La camisa del verano cuesta más de mil euros y no está aquí para parecerte bonita
‘The New Yorker’ cree que ponerse la prenda viral de Prada, que ya está agotada, equivale a hacer una performance.
Es de algodón, tiene un corte cuadrado, el cuello grande y tieso y mezcla varios estampados: rayas en marrón, azul y blanco, un encadenado geométrico que recuerda a la revisión de los 60 que se hizo en los 90 y, superpuestas en el bajo de la mitad izquierda, unas imponentes llamaradas amarillas. A la altura del pecho, lleva una placa identificativa como de jugar a los bolos o de empleado de gasolinera. Es, se quiera o no, la prenda más comentada del verano, y eso que pertenece a la colección masculina de Prada para el próximo otoño-invierno. Cuesta unos 1.100 ...
Es de algodón, tiene un corte cuadrado, el cuello grande y tieso y mezcla varios estampados: rayas en marrón, azul y blanco, un encadenado geométrico que recuerda a la revisión de los 60 que se hizo en los 90 y, superpuestas en el bajo de la mitad izquierda, unas imponentes llamaradas amarillas. A la altura del pecho, lleva una placa identificativa como de jugar a los bolos o de empleado de gasolinera. Es, se quiera o no, la prenda más comentada del verano, y eso que pertenece a la colección masculina de Prada para el próximo otoño-invierno. Cuesta unos 1.100 euros. O, mejor dicho, costaba, porque está agotada en todas partes.
Quien quiera sumarse a la camisa de padre-en-barbacoa, como se la ha llamado, todavía puede hacerse con una de estampado de plátanos, con las llamas en negro y azul, por unos meros 957 euros, la de plátanos y escena hawaiana, o la de pintalabios y guirnalda barroca.
Si se habla tanto de esta camisa es porque se la puso el rapero Pusha T en el festival Governor’s Ball, en Nueva York, porque la llevó Jeff Goldblum, en plena promoción de Jurassic Park 3, al programa de Jimmy Kimmel y porque gentes de la industria como el editor de moda de la revista 032c Marc Goehring la han elevado a la categoría de icono. Pero, sobre todo, la prenda destaca entre las demás porque es descarada, inequívoca, arrogantemente fea ¿O quizá no? The New Yorker ha declarado que atreverse a llevarla equivale a hacer arte performativo. “No pertenece a una temporada concreta sino a un periodo de decadencia que ya dura años y está caracterizado por dos tendencias paralelas, la elegancia del street style y una fealdad orgullosamente obstinada”, escribe Troy Patterson, que también califica la camisa de “impúdica horrendez” y especula que las llamaradas deben haber saltado a la pieza de Prada desde “una camisa propiedad de un conductor cuya luna trasera lleva una pegatina de un dibujo animado meando, o desde el uniforme de un equipo de bolos de una era pasada”.
Miuccia Prada no es nueva en esto. Su estética revisionista y su método de trabajo, hacer que algo que nos repele en pocos meses nos atraiga (algo de esto le debe sonar a Alessandro Michele, el hombre que convirtió Gucci e la firma de la década) ya han puesto a sus marcas antes en este lugar. Sus botines-teleñeco en pelo multicolor para el otoño de 2017 se recibieron como “los zapatos más feos hasta la fecha” (dentro de una espiral de zapatofeísmo que no parece tener fin) y la colección de primavera/verano de 2014, con vestidos y abrigos estampados con caras gigantes, calentadores y chanclas de velcro, provocó similares reacciones polarizadas. Todo indica que la diseñadora y antigua militante marxista llegará a su jubilación sin que el mundo de la moda haya resuelto un debate que mantiene desde hace tres décadas: ¿Tiene Miuccia Prada la mente más brillante del sector, capaz de labrar un imperio económicamente independiente vendiendo bolsos de nylon y perfumes mientras temporada tras temporada influye en la estética mainstream a base de dinamitarla?, ¿o alguien aquí está riéndose de nosotros y eso está un poco feo?
En realidad, las camisas patchwork van en perfecta coherencia con toda la colección, tanto de hombre como de mujer, y con la trayectoria de los últimos años en la firma. La diseñadora dijo antes del desfile que quería volver al “alma industrial, utilitaria y racional” de la marca y repensar algo que le obsesiona, la idea del uniforme. De ahí que retomara su romance con el nylon –“Me apasiona. Es el emblema de nuestro lado industrial”, declaró– y que siguiera con la recuperación de sus estampados de los 90. El geométrico en la famosa camisa del verano pertenece a una colección de 1996.
En la viralización de la prenda también ha tenido mucho que ver que se la pusiera Jeff Goldblum, convertido en el último novio maduro de Internet. Sus interpretaciones en Thor: Ragnarok y Jurassic Park 3 (hay consenso en que él es lo mejor de ambas), su osado vestuario y ese aire de, como decía un tweet, estar listo para ser a la vez James Bond y el malo de James Bond, han reverdecido el entusiasmo por todo lo que el actor dice, hace o lleva. Incluso, o especialmente, si se trata de una camisa cuadrada, de mangas difíciles y con el mismo pantone que los delantales de Alberto Chicote y las paredes de las hamburgueserías que se hacen pasar por antiguas.