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Joan Didion: álbum de la cronista de las neurosis de nuestro tiempo

Fallece a los 87 años la gran cronista y escritora californiana en su casa de Manhattan.

"Joan Didion podía hacer que hasta las migrañas fueran algo aspiracional", ha escrito Parul Sehgal en su obituario en The New York Times sobre el legado de estilo de la escritura de Joan Didion. La escritora, ensayista y  una de las cronistas definitivas del último siglo ha fallecido a los 87 años. Didion, que nació en Sacramento el 5 de diciembre de 1934, sufría desde hace varios años Parkinson y esta ha sido la causa de la muerte, ha señalado su editor. "Nadie escribía mejor la prosa inglesa que ella", dijo el crítico John Leonard. "Trate de reorganizar una de sus oraciones, y se habrá dado cuenta de que la oración era inevitable, un holograma". En la imagen, Didion en el Golden Gate Park con un grupo de hippies durante la redacción de Arrastrarse hacia Belén, uno de sus ensayos más emblemáticos, sobre la diáspora de jóvenes hacia San Francisco, en abril de 1967.Getty (Corbis via Getty Images)
Como Dorothy Parker y Françoise Sagan, Didion empezó su carrera escribiendo en revistas femeninas. Empezó en Vogue. Llegó allí en 1955, con 21 años y también como ganadora de un concurso, el Prix de Paris, que pocos años antes se llevó Jacqueline Bouvier (después Kennedy, después Onassis). Allí se forjó su leyenda. "Le hacía entregar 300 o 400 palabras y después se lo dejaba solo en 50. Redactábamos largo y publicábamos corto. De esta manera, Joan aprendió a escribir", contó Allene Talmey, editora de Vogue en los 50 y 60, famosa por su perfeccionismo.  En su ensayo Contar historias, de 1978, habló sobre esa experiencia: "Fue en Vogue donde aprendí a, en cierto modo, sentirme cómoda con las palabras ya no como espejos de mi propia incapacidad, sino como herramientas, juguetes, armas que utilizar de forma estratégica en la página. En un destacado, digamos, de ocho líneas, donde las líneas no pueden superar los veintisiete caracteres, no es solo que cada palabra cuente, sino también cada letra". La crítica hoy se rinde ante escritos como Sobre el amor propio, el ensayo que Joan Didion publicó en Vogue en 1961 y que se recoge en Los que sueñan el sueño dorado (Literatura Random House, 2012). Pero la mayor parte de los textos en primera persona que escribió para la publicación mientras vivió en Nueva York  –basados en sus propias frustraciones, como los celos– no han sido recogida en otras antologías. «Es importante recordar que en aquella época Didion escribía para una revista que no tenía ni el respeto intelectual y literario", cuenta Michelle Dean sobre la escritora en Agudas. Su reseña de Sonrisas y Lágrimas en Vogue fue tan cáustica que provocó su despido. "Lo más embarazoso es que da la impresión de que la historia no afecta a gente como Julie Andrews y Christopher Plummer. Solo silba una canción feliz y olvídate de la anexión nazi de Austria", escribió en su crítica.Ted Streshinsky Photographic Arc (Corbis via Getty Images)
"Escribir es el acto de decir yo, de imponerse a otra gente, de decir 'Escúchame, ve las cosas como yo, cambia de opinión", dejó anotado en Por qué escribo en 1976. Su familia marcaría su propia prosa. Vio morir a su marido, el también escritor John G. Dunne, y a su hija Quintana Roo. «Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba», escribió. El duelo por ambos quedaría retratado en dos libros El año del pensamiento mágico, que empezó el 4 de octubre de 2004 y es uno de los textos seminales sobre el duelo de la literatura contemporánea y el que más acercó a la autora a los lectores españoles. A este le seguiría Noches azules, publicado en 2011. «Me negaba a tirar sus zapatos porque estaba convencida de que, si los conservaba, John volvería a por ellos», escribió en El año del pensamiento mágico tras la muerte repentina de su marido. Fue una de las escritoras que mejor entendió el simbolismo de nuestras prendas. También lo haría en Noches Azules, tras el fallecimiento de su hija Quintana Roo, cuando recordaría con nostalgia los "zapatos de satén claro y las suelas de color rojo intenso" de Louboutin que llevaba su única hija el día de su boda.John Bryson (Getty Images)
"Durante medio siglo, Didion fue la gran diagnosticadora del desorden estadounidense en ensayos de una cadencia fuerte e inconfundible, agitada por las inundaciones y el fuego", escriben sobre ella en el obituario de The New York Times. Más allá de su relato sobre el duelo, fue una cronista excepcional. "Si los medios digitales están hoy llenos de artículos ensayísticos que entran y salen sin mucho protocolo de la primera persona es porque sus autores se han dado un hartón de leer el Álbum blanco y Arrastrarse hacia Belén en sus años formativos –esos libros siempre son más citados y referenciados que otros igualmente rupturistas de Joan Didion como Salvador –", escribió Begoña Gómez Urzaiz sobre la autora. Joan Didion también sabe lo cotizadas que están este tipo de historias. Sobre ese Nuevo Periodismo del que formó parte, una anécdota lo resume todo. Como cuando en Arrastrarse hacia Belén escribió sobre una niña de cinco años puesta hasta arriba de ácido. "¿Cómo te sentiste cuando viste algo así?", le preguntó hace unos años su sobrino, el actor Griffin Dunne, en el documental El centro cederá, disponible en Netflix, esperando posiblemente una respuesta conmocionada y compungida frente al estupor de esa estampa. "No lo negaré, era oro. Cuando estás escribiendo un artículo, das tu vida por un momento así".Janet Fries (Getty Images)
Referente e icono de moda por lo que representaba: una mujer WASP venida de California y en la aristocracia del periodismo, la literatura y hasta del mundo hollywoodense (escribió a cuatro manos con su marido guiones de todo tipo, desde Ha nacido una estrella a Íntimo y personal), Didion nunca tuvo miedo a posar. Protagonizó con su hija Quintana una campaña de Gap y sus normas de equipaje que describió en su colección de ensayos de El álbum blanco (aquí traducidas y agrupadas en Los que sueñan el sueño Dorado en Random House) se han convertido, además, en un clásico del que se declaró seguidora la sacrosanta diseñadora Phoebe Philo: «2 jerseys, 2 faldas, un sujetador, un jersey de cuello redondo, 2 pares de zapatos, calcetines, ropa interior, cigarrillos y bourbon».
Cuando la periodista Alyssa Vinegan anunció que «Mary Kate y Ashley han diseñado para The Row un jersey de cashmere que se llama ‘The Didion’ y cuesta 2.700 dólares», hace un par de años sobre una prenda que llevaba el nombre de la autora, una de las respuestas más elocuentes fue la que apuntaba que la prenda "parece fabulosa para arrastrarse hacia Belén pero cuesta un año de pensamiento mágico pagarla". El debate sobre la fetichización de Didion y la moda lleva ocupando titulares casi una década. Llegó cuando Phoebe Philo la colocó como imagen de una campaña de Céline fotografiada por Juergen Teller en 2015. La diseñadora que destronó al tacón del uniforme femenino para hacernos la vida más fácil con zapatillas blancas y jerséis XXL hizo una jugada maestra que, aunque ahora parezca inocua por la normalización del body positive, fue precursora en la rebelión de los cánones femeninos desde las bases del propio sistema. En una cultura del lujo dominada por el cuerpo de Gisele Bundchen en marquesinas y revistas (la brasileña fue la mejor pagada ese año gracias a sus campañas de Chanel, Carolina Herrera, Emilio Pucci o Balenciaga), Philo, alérgica a la cultura de Instagram y la autoexposición («el verdadero chic es no aparecer en Google»), eligió a una escritora de 81 años de melena plateada para simbolizar quién debía ser el icono entre sus acólitas. El círculo de cultura y moda se cerró de forma perfecta, pero con profecías apocalípticas: el ejército de Philophiles, que asumen e interiorizan cada decisión de la británica como si de las sagradas escrituras se tratara, sí que recurrió a Didion para glamurizarse, pero parte de las groupies literarias lamentaron la inminente invasión de ediciones retro de El álbum blanco en estéticos bodegones de Instagram. No se equivocaban.
Las fotos de Didion en un Corvette blanco, tomadas por Julian Wasser para Time en 1968 inspiraron también la campaña de Céline de ese año. «Amar a Joan Didion es un trampa», escribió Molly Fischer sobre este nuevo paradigma en el que la moda parecía fagocitar para cierto tipo de clienta, poco asentada en los márgenes sociales y más pendiente del lujo. «Ella es la respuesta para cierto tipo de persona, y por supuesto, apela a cierto tipo de mujeres que escriben ensayos de camino a los treinta. No es un secreto que ese cierto tipo soy yo», replicaría Haley Mlotek en un precioso ensayo en la añorada The Awl sobre la enorme influencia de la escritora en un segmento específico de mujeres. «Didion requiere pocas explicaciones a grandes grupos de gente, representa a una clase de consumidoras que tienden a ser jóvenes, de clase media alta y algo torturadas interiormente». Un nicho poblacional llamado a fusionarse con la mística del jersey negro de cuello de alto de las seguidoras de Phoebe Philo, que por entonces lideraba Céline (con acento).
La parodia de todo ese ensimismamiento que cierto tipo de mujeres blancas han tenido con Didion quedaría reflejado en Ingrid Goes West, una película que se erigió como sátira contra la cultura de Instagram. "Háblale de ropa, de comida o de Joan Didion", dice Ingrid (Aubrey Plaza) en un momento de la cinta sobre los temas a tratar con gente aparentemente cool en Los Ángeles, en una crítica que buscaba retratar a una generación de millennials blancas adineradas que se mueven en entornos creativos, que recurren a la escritora para construir su propia imagen de marca. Didion, por cierto, es la autora favorita del director de la cinta, Matt Spicer.
Reivindicando su faceta como escritora de novelas, Hilton Als, ganador del Pulitzer escribió un precioso ensayo hace unos años en The New Yorker en el que destacaba el poder de las mujeres protagonistas de sus textos de ficción tempranos como Según venga el juego o Río revuelto: "Con lo que ninguna heroína de Didion puede reconciliarse por completo es con la división entre lo que quiere y lo que se supone que debe hacer una mujer: casarse, tener hijos y mantener su matrimonio unido, a pesar de la inevitable infidelidad, a pesar de sus otras esperanzas y sueños. Las mujeres de Didion tienen una imagen en mente de cómo debería ser la vida (lo han visto en las revistas de moda) y esperan que la realidad siga su ejemplo. Pero casi nunca lo hace. En la ficción de Didion, las narrativas estándar de la vida de las mujeres son destrozadas, alteradas y reescritas todo el tiempo".  Neville Elder (Corbis via Getty Images)