Sarah Wayne Callies, la chica de los zombis
Los fans la adoran y la persiguen más que los muertos vivientes en The Walking Dead.
Cuesta reconocerla. En The Walking Dead, su vestuario se limita a una camiseta rota y unos pantalones sucios. En persona, la estadounidense Sarah Wayne Callies, de 35 años, tiene porte y altura de modelo. Su seguridad, eso sí, recuerda a sus personajes en esta serie y en Prison Break.
Hombres lobo, vampiros, zombis… Lo sobrenatural experimenta un boom en la televisión. ¿Cree que está relacionado con la crisis?
Vivimos en un mundo secular, la religión es anecdótica; es normal que la gente explore otras vías, que fantasee con otras respuestas...
Cuesta reconocerla. En The Walking Dead, su vestuario se limita a una camiseta rota y unos pantalones sucios. En persona, la estadounidense Sarah Wayne Callies, de 35 años, tiene porte y altura de modelo. Su seguridad, eso sí, recuerda a sus personajes en esta serie y en Prison Break.
Hombres lobo, vampiros, zombis… Lo sobrenatural experimenta un boom en la televisión. ¿Cree que está relacionado con la crisis?
Vivimos en un mundo secular, la religión es anecdótica; es normal que la gente explore otras vías, que fantasee con otras respuestas. Todos morimos al final.
He escuchado que le asustaban mucho las historias de zombis.
Así es, he tenido muchas pesadillas.
No viste de manera muy glamurosa en The Walking Dead.
Sería ridículo lucir un vestido de gala en medio del apocalipsis. Pero es curioso: ahora aprovecho cualquier excusa para arreglarme. Cuando terminé de rodar, lo primero que hice fue hacerme la manicura y pintarme las uñas de rosa.
Su hija tiene cinco años, ¿es difícil compaginar trabajo y maternidad?
Mucho. En un rodaje hay más madres estresadas que padres. Nos sentimos obligadas a cocinar, limpiar…
Es muy alta, ¿siempre ha estado cómoda con su estatura?
Me crié en Hawái. Mido 178 centímetros, y allí la estatura media ronda los 160. Crecí encorvada. Acabé superándolo, pero mucha gente en mi profesión nunca se sobrepone. Y, sin embargo, tiene sus ventajas: los estilistas me consiguen zapatos de pasarela, calzo el mismo número que una modelo.
Quería ser catedrática y al final estudió interpretación. ¿Por qué?
No descarto terminar en una universidad; mis padres son catedráticos. El cine es duro para una mujer. Un día, tiraré la toalla y diré: «Basta, no aguanto más». Habrá llegado el momento de enseñar a otros lo que he aprendido.