Alexandria Ocasio-Cortez: la congresista que exhibe ideas socialistas en un país en el que afirmarlas parece casi un delito
Con solo 22 años libró su primera batalla judicial: defendió su hogar materno tras la muerte de su padre. Entendió pronto que el viejo mito americano de la meritocracia era un camelo y hoy da agudas réplicas en el Congreso sobre inmigración, racismo, impuestos o manipulación política desde Facebook.
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A esta joven del Bronx nacida en 1989 le quedan muchos desafíos por delante, pero vino a este mundo para batallar, y lo lleva demostrando desde que en su juventud se enfrentó a un laberinto legal cuando al morir su padre, el banco amenazó con ejecutar la hipoteca de la vivienda familiar y desahuciar a su madre. Esa compleja situación legal lejos de amedrentarla cimentó su carácter. Con solo 22 años Alexandria Ocasio-Cortez resultó victoriosa de su primera gran pelea, la defensa del hogar materno, y eso la hizo decantarse por los estudios de Economía y Relaciones Internacionales. Se trataba de un giro brutal para una estudiante brillante en el campo científico. No es poca cosa que el MIT bautizara a un pequeño asteroide con su nombre, 23238 Ocasio-Cortez, como premio a un proyecto de microbiología.
Entendió pronto que el viejo mito americano de la meritocracia era un camelo. Como joven de clase trabajadora hubo de limpiar casas, trabajar de camarera y de conductora de autobuses para seguir estudiando. Se entrampó, algo común en tantos estudiantes americanos esclavos de los créditos. No sabemos si ya habrá saldado la deuda, pero de su ímprobo esfuerzo brotó el deseo de defender el derecho a una sanidad pública y a una educación que favorezca el desarrollo de los más desfavorecidos. En su discurso siempre está presente el origen: es la tercera generación de bronxonitas puertorriqueños. Frente al peso del escandaloso dinero con que se alimentan las campañas, Ocasio-Cortez esgrime la fidelidad a su barrio.
La recién reelegida congresista exhibe con contundencia unas ideas socialistas en un país en el que afirmarlas parece casi un delito. Se formó en la campaña de Bernie Sanders y en esa tarea aprendió que es una falacia hablar sin saber. Sus discursos jamás son banales. Cuando en 2018 ganó las primarias del distrito 14 contra un congresista demócrata perteneciente al establishment fue una sorpresa incluso para ella misma. Luego se convirtió en la congresista más joven de la historia. No desaprovecha un minuto de sus intervenciones, sus agudas réplicas sobre inmigración, racismo, impuestos o manipulación política desde Facebook le han granjeado popularidad internacional. Su propuesta de un nuevo acuerdo contra el cambio climático (New Green Deal) es herencia directa del discurso de Roosevelt. No tiene miedo. Cuando el republicano Ted Yoho la llamó públicamente «maldita zorra» en los pasillos del Congreso, Alexandria contestó desde el sillón que le prestaron los ciudadanos. Como chica de clase obrera, dijo en una intervención gloriosa, que se había visto tantas veces víctima de esas descalificaciones que no era el dolor lo que la empujaba a responder sino la obligación ineludible de defender la dignidad de las mujeres en las instituciones.
Ocasio-Cortez forma parte del escuadrón de jóvenes del Partido Demócrata que están llamadas a renovar la acción política. No será fácil en un país de furia desatada. Por supuesto, el hecho de que sea guapa y mime su aspecto enardece el odio: ¿cómo es posible que una chica del Bronx quiera ser elegante? Señoras, señores, porque es brillante hasta eligiendo la ropa y el lápiz de labios.