Combatir con lana: triunfan las firmas que reivindican cultura y sostenibilidad
La ética personal aviva la creatividad de diseñadores que apuestan por etiquetas en las que prima el respeto a los animales, a los artesanos y al medio.
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Su abuela estaba enferma y, tras 15 años trabajando para la industria de la moda, Paula Delgado decidió pedir una excedencia y regresar con ella a Argentina: «Quise vincularme con el tejido desde otro lugar. Sudamérica tiene una historia textil riquísima, desde lo indígena a lo generado a través del intercambio con Europa». Aprendió a hilar con huso y a tintar con pigmentos naturales. Tras unos meses en Escocia para «estudiar el punto desde otro ángulo», creó Ound, una etiqueta pausada que rechaza el exceso. «El sistema del fast fashion afecta al planeta y a las personas. Llegó un momento en el que no quise participar en algo con lo que no estaba de acuerdo», razona.
La sostenibilidad de todo el proceso se convierte en demanda, pero también en motor para la creación de firmas que abogan por rescatar tradiciones. La ética personal motivó a Yolanda Estévez y Pedro Castellanos a idear Knitbrary, una oda a la belleza silenciosa de la lana: «Hay algo emocional inherente al punto. Está unido a la memoria, a los recuerdos, a las personas que amamos», explican los diseñadores que ya venden en 15 países. Los gallegos viajan por el mundo seleccionando fibras y tienen un taller propio en Perú. «Desarrollamos nuestros propios hilados colaborando con hilanderías que comparten nuestro compromiso social y medioambiental, respetando a los productores y a las comunidades involucradas».
En la península Ibérica la práctica de la trashumancia contribuye a dar impulso a las regiones del interior: «Las ovejas merinas ya forman parte de la fauna del país y juegan un gran papel en la conservación de la biodiversidad del monte», dice Anna Pujals. La situación de los pastores la alentó a concebir Lana Serena. «A lo largo de los siglos, las vías pecuarias han sido ejes de transmisión cultural. Fuente de tradiciones, fiestas, gastronomía, arquitectura… que hoy forman parte de nuestra riqueza». Sus prendas recuperan técnicas ancestrales que se tejen con volúmenes o texturas que apelan a la naturaleza. «Estamos en un momento crucial, un nuevo despertar de la conciencia global. El consumidor entiende que estar informado es un derecho intrínseco en su decisión de compra». Muchas de sus prendas se hacen por encargo en un mínimo de dos semanas: «La clienta lo valora. Nuestra filosofía es la de producir lo necesario y respetar los tiempos». Una vocación atemporal que comparte con Marta Bahillo, la diseñadora detrás de Babaà: «Cada pieza se hace en España para que dure. Nuestra lana viene del norte, es recogida, hilada y teñida por artesanos. Trabajamos juntos para beneficiarnos de su experiencia».