Imperios modelo (mujeres sin fecha de caducidad)
Las tops de los 90 que siguen dando guerra y siguen siendo las preferidas por el gran público. Claudia Schiffer, Kate Moss, Heidi Klum o Giselle Bundchen son las más deseadas por las firmas. ¿Cuánto dinero mueven con su imagen?
En una industria sedienta de nuevos rostros –que cada temporada se renueva con chicas cada vez más jóvenes, convertidas en la sensación del momento–, hacerse mayor es el demonio al que todas las modelos tienen que enfrentarse tarde o temprano. «Todas vamos a envejecer, a todas nos van a salir arrugas y a todas nos va a cambiar el cuerpo», reconocía Angela Lindvall (33 años) en la revista New York hace apenas unos meses. «Forma parte de la vida, y puede ser difícil en esta industria, sobre todo si te entregas en cuerpo y alma a esta profesión y un día ya nadie te quiere». Po...
En una industria sedienta de nuevos rostros –que cada temporada se renueva con chicas cada vez más jóvenes, convertidas en la sensación del momento–, hacerse mayor es el demonio al que todas las modelos tienen que enfrentarse tarde o temprano. «Todas vamos a envejecer, a todas nos van a salir arrugas y a todas nos va a cambiar el cuerpo», reconocía Angela Lindvall (33 años) en la revista New York hace apenas unos meses. «Forma parte de la vida, y puede ser difícil en esta industria, sobre todo si te entregas en cuerpo y alma a esta profesión y un día ya nadie te quiere». Pocas, muy pocas, consiguen ganar la batalla al paso del tiempo y permanecer en los puestos más altos del ranking de las top models más codiciadas. Son las supermodelos. Las mismas que reinaron a finales de los 80 y las mismas que firmaron las campañas más importantes de los 90. Modelos convertidas en empresarias que han construido auténticos imperios en torno a su imagen.
El mercado mundial del lujo crecerá en 2012. Lo confirma un estudio de la consultora Bain & Co. Los consumidores quieren comprar; pero, sobre todo, quieren volver a soñar con ellas… y con las elegidas que siguieron sus pasos sobre la pasarela y en los negocios. Porque el público sigue prefiriendo a Claudia (41 años), Linda (47), Cindy (46) o Naomi (42), que todavía pisa las pasarelas –en febrero cerró el desfile de Cavalli en Milán–. Son modelos que no necesitan apellido. Iconos inolvidables y rentables como Gisele (31) o Kate (38). Rostros que todo el mundo reconoce, como Eva Herzigova (39 años) o Helena Christensen (42) –de la que Gianni Versace decía que tenía el cuerpo más bonito del mundo– y que hoy, además de diseñar su propia línea de lencería para Triumph, trabaja como fotógrafa. «Posar para Herb Ritts, Bruce Weber, Richard Avedon o Irving Penn fue la mejor escuela de aprendizaje», confesó la modelo al diario The Telegraph hace un año.
Como Helena, el pasado otoño Claudia Schiffer presentó su primera colección de moda: Claudia Schiffer Cashmere. «He rechazado antes muchas propuestas de colaboración porque no quería dar mi nombre a un proyecto en el que no creyera», aseguró la modelo alemana a la revista Stylist en febrero. «Quería hacer algo de lo que me sintiera orgullosa; algo que yo misma llevara». Ella… y muchísimas mujeres más, porque el 70% de la colección se vendió en apenas cuatro días en la tienda online Net-A-Porter. «Claudia es trabajadora y muy seria; básicamente, es una máquina de hacer negocios con mentalidad alemana», cree Karl Lagerfeld. «He heredado de mis padres la manera de pensar, su lógica y su organización», afirma Claudia. «Ambos son personas muy fuertes. Mi padre es un abogado de éxito y mi madre le ayuda mucho en los negocios. De hecho, también me ayuda a mí en las finanzas; diría que incluso más que mi padre. Admiro su ética de trabajo. Son honrados, racionales y directos. Algo que he aprendido de ellos». Sin duda, una lección muy importante, que se cristalizó en 1992 con la firma de un contrato de 10 años en exclusiva con la empresa estadounidense de cosméticos Revlon por más de cinco millones de euros al año.
Al igual que Claudia, Gisele Bündchen, Heidi Klum (39 años) y Kate Moss (o Mo$$ con $ de dólar, como algunos medios británicos apodan a la inglesa) son las más deseadas por las firmas de moda y belleza. Lo demuestran las cifras: cuando Gisele se convirtió en imagen de Pantene, las ventas aumentaron un 40% en Latinoamérica. «Es un icono internacional capaz de vender cualquier producto, desde un champú hasta alta costura», declaró a Forbes Edward Razek, jefe de marketing de Limited Brands, que trabajó con la modelo durante su etapa en Victoria’s Secret. El impacto económico que genera la sitúa en el primer puesto del ranking de las modelos mejor pagadas del mundo. De hecho, desde 2007 tiene su propio índice de valores: un estudio, creado por el economista Fred Fuld, que analiza los beneficios de las empresas que contratan a Gisele como imagen y compara los resultados con el índice de las 30 empresas más potentes de Estados Unidos. Casualidad o no, como ocurre en el caso de Claudia o Heidi Klum, la gestión de los negocios de Gisele está en manos de su familia. De hecho, emplea a cuatro de sus hermanas: una es mánager; otra, abogada; otra, contable; y la última, desarrolladora web.
«Las tarifas de las modelos se han reajustado, pero no para las tops», explica Razek. Junto a Gisele (con 36 millones de euros al año) o Kate (con casi 11 millones de euros), en la lista Forbes de las modelos más cotizadas de 2011 había también debutantes: nuevas máquinas de generar millones, como la voluptuosa Lara Stone (con 3 millones y medio de euros, gracias a contratos con Prada, Versace y Calvin Klein). Sin embargo, colarse un año en esta lista no es sinónimo de éxito eterno. Ni siquiera conseguirlo tres temporadas seguidas. En moda, para alcanzar el elixir de la eterna juventud, no basta con reinar sobre la pasarela ni con imprimir tu rostro en vallas publicitarias. Tienes que reinventarte o, mejor todavía, convertir tu nombre en una marca capaz de generar licencias multimillonarias.
Hay miles de modelos que nunca llegarán lejos. «Además de guapa, tienes que ser dinámica y lista», cree Domenico Dolce. «Si tu cabeza no funciona, no sobrevives en esta industria», añade Stefano Gabbana. Como decía Melanie Griffith en Armas de mujer (1988), longevidad y credibilidad son una quimera solo al alcance de mujeres con «un cuerpo para el pecado y una mente para los negocios». «Sería estúpido pensar que esta profesión no tiene fecha de caducidad», admitía Iman (56 años) en la revista New York a principios de año. Convertida en empresaria, la modelo somalí dirige su propia compañía cosmética, un negocio que mueve 25 millones de dólares al año. «Supe que tenía que crear una marca registrada; y que esa marca era yo». Algo que también tuvo claro desde el principio Cindy. «Yo elegí ser la chica de América. Esa era mi marca», asegura la modelo, que hoy tiene su línea de hogar Cindy Crawford Home. Pero de todas ellas, la pionera fue, sin lugar a dudas, Elle MacPherson, más conocida como El Cuerpo.
Convertida hoy en presentadora del reality show de la televisión inglesa Britain’s Next Top Model –como antes Tyra Banks en Estados Unidos o Heidi Klum en Alemania–, Elle MacPherson (48 años) descubrió el potencial financiero de su nombre mucho antes que Victoria Beckham o Jennifer Lopez –que, según la revista Forbes, encabeza hoy la lista de los 100 famosos más poderosos del mundo–. Hace más de 20 años, en 1990, la top australiana firmó un contrato de licencia con una empresa neozelandesa para lanzar su línea de lencería: Elle MacPherson Intimates. Una idea que han copiado muchas después: de Gisele Bünchen a Helena Christensen.
«Al principio no era rentable y mucha gente opinaba que era un movimiento estúpido, porque no era lo habitual. Por aquel entonces, se suponía que una modelo no tomaba nunca la iniciativa. Se limitaba a presentarse a castings, posar y cobrar al final de la sesión». Incluso mientras sus compañeras firmaban contratos millonarios, Elle se atrevió a abandonar la agencia de modelos Ford (una de las más importantes de la industria) para crear su propia empresa: Elle MacPherson Inc. «Estaba dispuesta a arriesgarme porque quería labrarme un futuro distinto. No quería depender de las tendencias, ni tener que ser la chica de moda para poder conseguir trabajo. Quería montar un negocio que me permitiera ganar dinero tanto si me quedaba en la cama como si me levantaba. Lo que no significa que me quedara tumbada sin hacer nada», explicó recientemente a la revista Stylist.
Las nuevas generaciones parecen haber aprendido la lección. Ahora las modelos empiezan mucho antes a consolidar su imagen de marca. Para ello cuentan con una herramienta muy efectiva: Internet. El primer paso es crear una página oficial (como la que abrió Angela Lindvall el año pasado); y el siguiente, dominar las redes sociales. Un medio en el que Coco Rocha (23 años) se mueve como pez en el agua. «No hay límites», avisa la modelo canadiense.