‘Sirens’, la revolución de la única banda femenina de trash metal en Oriente Medio
El documental, estrenado en el Festival de Sundance, sigue a Slave to Sirens en su lucha personal, musical y política por el convulso Líbano. Natasha Lyonne (‘Russian Doll’) y Maya Rudolph (‘La boda de mi mejor amiga’) producen.
Estadounidense de nacimiento, afincada en Los Ángeles, hija de inmigrantes marroquíes, la cineasta Rita Baghdadi llevaba mucho tiempo decidida a retratar la vida y personalidad de las mujeres de la región del Norte de África y Oriente Medio de otra manera cuando se encontró por casualidad con la música de Slave to Sirens, la primera y única banda femenina de trash metal de la región. “Quería contar historias de mujeres jóvenes reales, intentar borrar todos esos estereotipos negativos sobre la población árabe, un retrato más auténtico que las colocara en primer plano”, explicaba antes del estre...
Estadounidense de nacimiento, afincada en Los Ángeles, hija de inmigrantes marroquíes, la cineasta Rita Baghdadi llevaba mucho tiempo decidida a retratar la vida y personalidad de las mujeres de la región del Norte de África y Oriente Medio de otra manera cuando se encontró por casualidad con la música de Slave to Sirens, la primera y única banda femenina de trash metal de la región. “Quería contar historias de mujeres jóvenes reales, intentar borrar todos esos estereotipos negativos sobre la población árabe, un retrato más auténtico que las colocara en primer plano”, explicaba antes del estreno en el Festival de Sundance de Sirens, el resultado de su deseo y de su historia de tres años con estas jóvenes.
Slave to Sirens es un grupo compuesto por cinco jóvenes libanesas, menores de 30. Fundado hace unos siete años por sus dos guitarristas, Lilas Mayassi y Sherry Bechara, en un intento no solo de responder a su gusto y pulsión musical por el metal, sino como una forma de expresión y rebelión frente a una sociedad que, aunque aparentemente sea más libre que en otros países de la zona, reprime y arrincona a las mujeres. “Desde el día que mis abuelos nacieron, este país ha estado jodido: guerra, inestabilidad, paro”, dice Lilas en una de sus múltiples y emotivas declaraciones que acompañan las imágenes de un Beirut vivo y destruido.
Si el trash metal como género musical ya está mal visto en una sociedad como la libanesa, que lo toquen cinco mujeres es prácticamente un escándalo. “Vivimos en un círculo vicioso de mierda”, dice abiertamente Lilas. “La banda es nuestra forma de escapar, de ser quienes queremos ser”.
Gritar, mover la cabeza, tocar a un ritmo loco es su manera de huir del dolor, intentando sortear las limitadas expectativas que la sociedad y sus familias tienen reservadas para ellas. La madre de Lilas, por ejemplo, insiste en que no la dejará irse de casa hasta que no encuentre marido. Algo que parece imposible. A partir de la formación de la banda y de su amistad con Sherry, Lilas vive su despertar sexual con mujeres. Y el documental se vuelve especialmente interesante cuando deja las condiciones socio-políticas de fondo de pantalla para centrarse en la madurez de estas mujeres, en su amistad, en su amor y desamor. En esa vida que cualquiera podría tener en el mundo.
“La grabación del documental nos afectó a nuestra vida personal y nos empujó a esforzarnos más por sacar adelante nuestro álbum”, explicó Lilas después del estreno en Sundance. El rodaje empezó en 2018, cuando Slave to Sirens acababa de sacar su álbum de cuatro temas, y consiguieron una invitación al festival de Glastonbury, una experiencia que acabó siendo decepcionante y otra prueba de que el metal de mujeres no es grande en ningún sitio. “El metal es 100% puro sacrificio”, como dice una de ellas en el filme.
Baghdadi las visitó en Beirut durante los dos años siguientes, a pesar del golpe de la pandemia. Y la película acabó siendo algo muy distinto a lo esperado. Primero, porque al ganarse su confianza descubrió esa relación personal sobre la que reescribió el guion inicial; y después, y sobre todo, por el estallido de la revolución en Líbano, en cuyas marchas participa todo el grupo y también por la trágica explosión del puerto de Beirut en agosto de 2020. “Un trauma que, especialmente, ha golpeado a los más jóvenes como ellas”, dice la directora. “Heredamos el trauma de nuestros padres, pero no fuimos conscientes hasta que la explosión ocurrió”, dice Lilas en la película. “Nuestra casa ya no la sentimos segura, la amistad ya no nos da seguridad, el amor ya no nos da seguridad”.
Todo eso marca el tono de una historia contada con mucha sensibilidad, sin abandonar la carga política en primer plano o como escenario. Tener una banda de trash metal en la región es político y salir del armario en este documental con estreno internacional en Sundance, también lo es. “Lilas y Sherry dieron todo de ellas porque quieren cambiar las vidas de la gente joven en la región”, afirma Baghdadi.
El impacto de Sirens, además, ha sido mayor porque desde casi el principio contó como productoras con dos nombres femeninos importantes en Hollywood. Natasha Lyonne (Russian Doll, Orange is the New Black) y Maya Rudolph (La boda de mi mejor amiga; mujer del director Paul Thomas Anderson) acababan de montar su propia productora cuando cayeron en sus manos las imágenes del primer viaje de Baghdadi a Beirut. “No buscábamos documentales, pero nos encantó su pasión y talento en cuanto lo vimos; y temáticamente encajaba con lo que esperamos hacer con nuestra empresa: luchar por historias de mujeres fuertes y no convencionales, buscando un sentido más profundo a este mundo demasiado revuelto”, explicó Lyonne después de la presentación. “Eso y que las dos somos muy metaleras”.
Con la pandemia, los pocos conciertos que Slave to Sirens conseguían por el mundo, pararon del todo. Llevan más de un año sin tocar en público. “La escena del metal es aún más pequeña que cuando empezamos, en Líbano ya no hay locales para tocar”, contaba Sherry. Pero ellas siguen. Están terminando de grabar un nuevo álbum y esperan que la película les abra los escenarios de otras partes del planeta. No hablan de salir de su país, pero implícito queda que para muchas mujeres como ellas no quedan muchas más opciones.