Qué es un ‘business angel’ y por qué te puede cambiar la vida
Este sector del empresariado cae del cielo para invertir su dinero en negocios emergentes. Pero no todo es llegar y besar el santo.
Cuando el grifo de las ayudas públicas se cerró y los bancos limitaron sus créditos, los emprendedores empezaron a buscar nuevas vías de financiación para materializar sus ideas. El Family Friends & Fools (FFF) –esto es, familia, amigos y locos, en inglés–, siempre ha sido el primer recurso. Y el crowdfunding se ha extendido para proyectos que requieren presupuesto moderado. Pero la mejor opción sigue siendo echarse un padrino. Un business angel, en el argot actual.
«Se trata de una persona que fue empresario antes que inversor, po...
Cuando el grifo de las ayudas públicas se cerró y los bancos limitaron sus créditos, los emprendedores empezaron a buscar nuevas vías de financiación para materializar sus ideas. El Family Friends & Fools (FFF) –esto es, familia, amigos y locos, en inglés–, siempre ha sido el primer recurso. Y el crowdfunding se ha extendido para proyectos que requieren presupuesto moderado. Pero la mejor opción sigue siendo echarse un padrino. Un business angel, en el argot actual.
«Se trata de una persona que fue empresario antes que inversor, por lo que cuenta con una amplia experiencia en los negocios, y que arriesga su propio dinero y a veces (no todas, porque hay que ser precavido y saber a quién se escoge) tiene el propósito de ayudar al emprendedor», lo define Luis Martín Cabiedes. Fundador de la sociedad de capital riesgo Cabiedes & Partners y autor del libro ¿Tienes una startup? Todas las claves para conseguir financiación (Planeta, 2015), financia lo mismo negocios de tecnología que de ropa, como la boutique electrónica Privalia (en 2006) y, ahora, Laagam, una firma creada por la instagramer Inés Arroyo. Oficialmente y según un informe de 2015 de la Asociación Española de Business Angels (AEBAN) y la escuela de negocios IESE, el perfil del business angel español es el de «un inversor con unos cinco años de experiencia y un capital de al menos 100.000 euros. Solo el 2% invierte en solitario, suele rondar los 44 años y son mayoritariamente hombres; apenas el 8% son mujeres».
El interés de los inversores por la cuestión indumentaria en nuestro país es reciente. Mientras que en Europa y Estados Unidos cuentan con poderosas redes especializadas en moda, como Fashion Angel en Gran Bretaña o la norteamericana Pipeline Angels, creada exclusivamente por y para mujeres, en España no hay plataforma alguna centrada exclusivamente en el sector. Aún así, según el informe de AEBAN e IESE, el 17,5 de los business angels nacionales tiene alguna compañía de moda y diseño en cartera. «Aquí esta apuesta no nació hasta hace cinco o siete años», cuenta Javier Megías, cofundador y director de Startupxplore, una plataforma donde inversionistas con experiencia permiten a otros unirse a sus transacciones. Él lo ha hecho con Chicisimo, una red social donde mujeres anónimas cuelgan sus fotos para compartir estilismos: «Tienen un engagement potente, la aplicación no para de crecer», afirma. Y es que los proyectos digitales suelen ser más atractivos para este tipo de inversor. Gabriel Aldamiz-Echevarría, director ejecutivo de Chicisimo, apunta el porqué: «El mundo de la moda va a transformarse radicalmente en los próximos dos años. A día de hoy, hay billones de búsquedas en Internet pidiendo inspiración para decidir qué vestir». A lo que Cabiedes añade: «De los negocios que nacen en Internet, uno de cada diez se convierte en estupendo. Una empresa tradicional puede irse al garete por las mismas razones que una tecnológica, pero, si sale bien, la primera puede dar unos 40.000 euros de beneficio, mientras que la segunda, con la misma inversión, puede valer lo que Facebook, si te pones a soñar».
Porque el inversor, obviamente, no es altruista: quiere ganar dinero. Por eso los beneficios no deben hacerse esperar mucho. «La mayoría busca retornos con plazos de entre 3 y 7 años, como mucho, y con múltiplos de varias veces su inversión. Piensa que la aportación suele ir desde los 100.000 euros en fases muy iniciales hasta varios millones cuando la compañía necesita capital para escalar», dice Megías. Inés Arroyo, propietaria de Laagan, advierte: «El business angel no es tu amigo, ni tampoco te ayuda por diversión. Espera una rentabilidad. Las firmas de moda que apuesten por uno deben tener la ambición de crear una gran compañía». Es el caso, por ejemplo, de Made in Me. La marca nació en 2012 para fabricar zapatos a partir de los diseños que los consumidores crean en su web. «Buscamos capital externo el año pasado con el fin de potenciar la internacionalización», dice su fundador Óscar Vega. Aunque tiene claro que «la mejor forma que existiría para financiarse son los clientes, es decir, vender y vender».
Al otro lado queda el modelo de negocio tradicional, esto es, el diseñador en su taller con su equipo de costureras. Ni el business angel le tiene mucho apego –«una empresa tiene que ser capaz de superar a la persona que la creó para poder superarse a sí misma», comenta Cabiedes–, ni es una decisión fácil para los propios creadores. «Encontrar el adecuado es un acto de fe. Has de tener plena confianza en el padrino inversor como este debe creer en el potencial del creador», apunta Leandro Cano, que ha hecho varios contactos con algunos de estos ángeles sin llegar a un acuerdo fructífero. A Krizia Robustella le pasa algo parecido: «Sé que su presencia es importante para crecer, pero a la vez me da miedo no poder hacer lo que quiero». He ahí la espinosa cuestión que más de una vez ha terminado con el creador no solo fuera de la marca que fundó, sino sin su propio nombre comercial. Que se lo digan a Hervé Leger o Jil Sander.