«La cuestión es cuánto más sacrifica una mujer que un hombre para llegar donde quiere»
Reunimos a 40 perfiles, como las 40 horas semanales que en nuestro país se alargan como una losa afectando, sobre todo, al sector femenino, para hablar de las soluciones a un problema que nos afecta a todos.
Mujeres referentes en la lucha por la igualdad que hablan claro de paridad, especialmente en el ámbito laboral. Reunimos a 40 perfiles, como las 40 horas semanales que en nuestro país se alargan como una losa afectando, sobre todo, al sector femenino. Los datos lo confirman. Según el último barómetro del CIS que analiza la corresponsabilidad en las tareas del hogar, ellas dedican más tiempo al trabajo doméstico y a los cuidados: 3 horas y 50 minutos exactamente al día; mientras que ellos lo hacen 2 horas y 3 minutos. Casi la mitad.
Dolors Montserrat, mi...
Mujeres referentes en la lucha por la igualdad que hablan claro de paridad, especialmente en el ámbito laboral. Reunimos a 40 perfiles, como las 40 horas semanales que en nuestro país se alargan como una losa afectando, sobre todo, al sector femenino. Los datos lo confirman. Según el último barómetro del CIS que analiza la corresponsabilidad en las tareas del hogar, ellas dedican más tiempo al trabajo doméstico y a los cuidados: 3 horas y 50 minutos exactamente al día; mientras que ellos lo hacen 2 horas y 3 minutos. Casi la mitad.
Dolors Montserrat, ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha abandonado por un momento su proverbial discreción para señalar un par de duras realidades acerca de la desigualdad de género: la existencia de obstáculos en femenino, así como las diferencias entre lo que se exige a ellos y a ellas para conseguir alcanzar la cima profesional. Personas cercanas a la ministra nos han confirmado que cree con firmeza en la igualdad y que pelea para conseguir que sea una realidad tanto en su vida personal como desde su cargo político. «Mi principal prioridad es trabajar para que la mujer no encuentre ninguna barrera injustificada que le impida llegar a ser lo que quiera», repite como un mantra. Porque, y así lo ha declarado a S Moda, «la igualdad jurídica no será real hasta que no rompamos esas barreras». Entre sus palabras destaca, además, una reflexión que es alargada como una sombra: «La cuestión no es solo que una mujer pueda llegar tan lejos como quiera, sino cuánto ha de luchar y sacrificar más que un hombre para lograrlo».
Ese tanto de más en pelea y renuncias al que se refiere Montserrat es un peaje que se ha normalizado como el equipaje vital que se espera de una mujer. El mayor y más pesado lastre es la labor asistencial. «El trabajo de cuidados es una carga para ellas por las condiciones en las que se tiene que realizar y porque no se reconoce ni valora como un trabajo imprescindible para la vida de todas y todos», indica Justa Montero, cofundadora de la Asamblea Feminista de Madrid. Además, como añade la presidenta de la Asociación de Juezas de España, Gloria Poyatos, «los hombres no se han incorporado masivamente al trabajo doméstico, lo que ha generado grandes desigualdades. Tampoco se han cambiado las reglas del mercado laboral, pensado y diseñado en masculino. Esto ha incrementado exponencialmente el trabajo de las mujeres que, sin dejar de ser proveedoras de las tareas del hogar y los cuidados, intentan competir en un mundo laboral que las discrimina, precisamente por ello».
Un perverso círculo que denuncia Poyatos y que tiene su mayor exponente en la brecha salarial, otro agujero negro del empleo femenino que se da en todo el mundo. Según el Instituto Nacional de Estadística, las mujeres cobran un 23,25% menos que los hombres en España, lo que sitúa a nuestro país en sintonía con la media mundial (un 23% según el informe Las mujeres en el trabajo de la Organización Internacional del Trabajo). La perspectiva no es muy halagüeña. El Informe Global de la Brecha de Género 2016 del Foro Económico Mundial asegura que, a este ritmo, se tardarán 170 años en cerrarla. «Deberíamos avanzar a paso de canguro y lo hacemos a paso de cangrejo», apunta Ana Bujaldón, presidenta de la Federación de Mujeres Empresarias (FEDEPE). Sin embargo, en todo el mundo solo Islandia ha tomado una medida drástica: desde este año, todas las empresas con más de 25 trabajadores harán auditorías externas para demostrar que tanto salarios como complementos salariales –donde se esconde mucha veces la trampa– son idénticos, si no, pagarán cuantiosas multas.
La premiada periodista de RTVE Montserrat Moix apunta, además, que esta diferencia salarial no se acabará hasta que no se consiga un reconocimiento social en equidad. No seremos iguales hasta que no se nos reconozca como iguales. Conseguirlo es labor de todos… y de todas. «El trabajo de las mujeres está invisibilizado», señala Moix, uno de cuyos proyectos es editar con perspectiva de género la Wikipedia, la enciclopedia más utilizada del mundo en la que menos del 17% de las biografías son de mujeres, cifra que baja hasta un 10% en ciertos sectores en el mundo hispanohablante. «Y con frecuencia los contenidos tienen sesgo androcéntrico», añade. «Corregirlo es clave para lograr la neutralidad en contenidos, pero apenas hay un 13% de editoras», explica, y anima a las mujeres a actuar: «No podemos instalarnos en la queja. Tenemos que dejar de ser solo usuarias. Es fundamental que asumamos la responsabilidad de contribuir a la creación del conocimiento colectivo».
La filósofa Adela Cortina, primera mujer elegida miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, da un paso más y subraya la falta de referentes femeninos, especialmente en las reales academias. «El déficit que tienen es inaceptable. Resulta increíble que en 2017 solo 45 mujeres formen parte del total de 364 académicos, cuando representamos la mitad de la población. Pero la cuestión no es ‘que entren más mujeres’, como si diera igual quiénes sean, sino que las hay de excelente calidad que deberían formar parte de las instituciones. Apostar por ellas es una obligación de presente y futuro».
La escritora Laura Freixas añade la importancia de que se creen arquetipos femeninos propios, mientras la científica María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), destaca la importancia de la educación, que ella pone en práctica en su propio hogar. «Yo tengo un hijo de 10 años, lo educo en igualdad corrigiendo los sesgos de género que detecto en él. Si dice que las niñas le parecen tontas o no le interesan, le digo: ‘Yo soy una chica, ¿piensas que soy tonta o que valgo menos?’. Al ponerme de ejemplo intento hacerle reflexionar, porque la verdad es que están inmersos en un mundo absolutamente sexista». La filósofa Amelia Valcárcel apunta otro hándicap: «El sistema es perverso, dice que la prostitución es estupenda e incluso ofrece cursos de adaptación, o anima a quedarse embarazada y dar la criatura como algo ideal. Lo que viene a decir es que el que tiene el dinero te compra. Estamos ante una terrible broma moral. No va a ser fácil superarlo».
Además de denunciar el sexismo, las palabras de todas dejan claro que ya no se trata de repartir ayudas que saben a migajas; reclaman un 50% en todo. Como afirma Mar Mas, secretaria general de la Asociación Mujeres en el Deporte Profesional (AMDP), menos que eso no es igualdad: «España es la ley de la jungla, no hay legislación y ni siquiera hay mínimos para las deportistas profesionales. Estas están vendidas y el Estado mira hacia otro lado». En AMDP tienen claras qué medidas son necesarias: «Que se sorteen en RTVE los espacios deportivos en igualdad; no les costaría dinero y supondría un impulso fortísimo para el deporte femenino. Queremos podios compartidos en campeonatos de disciplinas masculinas y femeninas, para tener la misma visibilidad, y que se haga una auditoría en las federaciones para ver si gastan por igual».
La ley ya existe
Algo que subrayan la mayoría de nuestras protagonistas es que, en realidad, lograr esta gran mejora en España debería ser fácil: solo hay que aplicar la Ley de Igualdad, de 20o7. Una legislación vanguardista que, sin embargo, no se cumple. Se trata de acabar con lo que Ascensión Iglesias, presidenta de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), llama la ‘cultura del simulacro’. «A nivel formal hay igualdad, pero no en la realidad». Al cumplir la ley, Iglesias señala que el Gobierno debería establecer horarios que permitan conciliar y desarrollar políticas públicas que erradiquen el sesgo de género en las relaciones laborales y la discriminación salarial: permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles, plazas públicas suficientes en guarderías y centros para personas mayores y dependientes, políticas para poner al descubierto la discriminación en las empresas, incorporar a las mujeres en los puestos donde se toman las decisiones (cuotas) y currículums ciegos que tengan en cuenta las aptitudes y no el género –medida que acaba de poner en marcha el Ejecutivo en periodo de prueba con 78 empresas–.
La doctora en Economía Carmen Castro destaca que esos cambios promoverían «un impacto positivo en la actividad empresarial y en las condiciones laborales, con un enfoque menos ‘presencialista’, algo beneficioso para todas las personas y más acorde con los nuevos modelos de trabajo». Como suma Yayo Herreros, directora de la Fundación FUHEM: «La reorganización de los tiempos debe poner como prioridad el sostenimiento de la vida y las empresas tienen que corresponsabilizarse en ello». También la directora de comunicación de Unicef, Paloma Escudero, se une a esta petición: «Una mayor igualdad en las condiciones laborales se traduciría inmediatamente en el bienestar de nuestros niños y en roles familiares mas equitativos con padres y/o madres con salarios adecuados según su profesión y no según su género».
Graciela Atencio, creadora de feminicidio.net, enfatiza otro punto importante a resolver en el mapa laboral: «Las empresas deberían poner todas las herramientas a su alcance en la detección y prevención de las violencias machistas. No es un asunto privado y el ámbito laboral puede resultar clave. La detección temprana es el mejor antídoto de un feminicidio».
Las entrevistadas tampoco obvian la situación de la mujer en el mundo. La comunidad importa. Marta Gómez, directora de Tolerancia Cero en Radio 5, apunta que «quienes sufren con más violencia la falta de oportunidades son las pobres, a las que nadie pregunta nada», y subraya que constituyen dos tercios de los más de 780 millones de analfabetos que existen. «Poder leer y escribir supone participar de manera activa en la vida social y política de tu comunidad, ser ciudadanas reales». María Teresa Fernández de la Vega, presidenta de la Fundación Mujeres por África y ex vicepresidenta del Gobierno, pone como ejemplo que «en África, son una mayoría las que sustentan al continente entero desde la economía sumergida. Hay que ayudarlas con educación, acceso al crédito, a los mercados y a la tecnología».
Ninguna compra los discursos machistas. Parece fácil preguntarse, una vez leídos todos estos argumentos, a cuántas les habrán cuestionado su lucha o cuántas se habrán sentido presionadas (incluso cansadas) de señalar lo que les parece injusto. La clave para no cejar en la lucha la da Ana María Pérez del Campo Noriega que, con 81 años, es la activista más pionera: «No podemos parar porque luchamos por un mundo mejor. Las feministas nunca dejaremos de trabajar hasta lograr la igualdad real. Pero las jóvenes no deben olvidar la importancia que tiene ser independientes económicamente».