distintas, todas desde cero.
El technicolor ayudó a seducir al público de la época (que aún experimentaba las consecuencias de la Gran Depresión) apoyado por la majestuosidad de localizaciones y vestuario. Para preparar este último, Plunkett (en la imagen) viajó al Sur antes del rodaje: durante cuatro meses visitó varias casas y entrevistó a supervivientes. Pero su verdadera guía fueron las profusas descripciones de la novela de Mitchell: “A Selznick no le interesaba la verosimilitud histórica. Hice una búsqueda, porque pensé que era necesario. Pero le preocupaba mucho más ser leal al libro. Si ponía alguna objeción a un diseño solo tenía que señalarle que aparecía descrito así en la novela y con eso le valía”, recordaba el figurinista en una entrevista con Diana Vreeland que recoge el libro Hollywood Costume: Glamour! Glitter! Romance! Así se retrata a Escarlata en las primeras páginas del libro: “Su nuevo vestido verde de muselina con flores extendía sus doce yardas de tejido ondulante sobre el cancán y combinaba con las zapatillas marroquíes de tacón plano que su padre le había traído recientemente de Atlanta. El vestido resaltaba a la perfección la cintura de diecisiete pulgadas, la más pequeña en tres condados, y el corsé bien ajustado mostraba sus senos bien maduros de dieciséis años”. La película más famosa de todos los tiempos (y hasta hoy, la más taquillera) se hizo con ocho premios Oscar, ninguno para Plunkett porque hasta 1948 no se crearía la categoría dedicada al vestuario. El diseñador de Mujercitas, Cantando bajo la lluvia o Las minas del rey Salomón solo obtuvo una estatuilla de la academia por su trabajo en Un americano en París (1951).
Pero como contaba el propio responsable del vestuario, los anacronismos no suponían un problema. Como en cualquier filme histórico, es inevitable crear piezas que resulten atractivas para el espectador contemporáneo. Uno de los casos más evidentes con los trajes de Lo que el viento se llevó se esconde en los corsés que tanto le gustaba llevar ajustados a Escarlata. A mediados del siglo XIX, cuando se ambienta la película, los modelos que se imponían cubrían hasta el pecho (imagen dcha.). Sin embargo, cada vez que vemos a Mammy apretando cintas se aprecia claramente que los corsés en Tara acaban justo debajo del pecho para realzarlo. Así se conseguía una silueta mucho más del gusto de la época. “Los espectadores pensaban que estaban viendo una recreación fiel del pasado. Pero más de medio siglo después podemos apreciar que muchos estilos se inspiraban más en el gusto de los años treinta que en el de 1860”, explica Edward Maeder en Hollywood Costume.
“Los sombreros, diseñados por John Frederics para Escarlata O’Hara no son como los que se llevaban en el periodo de la Guerra Civil. Con cintas de seda y lazos anudados bajo una oreja, presentan una asimetría que solo resultó aceptable a partir de los años treinta del siglo XX”, añade Maeder. Las faldas también exageran el volumen en pantalla y el traje de los hombres enfatiza de más las hombreras. “Los anacronismos se pueden encontrar en prácticamente cualquier película que represente otro periodo. Al presentar una ilusión de un tiempo pasado, estos filmes rara vez replican el look exacto: en su lugar toman elementos del pasado y los combinan con aspectos de la moda contemporánea”, puntualiza el experto en vestuario de época en el cine.
Con solo dos vestidos, en los primeros minutos de metraje, se define a Melania en contraposición a Escarlata: la primera luce trajes de una década atrás, mientras que la segunda solo lleva el último grito en París. Se puede ver claramente comparando los vestidos de ambas con la ilustración superior, teniendo en cuenta que la barbacoa está ambientada en 1861. A la izda., se representan dos vestidos que podían verse en París durante la II República (desde 1848 y hasta 1852), modelos abullonados, con demasiados volantes y rematados con un modesto casquete: exactamente el estilo de Melania durante todo el filme. A la dcha., dos diseños de 1860, bajo el reinado de Napoleón III. Lo último en París por aquel entonces y estilo favorito de O’Hara.
En el único momento en el que Escarlata y Melania lucen un estilo similar es en la primera boda de O’Hara: por las prisas de pasar por el altar antes de que su marido vaya a la guerra, se tiene que contentar con el vestido de novia de su madre adaptado. Una antigualla con demasiado brillo y volantes que podría salir del armario de Melania. Eso sí, el escote de Escarlata nunca hubiera encajado en los códigos de la prima de Ashley. Tampoco lo hacía en el imaginario de los responsables de la Hays Office, los encargados de mantener la moral de todas las cintas que se estrenaran en Estados Unidos. Vaya, los censores, que a mediados del siglo XX no solo encontraban trabajo en España. Con Lo que el viento se llevó tuvieron trabajo: los escotes de Leigh seguramente aprobaron porque el pecho pequeño de la actriz hacía que no fueran tan evidentes. Pero en los años treinta imperaba un código de 1927 que entre otros prohibía que en pantalla apareciera ningún signo de embarazo, ni ligas o ropa interior sugerente. Estas normas, que estuvieron a punto de cargarse ese célebre “Frankly, my dear, I don't give a damn”, sí obligaron a cortar la escena del parto de Melania y matizar las referencias al Ku Klux Klan.
En la última parte, cuando Escarlata se casa con el rico de Butler, su guardarropa recupera todo el esplendor. Avanza el siglo XIX y, siguiendo los dictados de Worth, triunfan los grafismos y las faldas se recogen a la espalda, reduciendo su diámetro pero no su teatralidad.
El vestido de paseo con el que el matrimonio Butler regresa a Tara tras la guerra bien podría estar inspirado en este modelo de 1865 que se conserva en el Costume Institute.
Los motivos tipo cachemira y las pequeñas flores, que causaron tanto furor a inicios del siglo XIX, en los años sesenta se habían convertido en un básico. Extremadamente popular, el estampado era usado para la decoración de interiores o para vestidos de diario. Un motivo similar es quizá por ello el que decora el vestido que Escarlata no se quita durante los peores meses de la posguerra. Rescatado probablemente del fondo del armario, prescinde de todo artificio y ya no requiere de Mammy para atar el corsé, porque hasta el cierre (con botones) queda delante. Por supuesto en este periodo prescinde también de crinolina o corsé.
El vestuario de la película está lleno de significados más o menos evidentes: los detalles de inspiración militar en los vestidos, especialmente de moda tras la guerra, son adoptados por Escarlata cuando toma las riendas del aserradero de su segundo marido (una tarea absolutamente masculina).
Aunque la semiótica más evidente para contar la historia la transmite el color. Plunkett escoge el verde para todas las escenas de seducción que protagoniza Escarlata: del blanco con flores verdes y volantes (romántico y delicadamente infantil) que lleva en la barbacoa en Los doce robles al célebre vestido de terciopelo que se cose con unas cortinas para ir a seducir a Rhett Butler a prisión.
El burdeos, el color de la pasión, se reserva para las escenas más violentas: para la fiesta de cumpleaños de Ashley o para contarle a su hermana que se ha casado con su prometido Frank Kennedy. También es burdeos la bata de terciopelo roja que Escarlata lleva cuando su marido la agrede sexualmente (otra escena controvertida que no pasa el filtro del 2020).
La película, que no llegó a España hasta 1950, es un clásico imborrable que, sin embargo, conviene revisar bajo un nuevo prisma hoy. Uno que sea capaz de entender el momento en el que se rodó, pero también reconocer sus privilegios y contradicciones. Muchas de sus escenas hoy deberían incomodarnos, mientras disfrutamos el resto. Como ese vestido hecho con cortinas. “No creo que fuera mi mejor trabajo, ni si quiera el más grande. Pero esta película, por supuesto, permanecerá para siempre. El vestido verde, que marca un hito en la propia narración, probablemente sea el vestido más famoso de la historia del cine. Así que estoy contento de haberlo hecho”, dijo Plunkett 30 años después.