Begoña Vargas: “Si solo soy actriz siento que me autolimito a mí misma”
Se ha establecido como una de las jóvenes más reclamadas y seguidas de su generación. Embajadora de la marca Springfield, charlamos con ella sobre sus apuestas estilísticas para el otoño su esperado personaje en el ‘spin-off’ de ‘La casa de papel, Berlín’
Tres Begos han cruzado sus destinos con Springfield. La preadolescente, que tenía en esta icónica firma de moda una de las paradas obligadas en sus primeros viajes a la capital para ir de compras junto a sus amigas. La modelo bisoña, que observaba fascinada cómo su rostro copaba los escaparates de esas mismas tiendas unos años después. Y, ahora, la actriz de ascenso meteórico gracias a su trabajo en películas como Las leyes de la frontera o la serie Bienvenidos al Edén, que ratifica su estatus de nuevo referente de estilo ejerciendo como embajadora de la marca que, literalmente, ...
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Tres Begos han cruzado sus destinos con Springfield. La preadolescente, que tenía en esta icónica firma de moda una de las paradas obligadas en sus primeros viajes a la capital para ir de compras junto a sus amigas. La modelo bisoña, que observaba fascinada cómo su rostro copaba los escaparates de esas mismas tiendas unos años después. Y, ahora, la actriz de ascenso meteórico gracias a su trabajo en películas como Las leyes de la frontera o la serie Bienvenidos al Edén, que ratifica su estatus de nuevo referente de estilo ejerciendo como embajadora de la marca que, literalmente, al vio crecer. Por eso Begoña Vargas (Madrid, 23 años), tan consciente del camino recorrido como del que queda por recorrer, no se amilana al atisbar en su horizonte un salto a tan gigantesco como Berlín, el esperadísimo spin-off de La casa de papel, que pondrá su rostro en las pantallas de millones de hogares de todo el mundo esta Navidad. Es más, su cabeza ya está centrada en imaginar a la siguiente Begoña: “Tengo muchas inquietudes y creo que si solo soy actriz me estoy autolimitando a mí misma”.
Springfield es una de esas marcas que forman parte ya de la memoria de varias generaciones. ¿Qué te evoca a ti?
Me lleva a cuando tenía 12 o 13 años. Es una de esas firmas que empiezas a vestir cuando te empiezas a sentir más mayor, más mujer, y quieres cambiar tu estilo. Recuerdo que Springfield era una de las paradas aseguradas cuando empezaba a irme de compras con mis amigas a Madrid porque siempre había algo que nos llevábamos. Y esos vestidos de flores tan icónicos de verano, largos, cómodos y medio hippies, que todas hemos llevado…
Antes de empezar tu carrera como actriz fuiste modelo y trabajaste en una campaña para la marca. ¿Qué sentiste cuando años después te llamaron para ser embajadora?
Fue como cerrar el círculo. Yo era una niña de 17 años y este fue uno de mis primeros trabajos. Recuerdo que pusieron mi foto en el escaparate de la tienda de Fuencarral y cómo las compartíamos en el WhatsApp de mi familia. Es muy fuerte que años después sea la cara de Springfield cuando ya lo había sido antes de manera más indirecta.
Teniendo en cuenta todo lo que has logrado en los últimos años, ¿tienes ese chat familiar de WhatsApp un poco saturado?
Si te soy sincera yo soy un desastre con el teléfono y si quiero hablar contigo, te llamo. Soy una antigua, una señora, una abuela… pero WhatsApp y yo no nos llevamos bien. Siento como que las conversaciones se me quedan a medias, que todo se alarga y hay que vivir fuera de las pantallas. Es mi madre, que es como Equipo de investigación, la que anda detrás de mí y me avisa. Le gusta guardar todas las revistas en las que salgo.
En los últimos años se han multiplicado las webs de moda que publican noticias sobre tus looks. ¿Te supone eso una presión extra a la hora de vestirte para salir a la calle?
Presión como tal, no. A mí me encanta la moda, me divierte y me gusta jugar y experimentar. Ahora que voy trabajando con diferentes estilistas sí que tenemos algo más de proyecto, pero ha sido todo un poco improvisando. Lo que sí intento es reutilizar todo lo que puedo y darles una segunda vida a las prendas. Y cuando me saturo, hago mercadillo en casa y se lo doy a mis amigas. También es una forma de seguir viendo ropa a la que le tienes un cariño.
Hablas sobre la oportunidad de trabajar con los mejores estilistas y diseñadores, ¿qué has aprendido sobre moda?
Sobre todo, lo que a mí me hace sentir cómoda, lo que me hace ser yo misma. ¿Qué gracia tiene que te llegue un traje de chaqueta de alta costura, por ejemplo, y copies exactamente el mismo look que hizo el diseñador para pasarela? Como persona, como artista, dale tu rollo, ¿no? No soy una modelo de runway. Lo complicado de la moda es no sentirte disfrazada, así que estoy intentando darle ese toque para que sea más yo.
Ya que estamos en plena otoño, dinos: ¿de qué tipo de prendas has llenado tú el armario esta temporada?
En otoño apuesto mucho por prendas claras para que siga habiendo algo de color en estos días grises, que en invierno ya vamos todas de negro y nos convertimos en góticas (ríe). Me gusta jugar con los colores canela, tierra… Un look para el día a día sería un pantalón de tiro medio color blanco roto, un jersey de rayas en tonos marrones y un abrigo así también rollo canela, con una bufanda blanca y unas botas. Y ya estás.
Tu próximo proyecto será dar vida a una ladrona en el spin-off de La casa de papel, Berlín. ¿Qué puedes contarnos sobre ella?
Ella al principio no es una ladrona profesional. Es una tía que aprende rápido, capaz, muy fuerte mentalmente y que tiene la oportunidad de empezar de cero con una vida nueva. Con ella he indagado más en el tema sentimental porque tiene una herida grande, arrastra una mochila pesada de cosas que se irán desvelando en la serie. Lo complicado con Cameron es generar todas esas capas para poder llegar a ella. Ha sido un viaje precioso.
Se ha hablado mucho sobre la repercusión global de La casa de papel y cómo ha cambiado la vida de sus protagonistas. ¿Te lo pensaste mucho antes de aceptar este papel por lo que podía suponer en tu vida?
Yo llevo seis años trabajando sin parar en el audiovisual, empalmando un proyecto con otro y estoy muy agradecida por todo lo que me ha pasado, pero es verdad que cuando llegó Berlín estaba en un momento raro de mi vida. Necesitaba parar, ver hacia dónde quería ir como artista. Pero justo llegó este personaje y este proyecto tan increíble y no podía rechazarlo, porque si no te subes a las oportunidades que te ofrece la vida, las pierdes. Así que me hice la promesa de ponerme a tope con Berlín y después parar. Y eso hice este pasado verano. Soy muy de señales y pienso que si no hubiera estado en ese punto vital no habría podido desarrollar este personaje. De repente es como que las cosas encajan y dices, ‘Tenía que ser así y así será’.
¿Te ha servido este último parón profesional para recuperar un poco esa vida que echabas de menos?
Estoy en el camino. Al final yo no me veo toda la vida haciendo lo mismo, quiero hacer muchas cosas y abrir puertas que, quizá no me lleven a ningún sitio, pero de las que se puede aprender. Tengo muchas inquietudes y creo que si solo soy actriz me estoy autolimitando a mí misma. Interpretar es mi pasión y es mi vida, nunca voy a dejar de hacerlo, pero probemos, experimentemos… Estoy en ese camino y, sobre todo, siéndole fiel a Bego.
En tu última entrevista con S Moda confesaste que estabas haciendo pinitos como cantautora. ¿Cuándo estarás lista para enseñarnos algo?
Ahora mismo estoy en el proceso de aprender. Cómo funciona la música, cuál es su lenguaje… hasta que eso no pase no puedo dar más pasos hacia adelante. La música me ha gustado mucho desde pequeña, pero no le he prestado tanta atención a la actuación y en esta vida para que algo funcione tienes que dedicarle mucho tiempo. Pero también me gustan la pintura o la fotografía… solo estoy investigando, sin ponerme metas.
Si te dan elegir, ¿el premio Goya o una calle en tu pueblo, Loeches?
Hombre, a mí lo que me haría una ilusión absolutamente increíble es que le pusieran mi nombre al teatro de Loeches: ‘Centro Cultural Begoña Vargas’. Las primeras veces que empecé a actuar fueron allí, así que si le ponen mi nombre me muero. Pero bueno, si me ponen una calle también te digo que sí.
Cuando vuelves al pueblo, ¿sigues siendo Bego o notas que te miran de otra manera?
Es algo que nos pasa a todos cuando nos vamos de nuestro pueblo o barrio: hay un momento concreto, que luego se pasa, en el que la gente te ve diferente. Te dicen que has cambiado, que ya no eres la misma porque vas con otra gente o haces otras cosas… pero obviamente todos evolucionamos, todos cambiamos porque si no seguiría siendo la misma niña de 15 años. No entienden que ya no eres la de antes, aunque quizá eres incluso mejor… Yo sentía que se alejaban de mí. Es algo que cuesta. Parece que en estos sitios todo sigue igual, que no pasa el tiempo, y entonces llegas tú y eres como una viajante del futuro. Es raro, pero también aprendes de eso.