Livia Firth: «Los trabajadores de la industria textil no se mueren solo por el virus, también se están muriendo de hambre»

Su voz lleva una década alzándose contra las injusticias de la moda. Embajadora de la ONU y cofundadora de Eco Age (la agencia que propone planes de negocio éticos), Firth reflexiona sobre la grave situación de crisis de un sector que ya no puede dar la espalda a la sostenibilidad.

Livia Firth.Getty

Es de esas pocas excepciones a las que estos meses se le ha multiplicado el trabajo. Debates en Zoom, consultorías, informes… Livia Firth es quizá la voz más autorizada entre las que claman por una moda más justa. A esta italiana, productora y realizadora de cine en sus inicios, su activismo le llevó a fundar The Circle junto a Annie Lennox (una plataforma para el desarrollo de las mujeres), a ser embajadora de la ONU, a hablar de la situación de la industria en el Foro Económico Internacional o a fundar Eco Age, una compañía que ayuda a marcas y fábricas a c...

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Es de esas pocas excepciones a las que estos meses se le ha multiplicado el trabajo. Debates en Zoom, consultorías, informes… Livia Firth es quizá la voz más autorizada entre las que claman por una moda más justa. A esta italiana, productora y realizadora de cine en sus inicios, su activismo le llevó a fundar The Circle junto a Annie Lennox (una plataforma para el desarrollo de las mujeres), a ser embajadora de la ONU, a hablar de la situación de la industria en el Foro Económico Internacional o a fundar Eco Age, una compañía que ayuda a marcas y fábricas a caminar hacia estrategias sostenibles.

En este sentido, esta crisis supone un ‘ahora o nunca’. «Es que ya no tienen otra opción. Ya no se pueden preguntar si deberían o no. O son realmente sostenibles o dejan de existir», explica tajante. «Con esta situación la industria se ha quitado el velo y ha quedado expuesta la situación de explotación que rodea a muchas marcas del fast fashion. Mira lo que está pasando, de Bangladés a Camboya, de Sri Lanka a Etiopía. Los pedidos cancelados, sin pagar, y decenas de actitudes reprobables. Los trabajadores no solo se mueren por el virus, sino también de hambre. Y ahora el consumidor conoce el panorama de primera mano», explica. Sí, ahora está en las noticias, pero este problema no es para nada nuevo. «Pasa desde el minuto uno, porque es imposible alcanzar el volumen y los precios de la moda rápida sin explotación. Si hablas con cualquiera en Bangladés te contarán cosas horribles».

Livia Firth junto a una mujer minera en BotswanaEco Age

Desgraciadamente, lo dice con conocimiento de causa. Livia viajó a ese país en 2008 acompañando a una amiga, la periodista Lucy Siegle. No pudo fingir que no había visto lo que vio. De vuelta en Londres,  fundó Eco Age, la agencia que, además de trabajar como consultora para firmas, pone en marcha distintos proyectos mediáticos como el Green Carpet Challenge. La iniciativa nació cuando acompañando a su exmarido, el actor Colin Firth, a las alfombras rojas, los reporteros le preguntaban cómo y de quién iba vestida. Fue entonces cuando decidió aprovechar ese altavoz para publicitar una moda producida de manera limpia y justa, y de paso, animar a que otras celebridades se unieran a la causa. Fue precisamente en unos Oscar donde conoció a Caroline Scheufele, presidenta de Chopard. Le preguntó, sin demasiada intención, de dónde venían las gemas que decoraban sus joyas y juntas comenzaron un viaje que culminó en un hito: ahora la firma suiza utiliza oro 100% ético, extraído y trabajado por cooperativas. «Han invertido en pequeñas comunidades mineras en Botsuana y América. Ese es el verdadero desarrollo», apunta.

Hace cinco años, Livia se armó de valor para volver a un Bangladés que seguía siendo una especie de zona cero tras el desastre del Rana Plaza. De ahí salió el documental The True Cost, que mira a la realidad de la moda sin ambages ni eufemismos. Ella tampoco los tiene al hablar de un concepto: la sostenibilidad, que se ha convertido en una palabra vacía de significado. «Porque en los últimos años lo que ha habido es un lavado de cara. No puedes ser transparente de verdad si no bajas tu nivel de producción. Y todos esos mensajes contradictorios confunden al consumidor», opina. Para ella, el camino hacia la redención es bastante claro. «Hay que invertir en los países donde se fabrica, crear comunidad en la cadena de producción», apunta. Obviamente, esta solución no vale para las empresas que se amparan en la confección veloz y desaforada. «Las únicas que lo hacen bien son las independientes, que pueden controlar la red, los materiales que usan y cuánto pagan a cada trabajador». Pero puede hacerse. «Aplaudo, por ejemplo, la decisión de gigantes como Gucci, que ahora solo hará dos colecciones al año». Son cambios arriesgados en lo económico, logístico y hasta en lo cultural, pero por encima de todo, sobrevuela el reto ético. «También es creativo, hay que reimaginar un paisaje entero», dice. La crisis ha callado las bocas a los incrédulos del desastre ecológico. Y con ello ha revelado una realidad humana que conocíamos a medias (o que no queríamos ver). «El futuro ya no es desechable», concluye

Livia posa junto a algunas de las participantes de uno de sus proyectos: el apoyo a diseñadores, empresarios textiles y artesanos de los países de la CommonwealthEco Age

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