La odisea de Sarah Ransome, la mujer que intentó huir a nado de la «isla de las orgías» de Epstein y que ahora vive en España
«Me encanta vivir en España porque está muy lejos. Jeffrey Epstein jamás me podría encontrar aquí», cuenta la británica en Jeffrey Epstein: asquerosamente rico, uno de los documentales más vistos de Netflix. ¿Quién es y qué ha sido de ella?
«Me encanta vivir en España porque está muy lejos. Jeffrey Epstein jamás me podría encontrar aquí. Me llamo Sarah Ransome y en 2006 Jeffrey Epstein traficó sexualmente conmigo». Estamos en el tercer capítulo de Jeffrey Epstein: asquerosamente rico, la mini serie documental que se ha convertido estos días en lo más visto en Netflix España. Dirigida por Lisa Bryant y basada en el libro homónimo que publicó en 2017 James Patterson, escritor y vecino de Epstein en Palm Beach, el documenta...
«Me encanta vivir en España porque está muy lejos. Jeffrey Epstein jamás me podría encontrar aquí. Me llamo Sarah Ransome y en 2006 Jeffrey Epstein traficó sexualmente conmigo». Estamos en el tercer capítulo de Jeffrey Epstein: asquerosamente rico, la mini serie documental que se ha convertido estos días en lo más visto en Netflix España. Dirigida por Lisa Bryant y basada en el libro homónimo que publicó en 2017 James Patterson, escritor y vecino de Epstein en Palm Beach, el documental ahonda, a través del relato de sus víctimas, en la pirámide de abusos, pedofilia y tráfico de menores que tejió el multimillonario durante décadas hasta que se suicidó, según la versión oficial, en su celda en Manhattan el 10 de agosto de 2019 a la espera de ser juzgado por tráfico sexual. En este momento de la serie, centrado en explicar las dinámicas de violaciones y abusos en la conocida como «isla de las orgías» que el financiero poseía en las islas Vírgenes, conocemos por primera vez a Ransome, una británica nacida en Sudáfrica que, por lo que se desprende del documental, ahora reside cerca de la costa del Garraf. Así es presentada, con unos planos aéreos de Sitges (Barcelona), con la joven caminando por el paseo marítimo de la ciudad.
La suya es una de las historias destacadas del documental: ella fue quien intentó escapar a nado de la isla privada del magnate en 2006, pero no pudo hacerlo y fue capturada de nuevo por Epstein. También ha sido una de las mujeres que más activamente ha luchado por vocear y denunciar en los juzgados la consentida red de trata sexual del financiero.
¿Quién es?
Sarah Ransome nació en Johannesburgo en 1984. Hija de padres británicos, su abuelo materno es lord Gordon Macpherson, el segundo barón de Drumochter, un título asociado al condado de Essex, en Reino Unido. La suya, no obstante, no fue una infancia fácil. Según explicó la propia Ransonme en una entrevista en septiembre de 2019 a The Telegraph, ocho años antes de que Epstein traficase sexualmente con ella, fue violada por un adinerado compañero de clase de su hermano cuando apenas tenía 14 años. La policía sudafricana desestimó el caso cuando presentó la denuncia a las autoridades y ahí llegó la primera vez que intentó suicidarse.
La adolescente cambió Sudáfrica por las Highlands escocesas, mudándose con sus tíos, se matriculó en la Universidad de Edimburgo, pero la abandonó, según explicó, por motivos económicos y por una relación abusiva que la dejó «sin dinero». En septiembre de 2006, a sus 22 años, decidió mudarse a Nueva York, «donde se cumplen los sueños», para estudiar moda. A las dos semanas de aterrizar en Manhattan conoció a una de las intermediarias de la red de tráfico sexual de Epstein, Natalya Malyshev, en una discoteca de la ciudad, el club Quo. «Al momento se hizo amiga mía, parecía mi mejor amiga. Me contó que conocía a un tío increíble, una especie de filántropo. Me dijo que era buen tío y que él podía hacer mis sueños realidad», cuenta Ransome en el documental. Ese «buen tío» era Jeffrey Epstein.
¿Cómo entró en contacto con Epstein?
Ransome conoció al financiero a través de Malyshev, una de las mujeres que conducía su, como dicen en un momento de la serie, «esquema piramidal de abusos». Ella fue quien organizó su primera cita, que consistió en ir al cine juntos en Nueva York. «Fue encantador, carismático, amable, atento. La verdad es que me escuchaba», cuenta la británica en la cinta. A los dos días, Malyshev la llamó por teléfono: «Le has caído genial», le dijo. El siguiente paso era una invitación a su isla privada en las islas Vírgenes, Little Saint James, esa a la que los vecinos llamaban «la isla del pedófilo»; Epstein la apodaba «Little Saint Jeff’s» y su séquito y la prensa, «la isla de las orgías». Por aquel terreno supuestamente paradísiaco pasaron desde invitados y amigos personales a, según extrabajadores de Epstein, figuras tan conocidas y poderosas como el expresidente Bill Clinton (él lo ha negado) o el príncipe Andrés de Inglaterra.
En el vuelo de ida, en su avión privado, Ransome ya tuvo un mal presagio. «Pasó una cosa curiosa: Jeffrey mantenía relaciones sexuales con una chica delante de todos. Todo el mundo fingía estar dormido. Fue muy traumático«. Ransome fue violada la primera tarde que pasó en el supuesto paraíso del financiero. «Natalya dijo que Epstein quería verme en su habitación. Cuando llegué, había una camilla de masajes. Me pidió que me tumbase y allí me violó. Era como estar en una mesa de operaciones y no poder hacer nada mientras te hacen de todo por tu cuerpo. Cuanto más daño te hacía, más disfrutaba con tu dolor», rememora la británica en el documental.
Por qué intentó escapar a nado de la isla
«Fue un día que me había violado tres veces», cuenta la británica en la cinta. «Él hacía cosas que ningún hombre debería hacer a una mujer. Y las hacía sin parar, me cansé». Sarah creyó ver la luz: vio un quad sin conductor, saltó sobre él y, según explicó a The Telegraph, buscó el rincón más remoto de la isla para saltar al mar y tratar de huir a nado hasta Saint Thomas. «En ese punto en el que estaba, hasta un tiburón hubiese sido mi mejor amigo. Nunca pensé en nada más, solo quería salir de allí». No pudo ir muy lejos. La isla estaba llena de videocámaras y en pocos minutos apareció todo un equipo para persuadirla de que volviese a la casa. Volvió pero abandonaría toda conexión con Epstein al poco tiempo, cuando éste le pidió que reclutase a «otra asistente» y que viajase hasta Sudáfrica para buscar a una joven de 18 años y modelo a la que añadir a su red de tráfico sexual. Ella se negó en rotundo y dejó Nueva York.
En 2017, contrató a los abogados David Boies y Sigrid McCawley y lo demandó, también a Ghislaine Maxwell, su confidente, y a tres asistentes más por tráfico sexual durante siete meses. Según explicó Ransome en esa entrevista en profundidad, «en seis meses nunca le vi trabajar. Ni un día. Nunca trabajaba, se pasaba el día abusando de nosotras».
Si bien ella ha querido dejar claro que en ningún momento se considera una víctima («soy una superviviente») y que fue consciente de lo que hacía en todo momento, sí que ha destacado por activa y por pasiva que el carácter depredador de Epstein le hacía reclutar a jóvenes y niñas desvalidas o dañadas por el sistema. Pese a su conexión familiar con la nobleza, Ransome ha asegurado que en aquella época estaba sin blanca tras una relación tóxica en Edimburgo. «Jeffrey era un depredador de niñas que no tenían nada. Chavalas que estaban casi en la calle. Yo prácticamente era una sin techo. Salía de una relación de abusos en Edimburgo. No tenía dinero», explicó al rotativo. «Epstein me prometió un visado, una plaza en el Fashion Institute de Nueva York. Él tenía todo ese poder sobre mí».
Cuando no estaba en la isla, Ransome vivió en un edificio que poseía Epstein en el Upper East Side de Nueva York. No tenía ni idea de qué pasaba con el resto de chicas, porque el financiero se aseguraba de que no se hicieran amigas. Epstein controlaba su vida: qué comía, qué vestía, sus médicos (le pagó un psiquiatra para saber cómo andaba su depresión) y su apariencia física. En la misma entrevista al diario británico, Ransome cuenta cómo le obligaron a perder peso durante la etapa en la que traficaron sexualmente con ella. «Me ponían platos de comida delante mío, y los tiraban. Entonces le decían al chef que solo me diera un par de rodajas de pepino y un tomate. Me tenía que sentar en la mesa, muerta de hambre y ver cómo el resto comía». En la isla llegó a comprobar cómo se quedaban con su pasaporte, algo que, al parecer, era una constante en la red de Epstein. En una denuncia de 2015 contra Maxwell, una de las amas de llaves declaró que una niña de 15 años sueca le dijo que Ghislaine se había quedado con su pasaporte en la isla y la obligó a mantener relaciones sexuales con Epstein.
Qué ha sido de ella
Ransome vive en España, presumiblemente en la costa de Garraf, por lo que desprende el documental y, según explicó a The Telegraph, estudia programación informática y reside junto a su pareja. Su familia, pese a las reticencias en un principio de hacer público su caso, la ha apoyado en el proceso judicial.
Qué sabemos de la «isla de las orgías»
Según recogía en un artículo The Cut, Epstein compró Little St. James en 1998 por 7,95 millones de dólares (unos siete millones de euros). Emplazada entre las islas más grandes de St. Thomas y St. John, después de comprar el terreno de unas 30 hectáreas, Epstein, según Bloomberg, equipó la isla con enormes palmeras, múltiples edificios y una plataforma para helicópteros.
Aunque no se sabe mucho sobre el interior de la residencia principal –todas las imágenes del documental son tomadas por drones–, un exempleado dijo que Epstein tenía dos oficinas, a las que no se le permitía entrar a nadie más que a la encargada de la manutención y limpieza, donde guardaba cajas de seguridad. Un excontratista de comunicaciones que trabajó para Epstein desde 1999 hasta 2005 también arrojó luz sobre lo que se encontraba dentro de la residencia de Epstein. Al igual que en el interior de su mansión en Palm Beach (Florida) y tal como pudo comprobar la policía en el registro de su residencia en Nueva York, en esta casa, Epstein también contaba con innumerables fotos de mujeres desnudas. «Había fotos de mujeres en topless en todas partes», dijo el contratista Steve Scully, el experto en comunicaciones que también aparece en Epstein: asquerosamente rico, a ABC News. «Estaban en su escritorio, en su oficina, en su habitación».
Mientras Epstein se enfrentó al caso judicial de 2007 por las acusaciones de acceder a servicios de prostitución en Florida, según los informes legales a los que tuvo acceso la NBC, durante ese periodo de tiempo, el magnate tuvo tiempo para ordenar la construcción en su isla privada de un spa, una sala de estar que se conectaría a un teatro, una nueva cocina y dos nuevas habitaciones. En total, buscó expandir su residencia en casi seis mil metros cuadrados, una transformación que convirtió su casa principal en una mansión.
Los seguidores de la última temporada de The Good Fight (que ha dedicado un episodio a las teorías de la conspiración que rodean al suicidio del magnate) habrán comprobado que en Asquerosamente rico también aparece el enigmático edificio de rayas azules con una bóveda dorada (la bóveda ya no existe, voló en 2017 con el huracán Irma). Según investigó Insider, no se sabe qué llevó a Epstein a construir ese templo, pero una de las teorías es que sirvió para que pudiese practicar piano: los trabajadores, según desveló AP, lo describían como una habitación de música con paredes acústicas y un gran piano en su interior. Otras teorías desprenden que era un simple gimnasio presidido por una foto en topless de una mujer gigante.
Según recogía The Cut, una investigación de Fox News reveló que la isla servía como base de operaciones para su trama de tráfico sexual y que Epstein contaba con un equipo de personas para que traficase con niñas de 12 años en adelante. Las menores y las jóvenes llegarían en su avión y serían llevadas a la isla desde St Thomas en un barco de su propiedad que se llamaba Lady Ghislaine. Una vez allí, las jóvenes serían cautivas e incluso se les retiraba el pasaporte, así lo denunció Ransome. Para ella, la explotación sexual de menores era vox populi. «Las autoridades que nos recibían en el aeropuerto, y lo veían con cinco niñas, lo saludaban como si fuera una celebrity. Nadie decía nada, pero todos lo sabían. Lo sabían los que recogían el equipaje, los pilotos, el personal del aeropuerto. Todos lo sabían». Sus vecinos, sin ir más lejos, también: para ellos, simplemente, era «la isla del pedófilo».