André Leon Talley: «Me quedo con lo bueno, pero la moda puede ser muy cruel»
Poca gente ha vivido las luces y las sombras de la moda mejor que André Leon Talley, que ha fallecido a los 73 años de un ataque al corazón. Hace unos meses hablamos con el que fuera uno de los mejores editores de moda del mundo sobre lujo y moda, pero también sobre racismo y traiciones.
“Nadie más podía explicarte lo que era un habit du cour, el vestido que se puso Maria Antonieta para viajar a París escoltada por 57 carruajes. Fue un viaje duro, pero ella llevaba el traje más exquisito que existía. A la señora Vreeland le gustaba recordarlo porque ese es el tipo de relato que le encantaba. Y a mí también”. Así, con esta anécdota, resume al teléfono André Leon Talley la enorme impronta que dejó en él su mentora, la mítica editora de moda Diana Vreeland. Sus memorias, ‘...
“Nadie más podía explicarte lo que era un habit du cour, el vestido que se puso Maria Antonieta para viajar a París escoltada por 57 carruajes. Fue un viaje duro, pero ella llevaba el traje más exquisito que existía. A la señora Vreeland le gustaba recordarlo porque ese es el tipo de relato que le encantaba. Y a mí también”. Así, con esta anécdota, resume al teléfono André Leon Talley la enorme impronta que dejó en él su mentora, la mítica editora de moda Diana Vreeland. Sus memorias, ‘En las trincheras de la moda’ (Ed. Superflua) son una concatenación de viajes en primera clase cargado con una docena de maletas de Louis Vuitton, suites de hotel repletas de regalos de diseñadores o fiestas interminables en mansiones. ”La moda es una puerta a lo extraordinario, a la alegría y la belleza”, se justifica. Sin embargo, de ellas se deduce también lo contrario: Talley habla de forma implícita y a veces hasta cándida de un mundo ingrato, donde las amistades son casi siempre interesadas y la ambición vehicula casi todas las decisiones. Más para alguien como Leon Talley, que llegó a ser uno de los principales editores de moda del mundo pero nunca dejó de ser un ‘infiltrado’, un negro de ascendencia humilde.
Su carisma y su don para estar en el lugar adecuado y en el sitio correcto hicieron que con poco más de veinte años Leon Talley disfrutara de los enormes privilegios que conllevaban ser parte integrante de la moda de los 70 y los 80, un ambiente en el que no hacía falta tener dinero en la cuenta para pasar las noches bebiendo champagne o llenar los armarios de prendas de firma (en su mayoría, regaladas por los diseñadores, en busca de críticas positivas). El clasismo, sin embargo, estaba ahí: “Por eso siempre me he vestido con ropa llamativa para esconder mis inseguridades”, confiesa Talley, quien, a pesar de todo, prefiere no hablar claramente de las injusticias personales. El que fuera durante años la mano derecha de Anna Wintour fue apartado de su lado en 2018 por ser, como escribe en su libro, “mayor e incómodo”. Algo similar le ocurrió con su gran valedor y amigo, Karl Lagerfeld, que dejó de cogerle el teléfono cuando alcanzó la cima de su carrera en Chanel. Ahora, con 71 años, Talley trabaja para varias publicaciones, desarrolla su marca personal (acaba de ser imagen de las botas UGG), acude puntualmente a la iglesia y se enfrenta a una orden de desahucio de su residencia de White Plains (Nueva York), que adquirió junto a George Malkemus, ex presidente de Manolo Blahnik, y por la que reclama parte de la propiedad: “Agradezco mucho el apoyo que he recibido estos días, pero está en manos de mis abogados”, zanja.
Su vida ha estado llena de lujos, pero también de injusticias y de gente que le ha dado la espalda. ¿Diría que el de la moda es un mundo desagradecido?
Me quedo con lo bueno, pero sí, es un entorno que puede llegar a ser muy cruel. Todo cambia muy rápido y, a la vez, hay demasiada ambición y competitividad . Hoy estás y mañana no.
La primera vez que siente el racismo es en el París de los 70, cuando el núcleo duro de Yves Saint Laurent comienza a llamarlo ‘queen kong’. ¿Cómo se sintió entonces y qué hizo para luchar contra ello?
Tomar las decisiones que creía adecuadas. En aquel momento dimití de mi puesto en Women’s Wear Daily y seguí adelante sin mirar atrás. Por supuesto, siempre que he podido, he incluído estos temas en mi trabajo para intentar cambiar las cosas.
Sus memorias relatan una época de egos y excesos que ya no existe. ¿Se ha convertido la moda de hoy en algo más democrático?
Creo que ha cambiado mucho, sí. Ahora está en el camino correcto, es bastante más inclusiva, no solo en lo que respecta a la raza, también en los demás aspectos. Se le está dando oportunidades a gente nueva, a los jóvenes, y se están haciendo cosas increíbles para concienciar a la gente.
Pero quizá tanto la moda como las revistas hayan perdido la influencia…
¡No! Para nada. La moda sigue siendo una pieza clave en la sociedad y las revistas siguen siendo importantísimas. Su visión y su discurso son fundamentales con todo lo que está pasando. Movimientos como el Black Lives Matter ya han cambiado esta industria para siempre, y es un buen momento para reflejar este cambio desde los medios.
¿Las grandes cabeceras han hecho de verdad borrón y cuenta nueva?
Creo que a Anna Wintour se le deben perdonar los errores del pasado, tanto en términos de diversidad como a nivel personal. Aplaudo los cambios que está haciendo, porque considero que realmente cree en ellos. De hecho, hemos estado intercambiando varios emails de forma regular para discutir sobre el tema.
Perdonar las afrentas del pasado es para usted la forma de seguir adelante.
Diane von Furstenberg acaba de escribir un libro. ‘Own it. The secret to Life’ y en él dice: «Cuando perdonamos nos liberamos, pero perdonar no es olvidar».
La fe también le ha ayudado a reponerse. De hecho, dedica su libro a su pastor de Harlem.
Cuando me siento derrotado voy a la iglesia y la comunidad me ayuda a reponerme. Recargo mi batería. He crecido con el ejemplo de mi abuela, que también era una mujer de fe. Murió con 90 años y no se quejó un solo día; seguía adelante. Yo procuro hacer lo mismo; levantarme y pelear.
¿Diría que su abuela y Diana Vreeland han sido las personas más importantes de su vida?
Mi abuela por supuesto. Soy quien soy gracias ella. Diana Vreeland ha sido algo parecido a mi mentora profesional. Todos necesitamos figuras en las que mirarnos, y yo con ella aprendí lo más importante que se puede aprender en moda: a no perder la curiosidad y a saber apreciar la construcción de un vestido, que es algo tan importante como apreciar el exterior.
¿Cuál cree que es el mejor diseñador de todos los tiempos?
Sin duda, Cristóbal Balenciaga. Y de mis contemporáneas, creo que son dos mujeres: Carolina Herrera y Norma Kamali, ambas buenas amigas. Marc Jacobs, además de amigo, es un genio y, en mi opinión, fue el que recogió el testigo de Yves Saint Laurent.
¿Y en lo que se está haciendo ahora? ¿Hay alguien que le resulte interesante?
Me encanta el trabajo de Virgil Abloh y el de Nicolas Ghesquière en Louis Vuitton, también el de Alessandro Michele en Gucci. Pero si tengo que destacar a dos destacaría a Stephane Rolland porque creo que es un buen sucesor de Balenciaga, aunque nadie hable de él (y además, es muy guapo); y sobre todo a Lacquan Smith: fui su mentor durante tres años cuando empezaba y lo ayudé económicamente. Es autodidacta y creció en las residencias públicas de Queens. Le admiro muchísimo y, además, es un buen ejemplo de que la moda está cambiando.
¿Se arrepiente de algo en estos 50 años?
Solo de cosas que podía haber aprendido de joven, como aprender otros idiomas o aprender a coser. Nunca quise ser diseñador, pero habría sido maravilloso hacerme mis propios kaftanes. Aunque, en realidad, todavía tengo tiempo para eso.