Los actores que ‘trolean’ a la Administración Trump

Al presidente le obsesionan las imitaciones de su equipo que hacen en Saturday Night Live. El programa tiene sus mejores audiencias de los últimos 22 años ‘gracias’ a él.

Es fácil imaginar a Donald Trump dejando plantado a su invitado del fin de semana, el primer ministro Shinzo Abe, y largándose a su dormitorio en la mansión de Mar-a-Lago que tiene en Florida para ver el programa que le corta la digestión de la cena cada sábado, Saturday Night Live. Sabía que su némesis, Alec Baldwin, era esta vez el presentador invitado y probablemente imaginaba que abriría él el programa, con la peluca rubia y esa cara que Baldwin describió como “tener un pequeño ano en el centro de la boca”. Pero no, la imitación se hizo esperar hasta por lo menos el minuto 40 del ...

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Es fácil imaginar a Donald Trump dejando plantado a su invitado del fin de semana, el primer ministro Shinzo Abe, y largándose a su dormitorio en la mansión de Mar-a-Lago que tiene en Florida para ver el programa que le corta la digestión de la cena cada sábado, Saturday Night Live. Sabía que su némesis, Alec Baldwin, era esta vez el presentador invitado y probablemente imaginaba que abriría él el programa, con la peluca rubia y esa cara que Baldwin describió como “tener un pequeño ano en el centro de la boca”. Pero no, la imitación se hizo esperar hasta por lo menos el minuto 40 del programa, en un acto muy probablemente deliberado. A estas alturas, el productor del programa, Lorne Michaels, y sus guionistas, son perfectamente conscientes de que tienen un espectador-en-jefe en la Casa Blanca que hace hate watching y además critica en Twitter.

El capítulo se abrió en cambio con la imitación revelación de hace una semana, la de Melissa McCarthy haciendo de Sean Spicer, el portavoz y secretario de Prensa de Trump. La actriz de Cazafantasmas borda los modales ultraagresivos de Spicer y basa su parodia en pintar al portavoz como una especie de bebé gigante e irascible. En su primera aparición se despidió diciendo que se iba para echarse “su siesta de niño grande”. Además, los guionistas han extraído oro de un detalle real. El Spicer de verdad tiene el extraño hábito de tragarse hasta 35 chicles al día (Orbit de sabor a canela) y McCarthy alterna las arengas a los periodistas con la ingesta de gigantescas bolas de chicle. En lugar de con gráficos y datos, se explica con “ayudas visuales” como muñecas Barbie. Por ejemplo: una Barbie rubia por supuesto puede pasar el control de aeropuertos. Ahora, una muñeca de la película Vaiana, eso ya es otra historia.

A Trump le cayó casi tan mal la parodia de Spicer como la suya propia, a decir de una de las muchas filtraciones que surgen desde la Casa Blanca. El portal Politico publicó que el círculo cercano al presidente estaba “agitado” por la imitación y hasta especulaba que ésta no ayudaría a Spicer a durar mucho en su puesto. El problema no era que el secretario de prensa aparezca como un sociópata sino que lo interprete una mujer. “A Trump no le gusta que su gente parezca débil”, dijo un donante de la campaña del millonario. Probablemente, esa es la razón por la que McCarthy hizo de Spicer con tacones de aguja (de la marca de Ivanka Trump) esta pasado sábado, para incordiar todavía más al presidente. Además, los guionistas travistieron a otro alto cargo del presidente, el fiscal general recién confirmado, Jeff Sessions, al que dio vida Kate McKinnon. La actriz más versátil de la plantilla (también hizo de la demócrata Elizabeth Warren) exageró el acento sureño de Sessions, y se cebó en su probada fama de racista –en 1986 perdió una nominación a un cargo federal por esa razón–. El programa, además, reservó una sorpresa para el final: un sketch muy meta en el que Leslie Jones (mujer y negra) y Vanessa Bayer se proponen para hacer de Trump y aparecen caracterizadas, con la famosa corbata roja y el tupé color pollito.

Y aun así es posible que el miembro de la Administración Trump que salió peor parado fuera Kellyanne Conway. La ex jefa de campaña y actual asesora, que se metió en un charco ético hace unos días al aprovechar una intervención para promocionar la marca de la hija del presidente, es otra de las especialidades de McKinnon, que la interpreta como una mentirosa enajenada obsesionada con los “clics, clics, clics” en Internet. El sábado la pudo pulir (y exagerar al máximo) en un sketch pregrabado basado en la famosa escena de Atracción fatal en la que Glenn Close espera a Michael Douglas en una casa en penumbra con pésimas intenciones. En este caso, Conway espera a Jake Tapper, presentador estrella de la CNN que dijo que ya no quería contar con ella como entrevistada por su costumbre de repetir falsedades, y le suplica que le ponga en televisión. “¡Quiero ser parte de las noticias, Jake! No voy a dejar que me ignoren” grita una McKinnon-Conway fuera de sí. Aunque algunos criticaron el corto por sexista, la consejera parece tener mejor encaje que sus compañeros. El domingo tuiteó que había hablado con Tapper y que “no pensaba hervir conejitos” para el brunch, en referencia a la famosa escena de Atracción fatal en la que Close ahoga en una olla a la mascota de la hija de Douglas.

Todo apunta a que cada miembro prominente de la Administración Trump acabará con su imitador(a) de cabecera. Rosie O’Donnell, jurada enemiga del comandante en jefe –que llegó a mencionarla por su nombre en los debates presidenciales– se ha ofrecido para hacer de Steve Bannon, al que de momento “interpreta” un esqueleto con capucha y guadaña, como la muerte en las representaciones medievales. La actriz incluso colgó en su cuenta de Twitter una foto suya caracterizada de Bannon en el que el parecido es innegable. También Christine Baranski, la matriarca de Arrested Developement, se presta voluntaria para imitar a la nueva Secretaria de Educación, Betsy de Vos, la billonaria que desprecia la educación pública y defendió que se necesitan armas en las escuelas “para defenderse de los osos grizzly”.

Para hacer de Melania Trump, ya está Cecily Strong, que la imitó en una serie de parodias tituladas Melania Moments durante la campaña. Muy en la línea #freemelania, representaban a una mujer encerrada, literalmente, en la torre de pan de oro y tuvieron chispazos estelares como cuando Melania-Cecily se levanta en plena noche con un presentimiento de que su sustituta, la cuarta mujer de Trump, “acaba de nacer en algún lugar de Letonia” y siente que tiene que destruirla, “no por mí, sino por ella”. Ya fuera de Saturday Night Live, la imitación más famosa de Melania es la que hace la cómica Laura Benanti, que tiene un enorme parecido con la Primera Dama.

El programa, que lleva 42 años emitiéndose sin interrupción pero llevaba un par de años de regeneración, echando demasiado de menos a su elenco jubilado (Kristen Wiig, Jason Sudeikis, Andy Samberg), ha encontrado un filón en su posicionamiento anti-Trump. Sus números de audiencia son los mejores de los últimos 22 años. Sin embargo, desde varios sectores se les critica por su decisión de invitar al propio Trump a hacer de presentador invitado durante la precampaña, en noviembre de 2015. Entonces, hubo protestas a las puertas de Rockefeller Center, donde se rueda el programa, y se les acusó de normalizar al que aun no era el candidato republicano. Aunque tuvo buena audiencia –algo que sigue obsesionando a Trump– el programa dejó mal sabor de boca a todos los implicados y no resultó especialmente gracioso, en parte porque el invitado vetaba todos los guiones que le hacían quedar mal. Pocos en el programa imaginaban entonces que año y medio después Trump vería el programa cada sábado desde la Casa Blanca.

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