¿Es tan buena inversión como parece invertir en un bolso de lujo?
En estos tiempos tan convulsos, parece que comprar una pieza de alta costura o un bolso de lujo puede resultar una buena inversión pero, ¿es esto cierto? Dos profesoras de economía nos sacan de dudas.
Aunque quizá no todos sepan su nombre, cualquier aficionado al mundo de la moda conoce perfectamente el bolso 2.55 de Chanel. Su cadena para colgar en el hombro, su solapa y su acolchado en forma de diamante lo hacen icónico entre los icónicos.
Esta pieza, fundamental en el armario de cualquier fan de la moda (con un elevado presupuesto), fue bautizada así porque su creadora, la divina Coco Chanel, lo concibió en febrero de 1955. No obstante, según explica Justine Picardie en su libro Coco Chanel: The Legend and the Life, el modelo derivaba de otro bolso anterior, de mano, que ...
Aunque quizá no todos sepan su nombre, cualquier aficionado al mundo de la moda conoce perfectamente el bolso 2.55 de Chanel. Su cadena para colgar en el hombro, su solapa y su acolchado en forma de diamante lo hacen icónico entre los icónicos.
Esta pieza, fundamental en el armario de cualquier fan de la moda (con un elevado presupuesto), fue bautizada así porque su creadora, la divina Coco Chanel, lo concibió en febrero de 1955. No obstante, según explica Justine Picardie en su libro Coco Chanel: The Legend and the Life, el modelo derivaba de otro bolso anterior, de mano, que la casa parisina había lanzado en 1929 y que estaba inspirado en los que portaban los soldados franceses durante la Primera Guerra Mundial.
El modelo de 1955 nació por una razón fundamentalmente práctica. “Me cansé de llevar los bolsos en la mano y perderlos”, afirmó la diseñadora según recoge Picardie en su biografía. “Así que le añadí una cadena y comencé a llevarlo en el hombro”.
Este origen aparentemente tan prosaico se ha ido enriqueciendo con el tiempo, asociando cada una de las características de la pieza a momentos clave de la vida de Gabrielle Coco Chanel. Estas supuestas referencias han ido contribuyendo decisivamente a desarrollar su leyenda y, de paso, a incrementar su valor de mercado en varios miles de euros.
Según se dice, el color burdeos del forro interior original hacía referencia al uniforme que llevaban las niñas en el orfanato del monasterio de Aubazine en el que vivió la diseñadora entre los 12 y los 18 años.
La cadena dorada característica del bolso sería similar a la que utilizaban las monjas del monasterio para enganchar a su cintura los manojos de llaves. Pero quizá también tenían algo que ver con las bridas y los arneses de los caballos que fascinaban a Chanel durante su juventud.
El amor por la equitación explicaría asimismo el característico acolchado del exterior del bolso o matelasseé. Dado que durante la juventud de Chanel este tipo de acabado era característico, y casi exclusivo, de la ropa de las personas que trabajaban en los establos.
El bolsillo interior con cremallera con el que cuenta el 2.55 habría sido colocado por la diseñadora con el único objetivo de llevar siempre con ella, de forma segura y secreta sus cartas de amor. Finalmente, que el cierre original (más sencillo que el que concibió para el mismo Karl Lagerfeld en los 80 con las dos Cs cruzadas de la marca) recibiera el nombre de “Mademoiselle’ hacía referencia a la soltería militante de Coco.
Razones pues no faltan para que este modelo se convirtiera, casi desde su lanzamiento, en un clásico de la moda y, por supuesto, en uno de los ítems de este tipo más caros del mundo. Un precio que además no hace más que aumentar desde que salió a la venta en los años 50 por 170 euros.
En diciembre de 2021, podía adquirirse un ejemplar del 2.55 clásico (existen innumerables modelos de temporada) al precio de 7.800 euros. Ahora mismo, en la página web de Chanel para España el precio asciende a 8.990 euros. No se puede adquirir online.
Una de las razones para este aumento podría ser lo que señaló en la revista Business of fashion Charles Gorra, CEO de Rebag, una web dedicada a la compra-venta de bolsos de lujo de segunda mano. Según él Chanel estaría subiendo precios para hacer su modelo 2.55 todavía más exclusivo y competir de igual a igual con Hermès y sus modelos Birkin y Kelly como los complementos más deseados del mundo.
Según Neus Soler, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, “aparte de para mantener el margen de beneficio (las marcas de lujo también sufren los efectos inflacionarios, y en su momento los derivados del Covid), el aumento de los precios es fruto de una estrategia que busca la diferenciación del producto”, afirma. “Esto no es, ni mucho menos, una estrategia nueva. De hecho, el economista Michael Porter ya lo definió en su libro Competitive Strategy: Techniques for Analyzing Industries and Competitors. Según su teoría, la estrategia de diferenciación se basa en dotar al producto de una cualidad única, que va a ser valorada de forma positiva por los consumidores, lo cual permitirá cobrar precios superiores. Por otro lado, esta cualidad de la cual se dota al producto, se puede apoyar en atributos distintos, como el diseño, la calidad, o el grado de innovación… pero también simplemente en el nombre y en el prestigio de la marca que lo respalda”.
“Estas marcas además”, amplía Ana Isabel Jiménez Zarco, igualmente profesora de los Estudios de Economía y de la Empresa de la UOC, “cuentan con un cliente tipo que tiene una capacidad adquisitiva muy elevada, para el que el precio no es un factor determinante a la hora de comprar. De hecho, el que tenga un precio muy alto lo convierte todavía en más deseable”.
Al hilo de esto, cabría preguntarse hasta dónde pueden aumentar estas grandes marcas los precios de sus productos, ¿existe un límite en el que la exclusividad ya no aumenta? Para Jiménez sí que existe, aunque indirectamente, “lo que ocurre es que aunque el dinero no sea el problema, es posible que ante un aumento continuado de los precios de una marca, los consumidores de este tipo de productos de lujo compren otros sustitutivos que ya satisfagan su necesidad de exclusividad”.
No obstante no sería descabellado pensar que, en el caso de los bolsos de Chanel, aunque su precio siguiera aumentando cada poco tiempo, su demanda no se reduciría demasiado. “Los bolsos icónicos de las marcas de lujo se podrían englobar dentro de la categoría de bienes Veblen”, explica Soler, “un nombre que procede del economista Thorstein Veblen, quien desarrolló la teoría del consumo conspicuo. Es decir, el consumo que es superfluo y prescindible, pero que aporta estatus social. Los bienes Veblen no necesitan tener valor por sí mismos, sino un valor atribuido que, por ejemplo, puede ser la escasez (y en el caso de los productos de lujo, escasez significa exclusividad). El bien Veblen es el que, al aumentar el precio, hace que la demanda aumente, porque el aumento del precio lo vuelve todavía más exclusivo y, por tanto, más deseado por sus consumidores potenciales”.
Esta supuesta estabilidad de precios o, más bien, su incremento constante, han hecho que algunos de sus compradores hayan acabado viendo algunos productos de lujo, y especialmente los bolsos, como una alternativa a determinados valores refugio de inversión como por ejemplo el oro. Especialmente en tiempos tan convulsos como los actuales, con una inflación disparada, y en los que nadie se atreve a hacer predicciones sobre el futuro de la economía global.
Según el informe The Wealth Report, en 2021 los bolsos fueron el objeto coleccionable que más se revalorizó con un aumento de precio del 17%. “La razón de esto es que los bolsos se pueden vender fácilmente y su revalorización es elevada y rápida”, explica Soler. “Por otra parte, de acuerdo con el informe Collectibles Amid Heightened Uncertainty and Inflationrealizado por Credit Suisse y la consultora Deloitte, los bolsos de lujo destacan por ser activos de reserva de valor que se caracterizan por tener un bajo riesgo, baja volatilidad y, en general, rendimientos de entre un 4,5 y un 6,5%, aunque hay determinados modelos que obtienen una revalorización cercana al 25% anual, convirtiéndose en una opción de inversión preferible a otros productos, como los relojes de lujo”.
“Hoy en día”, añade Jiménez, “invertir en activos como acciones de una empresa es algo realmente arriesgado, pero invertir en bolsos, obras de arte o vinos puede resultar mucho más seguro. Si tienes el dinero suficiente para gastar lo que cuestan, claro”.
Obviamente, tampoco se puede asegurar que sea una inversión segura al cien por cien, ninguna lo es, según las profesoras. Además, como pasa con cualquier inversión, si estás leyendo sobre ella en el periódico, quizá el momento de invertir ya ha pasado. Para Soler, “los precios ahora mismo ya están muy altos por lo que, aunque se espera que sigan subiendo, el beneficio futuro será menor que si la compra se hubiera realizado hace un tiempo”.
Por desgracia, este tipo de inversión solo está al alcance de un número muy reducido de personas. “Aunque el mercado de los complementos de lujo es mayor, según la Féderation Française de la Couture, sólo unas 800 personas en el mundo compran alta costura”, afirma Soler. “Entre ellas figuran celebridades y millonarios chinos, rusos y árabes, principalmente que desembolsan una media de 60.000 euros por modelo”.
Según las profesoras, todavía no hay ninguna empresa de inversión que se haya planteado un fondo basado en este tipo de bienes. “Es difícil alcanzar con estas inversiones los volúmenes de capital que suelen gestionar este tipo de fondos”, comenta Jiménez, pero sí que hay algunas compañías de otros sectores que han visto el potencial de poseer un “parque” de este tipo de productos, principalmente las que se dedican al alquiler de bolsos, vestidos y complementos, que es un negocio en alza.
“Este tipo de inversión todavía es más bien de tipo particular”, apunta Soler, “pero sí que creo que en el futuro podría ser factible que los fondos de inversión pudieran interesarse por los productos de lujo igual que lo hacen por productos tecnológicos, empresas emergentes o el sector de las comunicaciones”, concluye.