Las revistas de moda también se van de Rusia: el fin de una conquista cultural con más calado del aparente
El grupo editorial Condé Nast ha anunciado que pondrá en pausa la edición rusa de sus cabeceras: de Vogue a GQ pasando por Glamour. Una decisión que llega después de que las autoridades rusas aprobaran una ley por la que aquellos que publiquen información considerada como «falsa» o protesten contra la guerra podrán ser encarcelados.
Las revistas de moda se suman al éxodo de medios de comunicación que han abandonado Rusia después de que las autoridades del país anunciaran que castigarán con hasta 15 años de cárcel cualquier afirmación sobre sus acciones en Ucrania que califiquen como falsa. La nueva ley rusa ha provocado que los corresponsables de agencias y medios de comunicación como Reuters, Bloomberg, The New York Times o la...
Las revistas de moda se suman al éxodo de medios de comunicación que han abandonado Rusia después de que las autoridades del país anunciaran que castigarán con hasta 15 años de cárcel cualquier afirmación sobre sus acciones en Ucrania que califiquen como falsa. La nueva ley rusa ha provocado que los corresponsables de agencias y medios de comunicación como Reuters, Bloomberg, The New York Times o la BBC hayan abandonado el país. Y ahora es el grupo editorial Condé Nast, responsable de varias cabeceras de moda, el que ha asegurado que pondrá en pausa la edición de sus cabeceras en el país.
«Seguimos conmocionados y horrorizados por la violencia sin sentido y la trágica crisis humanitaria que está teniendo lugar Ucrania», ha afirmado en un comunicado Roger Lynch, CEO del grupo. «Es fundamental que podamos producir nuestro contenido sin poner en riesgo la seguridad de nuestro personal y, recientemente, el gobierno ruso aprobó nuevas leyes de censura que ahora nos impiden hacerlo», añadió. Por este motivo, las cabeceras de Vogue (que se publicó por primera vez en Rusia en 1998), GQ, GQ Style, Tatler, Glamour y AD, todas pertenecientes al grupo, dejarán de editarse en el país por el momento. La editorial de revistas también ha comunicado a sus empleados que hará una donación a la Cruz Roja Internacional para apoyar a los damnificados por la invasión de Ucrania.
La decisión de Condé Nast de pausar su actividad en Rusia se suma a la posición tomada por otros agentes de la industria de la moda. Numerosas firmas han comunicado en los últimos días su decisión de cerrar las tiendas físicas y el comercio online con el que operan en el país. Desde las grandes cadenas como Inditex, Mango, H&M o Nike hasta las más lujosas casas de moda (Chanel, Hermès o las pertenecientes a los grupos LVMH, Kering o Richemont) han abandonado el país, siendo la japonesa Uniqlo una de las pocas en anunciar que seguirá operando con normalidad. Según datos de Euromonitor, en total, la industria de la moda en Rusia genera un volumen de ventas de 30.000 millones de euros, lo que le sitúa como el noveno mayor mercado para ese sector a nivel global.
La llegada de las revistas del grupo Condé Nast a Rusia en 1998 supuso un enorme impacto cultural para un país que estaba deseando integrarse en la «normalidad» de la sociedad de consumo y en el que las publicaciones de venta en los quioscos siempre habían significado una ventana a una libertad que no era posible en ningún otro medio de comunicación: lo que en este país se llamaban «revistas literarias» no eran otra cosa que boletines en los que se difundían de forma encubierta obras terminantemente prohibidas por el estalinismo. Aunque a esas alturas de los noventa la mayoría de símbolos asociados al capitalismo ya se habían hecho hueco en la capital rusa, faltaba por llegar esta empresa editorial que funciona desde los años veinte como un brazo armado de la industria de la moda y del lujo, cuyos productos eran ya consumidos por forma febril por los oligarcas y que además tenían como embajadoras globales a algunas de las modelos mejor pagadas del mundo, rusas también. Natalia Vodianova, casada hoy en día con el propietario y magnate del grupo LVMH es el máximo exponente.
Como cuenta el periodista ruso Michael Idov en un curioso reportaje titulado «When Vogue came to Russia» publicado en la revista literaria Lit Hub, cuando la editorial CondeNast llegó a Rusia, el edificio en el que se instalaron sus revistas (entre las que se cuenta Vogue) recibí el nombre de «el refrigerador de abrigos de piel». La broma venía de que en el número 11 de Bolshaya Dmitrovka había habido una enorme nevera a la que desde los tiempos del Zar acudían las esposas de los grandes empresarios, las esposas de los gerifaltes del régimes comunista y las amanes de los gangsters más famosos a guardar sus prendas peludas durante los meses de verano.
Cuando se lanzó la revista, en el mes de agosto de 1998, con una fiesta por todo lo alto, el estado de la economía rusa era lamentable y el rublo se había devaluado absolutamente. La prensa local reflejó el evento diciendo que este acontecimiento y el primero número asociado a él serían los últimos. No solo no lo fueron sino que la edición rusa de la revista ha sido una de las más rentables de la compañía en los últimos veinte años. Desde el punto de vista cultural, director de la compañía en la delegación rusa, un alemán del este llamado Bernd Runge se convirtió en toda una leyenda, no solo por la destreza con la que consiguió hacer de las publicaciones de la editorial un producto exitoso sin también por el estatus legendario que alcanzó cuando a los pocos años de aterrizar en el país, el semanario alemán Der Spiegel desveló que había sido agente de la Stasi. Todo eran símbolos.
La marcha de las revistas de moda del país en este momento es más relevante de lo que pueda parecer, dado que estos productos editoriales no solo son fundamentales para dinamizar el consumo de productos de todo tipo -desde perfumes hasta coches- sino que son fuentes de pluralismo y diversidad, en un país donde la homofobia más rampante se ha adueñado de la escena política.
La nueva ley de Rusia que afecta a los medios de comunicación castigará a aquellos medios y periodistas que «favorezcan la desinformación» o publiquen información percibida como falsa por parte de las autoridades rusas. Pero, además, como recoge El País, la nueva norma rusa tampoco tolera las críticas, ni las protestas contra la guerra. Apoyar las restricciones de otros Estados a la economía rusa o a sus altos cargos se castigará con hasta tres años de prisión o trabajos forzosos, además de una multa. Incluso redes sociales como Facebook y Twitter han sido bloqueadas. Por el momento, otras cabeceras de moda internacionales como Elle, L’Officiel o Harper’s Bazaar continuan publicándose en su edición rusa.
Mientras tanto, las editoras Vogue Ucrania han contado cómo vivieron el estallido de la guerra y cómo aquellas periodistas que decidieron quedarse en Kiev han continuado trabajando dando cobertura informativa al conflicto. «Nunca hubiera imaginado que la web de una revista de moda se convertiría en esto, pero estas son las realidades de nuestro tiempo: en lugar de cubrir tendencias y entrevistas con famosos, escribimos sobre cómo detener una hemorragia y cómo ayudar al ejército ucraniano», explicaba Daria Slobodyanyk, redactora de cultura. En sus perfiles sociales y en la web de la revista siguen dando cobertura al conflicto publicando reportajes como el titulado: Cómo cruzar la frontera, cómo vivir y cómo encontrar trabajo temporal.