Lolita, chica de portada
Un libro explora cómo las cubiertas literarias han tergiversado y sexualizado a la ninfa adolescente por antonomasia.
"Quiero colores puros, nubes que se derritan, dibujos detallados, un rayo de luz reflejado sobre los surcos de una carretera tras la lluvia. Y sin chicas". Vladimir Nabokov (1899-1977) sabía cómo debía ser la portada de Lolita cuando invadió el mercado literario allá por 1955. Así se lo describió a su editor, y así de claro dejó su postura: "solo hay un tema con el que estoy totalmente en desacuerdo: cualquier representación de una niña pequeña".
A punto de cumplir seis décadas desde su primera edición ...
"Quiero colores puros, nubes que se derritan, dibujos detallados, un rayo de luz reflejado sobre los surcos de una carretera tras la lluvia. Y sin chicas". Vladimir Nabokov (1899-1977) sabía cómo debía ser la portada de Lolita cuando invadió el mercado literario allá por 1955. Así se lo describió a su editor, y así de claro dejó su postura: "solo hay un tema con el que estoy totalmente en desacuerdo: cualquier representación de una niña pequeña".
A punto de cumplir seis décadas desde su primera edición (una portada con fondo verde), y con casi 200 portadas a sus espaldas en 37 países, los designios del escritor ruso han quedado bastante alejados de su voluntad. Proyectos como el extraordinario Covering Lolita de Dieter E. Zimmer demuestran que la adaptación cinematográfica de Kubrick en 1962, y especialmente aquellas gafas en forma de corazón y la piruleta que lució Sue Lyon para Bert Stern, han pasado factura al imaginario visual en torno al libro de Nabokov. Ni nubes, ni conceptualismos. La imagen hipersexualizada de la ninfa adolescente de Kubrick ha ganado la partida.
Con esta sensación de tergiversación de símbolos andaba en la cabeza John Bertram, un arquitecto de Los Ángeles que, a través de su blog, ha documentado y seguido de cerca todo el universo Nabokov. Con la ayuda del catedrático de literatura rusa Yuri Leving, Bertram decidió dar una vuelta de tuerca a los clichés en torno a la niña más deseada de Ramsdale y creó The Lolita Book Project, donde invitaba a diseñar portadas conceptuales para recuperar la voluntad del ruso. Un proyecto en el que participaron más de 80 diseñadores gráficos y que propició la publicación en papel de Lolita: The Story of a Cover Girl: Vladimir Nabokov's Novel in Art and Design. (Lolita: La historia de una chica de portada. La novela de Vladimir Nabokov en arte y diseño).
La invasión del ‘efecto Stern’: portada de una edición del libro y póster de la adaptación de Kubrick.
Imagen vía dezimmer.net
Un libro plagado de ensayos para analizar cómo la cultura popular ha asumido una imagen errónea y sexualizada (la Lolita de la novela tiene 12 años, la de Kubrick, 16) y se ha obviado el universo psicológico que el escritor plasmó en su libro.
"Parte del problema es que la misma palabra se ha convertido en la definición de una chica que es promiscua y una especie de depredadora sexual, lo que implica una lectura totalmente incorrecta de la novela", explica Bertram por correo electrónico a S Moda. El editor remarca que Lolita "es justo lo contrario: una niña de 12 años, una pequeña que sufre una experiencia horrible". Un malentendido cultural que viene por la voluntad "de normalizar la relación entre Dolores Haze y Humbert Humbert para hacer que ella se convierta en un objeto de deseo sexual mucho más apetecible. Pero quedarse con esa concepción, precisamente, derrumba el sentido y, si no todo, el poder de la novela".
Una imagen (de)formada propiciada por la sesión fotográfica que Stern hizo a Sue Lyon para promocionar la adaptación cinematográfica. Bertram cree que estas fotos han diluido "la perversidad y la trágica naturaleza" de la novela. "Como Kubrick cambió la edad de Lolita en la película y la convirtió en una adolescente, las fotografías reflejan esto: una chica con la que te podrías casar y, por tanto, una chica sexualmente madura".
Sólo hay que echar un vistazo al archivo de Covering Lolita para comprobar cómo ha calado el efecto Stern en las portadas que llegaron después. Gafas, piruletas (o sucedáneos) y jóvenes sexualmente apetecibles para confundir (y atraer) al lector.
Portadas vía dezimmer.net
Pero, ¿cómo se puede diseñar a Lolita? Si hablamos de portadas más conceptuales y fieles al espíritu inicial de Nabokov, los fetiches que más se han repetido han sido los calcetines de colegiala, las 'Mary Janes' o los coleteros. Una opción más acertada, según apunta este editor, porque nos acerca a las obsesiones del profesor de poesía con actitudes pedófilas. "Personificar a Lolita en portada puede ser un error y casi es mejor ni intentarlo, así que los objetos resultan mucho más fáciles, porque además de representarla a ella, muestran la cosificación por parte de Humbert".
Portadas vía dezimmer.net
Tirar de fetichismo o de jóvenes pseudo lascivas no es la única opción diseñando a Lolita. La genialidad se puede encontrar por otros derroteros. Quizá por ese motivo, de entre todas las portadas de su proyecto conceptual, Bertram se queda con estas dos. Dobles sentidos y líneas difusas para la novela que, involuntariamente, bautizó con nombre propio a la seducción femenina adolescente.
Portada de Andry Pressman y Jamie Keenan para ‘The Lolita book project’.
Cortesía de John Bertram