Invisibles a simple vista, pero dañinas para el cuerpo y el planeta: el peligro de las microfibras de la industria textil
A diferencia de otros sectores, que están en proceso de cambio para luchar contra los microplásticos, la moda aún no hace suficiente por controlar la contaminación por microfibras. Estos elementos nocivos se desprenden al producir y al utilizar las prendas.
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La industria de la moda se enfrenta a serios desafíos que reconfigurarán el sistema en los próximos años. Ser sostenible ya no es una alternativa, sino un imperativo. Los cambios deben afectar a todos los procesos y a todos los implicados. Algunos ya están en marcha y buscan dar solución a problemas acuciantes, otros simplemente tiñen de verde las apariencias, mientras que quedan aún algunos efectos que ni forman parte de la agenda. En este último cajón entran las microfibras (un subconjunto de los microplásticos) que no por pequeñas dejan de ser un asunto desdeñable.
“Las microfibras ya están por todas partes”, señala el informe que acaba de publicar la ONG Forum for the Future, Tackling Microfibres at Source (abordando las microfibras en origen). “Están en nuestra comida, en el agua e incluso en el aire que respiramos. Es preocupante que las últimas investigaciones indiquen que son perjudiciales para la salud humana y marina, aunque no se ha comprendido por completo el alcance de su impacto”, dice la publicación, realizada con el apoyo de PNUD, la agencia para el desarrollo de la ONU, a través de Ocean Innovation Challenge. La moda debe asumir su responsabilidad: se estima que el 35% de todos los microplásticos que acaban en los océanos proceden de las microfibras del textil.
Nadie se libra al ser parte de este problema. Cualquier prenda desprende microfibras desde antes incluso de ser confeccionada. En los procesos de producción de los tejidos es habitual utilizar por ejemplo diversos lavados que van soltando estas partículas, que continúan arrojándose hasta después de la compra, cada vez que el consumidor lava las prendas. Ni las fibras naturales se salvan: aunque al hablar de microplásticos se piensa en materiales producidos artificialmente como el poliéster, la ONG recuerda que las fibras naturales también desprenden microfibras que pueden ser igualmente dañinas cuando se acumulan en el medio ambiente, sobre todo cuando esos tejidos naturales son sometidos a los mismos procesos químicos que los artificiales. ¿Cuál es peor? “El algodón y el poliéster son dos de los materiales más populares hoy en día (en 2021 el poliéster suponía el 54% de la producción global de tejidos y el algodón, el 22%). Hay mucho interés por parte de la industria en comparar lo que contaminan estos dos materiales. Aunque entender cómo cada uno contribuye al problema sea necesario, las comparaciones simplistas son arriesgadas y distraen del fijarse en buscar soluciones reales con las que afrontar el problema. En resumen. Sería como comparar manzanas con naranjas”.
Hay mucho por hacer tanto para consumidores como productores: “Estimamos que la fase de fabricación textil (antes del consumo) libera 1,2 millones de toneladas métricas por año de microfibras al medioambiente, una magnitud similar a la que libera la fase de uso del consumidor (lavados)”. Eso significa que por cada 500 camisetas fabricadas, se liberan microfibras con un volumen equivalente al de una camiseta completa.
Las soluciones en casa requieren cambios en los hábitos de los consumidores. Cada vez hay más lavadoras que incluyen filtros para evitar el vertido de estas microfibras en el agua, pero también existen sistemas más sencillos. Las bolsas tipo Guppyfriend minimizan el impacto de cada colada simplemente metiendo dentro las prendas. Pero cambiar conductas globales no es fácil, por eso los activistas llevan tiempo demandando que se impliquen los gobiernos. Piden mejoras en la regulación, por ejemplo en los sistemas de depuración de las aguas residuales (una petición que elevan todo tipo de activistas) o en los requisitos técnicos de las lavadoras. Francia ya regula en este sentido y hace dos años aprobaba una ley que impondrá que estos electrodomésticos incorporen filtro a partir de 2025.
Por cada 500 camisetas fabricadas, se liberan microfibras con un volumen equivalente al de una camiseta completa.
A la hora de afrontar la implicación de los proveedores, todo se vuelve más complejo aún. Tras 21 meses de trabajo, Forum for the future ha publicado una guía que puede servir a la industria para iniciar el trabajo. Las principales dificultades son las mismas que enfrentan otras problemáticas: mejorar los procesos tecnológicos sale caro y nadie quiere asumir ese coste. “El ecosistema es basto. Una marca de moda normal puede tener entre 1.000 y 2.000 proveedores distintos”. Unos proveedores que en muchos casos solo adoptarán una nueva tecnología si es viable, “es decir, si todos en la cadena están dispuestos a compartir el coste”. La publicación señala algunos puntos fundamentales desde los que empezar, como instalar sistemas robustos de tratamiento de los residuos de agua y pone el dedo sobre los procesos más contaminantes: todos los que implican el uso de agua caliente, por ejemplo en muchos de los procesos de tintado.
Hace falta más investigación y más concienciación sobre el problema que suponen las microfibras, pero “ni las marcas ni los fabricantes pueden solucionarlo solos; con este trabajo facilitamos un enfoque amplio para afrontarlo y para incentivar que diferentes actores investiguen y comprendan la complejidad del desafío de las microfibras”.