Otra mujer muere buscando el autobús de ‘Hacia rutas salvajes’, la obra de culto que se cobra vidas
Desde que se estrenó en las salas la adaptación cinematográfica de la historia de Chris McCandless, decenas de personas han seguido sus pasos adentrándose en la peligrosa naturaleza de Alaska.
No hace falta ni terminar de escribir ‘Into the wild bus’ para que la herramienta de búsqueda predictiva se adelante a tus deseos con decenas de propuestas. Una paradoja, teniendo en cuenta el alma de la historia, que lleva a pensar en qué hubiera sido de Christopher McCandless de conocer las futuras bondades de Google. Las opciones ofrecidas delatan la intención de los que teclean –localización, coordenadas, cómo llegar, mapas–, y se agolpan en pantalla los artículos de blogs de aventureros que desgranan paso a paso la ruta hacia el destino. En una sociedad q...
No hace falta ni terminar de escribir ‘Into the wild bus’ para que la herramienta de búsqueda predictiva se adelante a tus deseos con decenas de propuestas. Una paradoja, teniendo en cuenta el alma de la historia, que lleva a pensar en qué hubiera sido de Christopher McCandless de conocer las futuras bondades de Google. Las opciones ofrecidas delatan la intención de los que teclean –localización, coordenadas, cómo llegar, mapas–, y se agolpan en pantalla los artículos de blogs de aventureros que desgranan paso a paso la ruta hacia el destino. En una sociedad que presume de individuos que acuden a Chernóbil para enriquecer su Instagram empujados por un éxito televisivo, no debería extrañar que otros tantos pongan en peligro su vida para peregrinar hasta el vehículo en el que murió el protagonista de la obra literaria y filme de culto después, Hacia rutas salvajes (Into The Wild).
Los recién casados Veramika Maikamava y Piotr Markielau, bielorrusos de 24 años, decidieron dedicar el viaje de su luna de miel a explorar Alaska, más concretamente, el Parque Nacional de Denali. Su objetivo era seguir los pasos dados por McCandless, interpretado por Emile Hirsch en la película de 2007, hasta dar con el autobús en el que falleció el joven convertido en mártir del movimiento anticapitalista. El obstáculo que encontraron fue el mismo con el que se topó su ídolo: la fuerza del caudal del río Teklanika, incrementada debido a las fuertes lluvias de los días anteriores. Veramika perdió el equilibrio mientras intentaba cruzarlo, se soltó de la cuerda y fue arrastrada por la corriente. Aunque su pareja consiguió sacarla del agua unos metros después, no pudo reanimarla. El diario Fairbanks Daily News-Miner publicó el pasado 23 de julio los detalles de una historia que ha estremecido a los medios de todo el mundo, pero que no es la primera vez que ocurre.
El filme, basado en el libro homónimo de Jon Krakauer de 1996, ha cimentado en los últimos años su estatus como biblia neohippie y obra de culto, aclamada por una legión de seguidores que rinden pleitesía al universitario que murió de inanición a los 24 años tras abandonar los placeres de la vida acomodada para sumergirse en la naturaleza más cruda. En 2010, otra turista suiza de 29 años murió ahogada en el Teklanika y, según confirmó Ken Marsh, portavoz de la policía del estado de Alaska, desde que la película dirigida por Sean Penn llegó a la cartelera se han realizado hasta quince operaciones de rescate en la zona. Cientos de turistas procedentes de todas partes del mundo han intentado llegar a este nirvana sobre ruedas, con la intención de repetir el idílico y romántico viaje de búsqueda de sí mismos ignorando lo kamikaze de la empresa.
McCandless vivió allí durante algo más de cien días durante el verano de 1992. Movido por las obras de London, Thoreau y Tolstói, y en un recorrido a lo largo de Estados Unidos con reminiscencias del narrado por Kerouac en En el camino, decidió poner a prueba su capacidad de supervivencia sin apenas equipamiento o víveres y tras haber donado todos sus ahorros. Su casa durante aquel tiempo fue un autobús abandonado. Conocido desde entonces como Magic bus, el número 142 de la flota pública de Fairbanks fue llevado hasta allí tres años antes por una empresa de construcción como refugio temporal para sus empleados. Cuando el hambre empezaba a pasarle factura –llegó a pesar solo 30 kilos–, McCandless trató sin éxito de cruzar el Teklanika para volver a la civilización. El día que unos excursionistas lo encontraron ya llevaba tres semanas muerto.
Sus memorias, recogidas por el periodista Jon Krakauer en forma de reportaje para la revista Outside y después como libro, han inspirado a grupos como los canadienses Arcade Fire, que le dedicaron el tema Neighborhood 2. El éxito de la adaptación cinematográfica, nominada a dos Oscar, y el peregrinaje inconsciente de sus fans, supuso un pelotazo turístico que las agencias aprovechan ofreciendo diferentes tours alrededor del parque y hasta viajes en helicóptero desde los que vislumbrar –de una forma más segura– el célebre vehículo. No es raro encontrar imágenes en Instagram de excursionistas que lograron llegar hasta él. “La felicidad solo es real si se comparte”, escribía una de las instagramers afortunadas mientras posa junto al refugio, replicando la célebre cita atribuida a McCandless.
El fallecimiento de Veramika Maikamava ha vuelto a agitar la controversia entre los vecinos del parque, que debaten sobre si la mejor solución para acabar con este tipo de noticias sería trasladar el autobús desde su localización original hasta un lugar seguro o directamente «coger una cerilla y una bombona de butano» y cortar por lo sano. Según recoge el periódico Anchorage Daily News, los habitantes de las localidades colindantes aseguran estar hartos de que los turistas desoigan sus advertencias sobre la peligrosidad de la ruta, sin contar el impacto económico que tiene en los contribuyentes los rescates periódicos. La polémica alrededor del 142 no es muy distinta de la que despierta el mismísimo McCandless, calificado por algunos como héroe de la contracultura, y por otros como un mero senderista temerario, cuya fama solo se entiende a raíz de lo fatídico de su final y del abrazo –capitalista– hollywoodiense. Kris Fister, portavoz del Parque Nacional de Denali, confirmó en el mismo diario que sería la propia presión turística la que terminaría acabando con el icónico emplazamiento. “No creo, a tenor de las condiciones actuales y a la cantidad de gente que llega hasta él y se lleva algo de recuerdo con ellos, que el autobús dure demasiado”. Quizá Hacia rutas suicidas hubiera sido un mejor título para la obra.