Trajes de baño que duran toda la vida: las diferencias entre un bañador de 20 euros y uno de 500 euros
Crece la demanda de trajes de baño duraderos y sostenibles. Estas son algunas de las ventajas de invertir en un ‘bañador de lujo’.
Las ventas de bañadores está subiendo. Nada menos que un 34% en los últimos dos meses, según la plataforma de datos Editd. El hecho de que poco a poco se reanuden los viajes y, con ellos, las ganas de volver a arreglarse ha logrado que este mercado esté experimentando un ‘boom’ primaveral. De hecho, muchas marcas están aprovechando esta nueva oportunidad para expandir su negocio estrenando líneas de baño. En los últimos meses han lanzado bañadores la enseña americana de básicos...
Las ventas de bañadores está subiendo. Nada menos que un 34% en los últimos dos meses, según la plataforma de datos Editd. El hecho de que poco a poco se reanuden los viajes y, con ellos, las ganas de volver a arreglarse ha logrado que este mercado esté experimentando un ‘boom’ primaveral. De hecho, muchas marcas están aprovechando esta nueva oportunidad para expandir su negocio estrenando líneas de baño. En los últimos meses han lanzado bañadores la enseña americana de básicos Everlane, la marca deportiva favorita de TikTok, Girlfriend Collective e incluso dos celebridades muy distintas entre sí, pero igualmente prescriptoras, Kylie Jenner y la tenista Naomi Osaka, han decidido emprender en este sector. El análisis de Editd también apunta que esta temporada los consumidores prefieren trajes de baño de una sola pieza, sin estampar y, a poder ser, sostenibles. Vuelta a los básicos, también en este campo, que durante años estuvo dominado por estilos pasajeros y, por lo mismo, consumo casi de usar y tirar cada verano. Sin embargo, parece que el nuevo mantra iniciado durante la pandemia –’consumir menos y consumir mejor’– también ha llegado al mundo del baño.
«Un bañador dura toda la vida», sentencia Marie-Paule Minchelli, directora de estudio de Eres, quizá la enseña de bañadores de lujo por antonomasia. La inversión es alta (sus precios oscilan entre los 300 y los 500 euros) pero funciona a largo plazo. Y a corto, porque la diferencia entre una pieza de baño barata y una cara no solo está en la longevidad, también en el diseño. Cada nuevo modelo de Eres «tarda unos 18 meses en diseñarse. Requieren mucha investigación para conseguir el tono perfecto. El trabajo de los cortes también requiere tiempo para lograr la perfección buscada», explica Minchelli. La misión es doble: cada pieza ha de daptarse al cuerpo como una segunda piel y tener un diseño novedoso pero atemporal, que no pase de moda tras varios veranos.
Por un lado, el relato de un bañador premium es muy similar al de cualquier otra firma de lujo: producción artesanal y local en talleres propios, proveedores de materiales exclusivos (un traje de baño de lujo suele tener un alto porcentaje de seda, y hasta de cachemira) y una historia centrada en el paso del tiempo y la exclusividad: las elitistas playas de Saint -Tropez en el caso de otra enseña mítica en el baño exclusivo, Vilebrequin; en Eres, el punto de partido es Mayo del 68 y su concepto revolucionario de bañadores para todo el año. Por otro, a este detallado e histórico savoir-faire se le suma un elemento: el de la innovación. Porque un bañador es, de algún modo, una prenda técnica, que debe reportar comodidad y ajustarse al cuerpo de una manera especial.
Apostamos por los socios locales, como nuestros encajeros de Calais y Caudry (en el norte de Francia) y nuestros proveedores de seda de Lyon para determinados modelos, con el fin de limitar al máximo nuestro impacto en el medioambiente. Para determinados materiales, como la cachemira, preferimos desarrollar nuestros productos en el país de origen del material para obtener una mejor calidad de fabricación. «Impulsamos a nuestros diferentes socios a desarrollar la técnica siempre más allá de lo que ya se ha hecho», cuenta Minchelli. En Eres, por ejemplo, se trabaja en talleres, pero también en centros de innovación, donde se estudia en qué proporciones debe añadirse la lycra o cómo mezclar el elastano con tejidos naturales como las sedas y los algodones. En este más de medio siglo de andadura, han patentado materiales como el tejido Peau Douce, que esconde pequeños defectos, el Parachute Light, que envuelve el cuerpo a modo de segunda piel o el Taffettas Plume, uno de los más ligeros del mercado.
Pero la innovación en al ámbito de los trajes de baño no solo tiene que ver con la comodidad o la silueta. La sostenibilidad es el criterio que marca parte de la demanda actual. Y debería ser clave en un sector como este que, por definición, utiliza tejidos sintéticos y distintos derivados del plástico en su fabricación. Según el citado informe de Editd, «la demanda de tejidos orgánicos o reciclados, como el Econyl, crece un 307% año tras año». Sin embargo, por las materias primas involucradas y los procesos de fabricación que exige, hacer un bañador sostenible «incrementa el precio un mínimo de un 63%». Si es materialmente imposible que calquier prenda verdaderamente ‘limpia’ sea barata, lo es más si hablamos del ámbito del baño. Hay firmas premium de baño, como la británica Pure, que trabajan con Econyl (nylon regenerado) y otras, como la española All Sisters, que solo trabajan con fibras orgánicas. Obivamente, la producción local también reduce considerablamente la huella de carbono, aunque quizá no haya nada más sostenible que la longevidad de la pieza. Desde Eres cuentan que sus clientas «llevan a sus hijas a por su bañador. Hay una especie de idea de herencia detrás de la marca». Porque, como un bolso o un pañuelo de lujo, un bañador exclusivo está pensado para lucirse en un verano eterno si se cuida de forma adecuada. «No hay que lavarlo a mano, es mejor lavarlos en una máquina a 30 grados para no romper la fibra. Y nunca debes dejar el bañador en remojo, ya que la sal marina podría dañar el color».