Prodigiosas Labèque: música en la sangre
Asombran al mundo con sus interpretaciones a dúo desde hace más de 30 años. Ya cumplidos los 60, un documental descubre a estas pianistas francesas. Dos hermanas a las que Madonna reverencia.
A cuatro manos interpretan al piano a Gershwin y a Beethoven. Pero también tocan flamenco. Y lo hacen vestidas de Jean Paul Gaultier y de Givenchy. O en vaqueros. Las hermanas Labèque demuestran cada día que ser el dúo de pianistas contemporáneo más importante del mundo no está reñido con la moda. Íntimas de Madonna y Sting, pero también de Daniel Day-Lewis y Paco de Lucía, tanto sus amigos como sus parejas se mueven en el universo del arte y la cultura. Marielle está casada desde hace 24 años con el director de orquesta Semyon Bychkov.
Katia lleva nueve años de relación con el músi...
A cuatro manos interpretan al piano a Gershwin y a Beethoven. Pero también tocan flamenco. Y lo hacen vestidas de Jean Paul Gaultier y de Givenchy. O en vaqueros. Las hermanas Labèque demuestran cada día que ser el dúo de pianistas contemporáneo más importante del mundo no está reñido con la moda. Íntimas de Madonna y Sting, pero también de Daniel Day-Lewis y Paco de Lucía, tanto sus amigos como sus parejas se mueven en el universo del arte y la cultura. Marielle está casada desde hace 24 años con el director de orquesta Semyon Bychkov.
Katia lleva nueve años de relación con el músico francés David Chalmin. Con él amplía los límites de su experiencia artística en el ecléctico grupo B for Bang, donde, además, les dobla la edad a todos. Porque las hermanas Labèque han superado la barrera de los 60 –Katia nació en 1950; Marielle, en 1952–, pero con ellas no hay fronteras de edad ni geográficas. Tienen casa en Londres, en París, en la costa de su Bayona natal (Francia) y en Roma, su actual base de operaciones. Unidas por la sangre y por el piano –fue su madre, la profesora de música Ada Cecchi, quien les enseñó a tocarlo–, juntas es como las Labèque expresan su pasión interior.
Esta historia de mujeres y música la recoge ahora el documental The Labèque Way. Dirigido por Félix Cabez y producido por El Deseo, se estrena mañana en España, durante la Semana Internacional de Cine de Valladolid. El festival tiene un significado especial para ellas: en esta ciudad recuperaron su pasión por España tras dos años de residencia artística allí con la Orquesta de Castilla y León. Katia lleva la voz cantante pero Marielle es la base. Dos hermanas diferentes que suenan como una sola cuando se sientan al piano.
Su amor por la música les viene de la infancia, ¿y su osada manera de vestir en un mundo tan sobrio?
Katia Labèque: Es cierto que en la música clásica no se interesan por la moda. Y lo entiendo, porque no es algo de su mundo. Pero para nosotras es una parte muy importante de quienes somos.
Marielle Labèque: A mí me agrada vestir de blanco y de negro, los colores de nuestro instrumento. Me gusta el esmoquin en las mujeres, pero las chaquetas me pesan en el escenario y es muy importante estar cómoda. Prefiero las ideas nuevas y liberadoras.
¿Como las de Jean Paul Gaultier o Givenchy?
K. L.: Me encantan sus propuestas porque nunca son formales. Tienen una modernidad y una inventiva que no encuentro en otras casas de moda.
M. L.: Son dos artistas que diseñan cosas muy teatrales y poéticas que van muy bien con nosotras.
K. L.: Sobre todo, me gusta el lado gótico de Riccardo Tisci en Givenchy. Es ideal para nuestra piel pálida y nuestras melenas largas y oscuras.
Katia lleva un vestido de Jean Paul Gaultier..
Stefania Paparelli
¿Qué otros detalles de vestuario son importantes a la hora de salir al escenario?
K. L.: Yo soy muy friolera, así que me gusta llevar los hombros cubiertos. Si no, me quedo helada con el aire acondicionado de estos grandes teatros.
Y en el día a día, ¿tienen favoritos?
K. L.: Los vaqueros negros. ¡Son la invención de nuestra era! ¡No sé vivir sin ellos! Después, les añades lo que quieras; especialmente botas altas. Me gustan con tacón para todo menos para viajar. Con ellas no hay quien corra por los aeropuertos.
M. L.: Y los leggings negros. Me encanta ese color, me hace sentir muy bien.
Además de coordinarse en la ropa, la suya es una asombrosa historia de colaboración. Tocan a cuatro manos, viven en la misma casa, trabajan juntas…
K. L.: A día de hoy me sigue pareciendo un milagro. No hay otra explicación. La música ha desarrollado todavía más lo que nos unió al nacer. Solo puedo decir que no hay ni un día en el que me aburra junto a mi hermana. Viene de nuestros padres; de cómo nos criaron, compartiéndolo todo. Y la música nos hizo crecer como seres humanos.
Sin embargo, sus diferencias son claras, también en lo musical: Katia es más rockera y Marielle tiene una mayor afinidad por la música barroca.
K. L.: Somos complementarias. A mí me gustan todas las posibilidades de la música. Y tengo la sensación de que todavía hay muchos artistas por descubrir
M. L.: Pero puedo llegar a casa y pillarla escuchando los conciertos de Chopin de Krystian Zimerman.
K. L.: Es más raro que yo me encuentre a Marielle escuchando Radiohead [risas].
Sus parejas también son muy diferentes.
M. L.: Nuestra vida matrimonial no es fácil, pero es así. Conocí a Semyon tras un concierto que dio con la Orquesta de París, en una cena que ofreció Daniel Barenboim. Y llevamos 24 años persiguiéndonos por Nueva York, París, Chicago, San Petersburgo…. No nos vemos mucho, pero quizá sea ese el secreto de nuestro matrimonio, que no hay tiempo para peleas. Además, soy muy independiente y me gusta disfrutar de la soledad.
Y Katia prefiere a los guitarristas, como se puede deducir de su antigua relación con John McLaughlin o la actual con David Chalmin.
K. L.: La guitarra es un instrumento que siempre he querido tocar. La de rock, no la clásica, que me resulta muy aburrida. Lo que más me interesa de David es crear con él proyectos musicales nuevos. Es muy joven y abierto, y hay mucho que aprender de la juventud.
Marielle viste chaqueta asimétrica de esmoquin de Jean Paul Gaultier y camiseta de tirantes de Rick Owens.
Stefania Paparelli
¿Cómo se cruza la barrera de los 60?
K. L.: Sin pensar en ella. Mientras la vida nos dé energía no pienso en la edad. Se trata de mantenerte en contacto con el mundo en el que vives, no de quedarte en el que ya has vivido. Lo triste sería no poder hacer lo que nos gusta, pero no es el caso. Seguimos descubriendo cosas y cada edad tiene su belleza.
Suena que ese es el secreto de su eterna juventud.
K. L.: El secreto son los buenos genes. Mi padre murió a los 90, y de un accidente de coche. Era médico y tuvimos una vida muy saludable. Todo lo curaba a base de aspirina, vitamina C y horas de sueño. Seguimos llevando una vida muy orgánica, lo más natural posible.
M. L.: Yo soy un poco más activa que Katia. Me gusta el movimiento, salir a pasear por la montaña, en silencio, con mis perros. Correr, nadar e irme a dormir pronto.
K. L.: Sin embargo, yo soy nocturna. Me gusta hacer pilates. ¡Me encanta porque ya estoy en el suelo y eso lo hace más fácil! También disfruto encendiendo mis velas y viendo películas de madrugada.
¿Tiene algún cineasta fetiche?
K. L.: Soy una enamorada de Paul Thomas Anderson. The master me encantó. Cada uno de sus filmes es una sorpresa que me lleva a mundos diferentes.
M. L.: A mí me gustaría ver más cine, pero no me queda tiempo. Y prefiero ir a la ópera.
K. L.: Nos encantaría participar en un proyecto cinematográfico. Una película, aunque no sea comercial, llega a millones de personas, algo que nunca alcanzamos con los conciertos. El cine es el arte de nuestra época y sería un vehículo ideal para nuestra música. ¡Me gusta tanto Almodóvar! ¡Cómo presenta a las mujeres!
No les faltan contactos en el mundo del cine.
K. L: Pero es la música lo que nos une. A Daniel Day-Lewis lo adoro como artista y a su esposa [Rebecca Miller], como mujer. Es una de mis mejores amigas, aunque nos veamos muy poco porque no hay tiempo. Con Madonna estamos en contacto desde hace 15 o 16 años. Nosotras le presentamos al grupo vasco Kalakan en una fiesta de cumpleaños que le organizamos. Tocamos el bolero de Ravel con ellos. Se quedó encantada y, como ella misma dice, cuando algo le gusta, los roba. Así que se los llevó de gira. No buscamos la fama. Nunca hemos obedecido a las discográficas. Nos rodeamos de amigos imposibles de resistir. Como Félix Cabez, alguien que vino a nosotras con este proyecto documental que fue como un regalo. O Kalakan, que nos devolvió nuestra tierra, el País Vasco.
M. L.: O la cantaora Mayte Martín, otra artista genial que te mantiene viva. Alguien a quien adoro porque en la vida me hace reír y desde el escenario me hace llorar.
¿Cuáles son los lazos que las unen con España?
K. L.: El flamenco nos ha devuelto lo que ya conocíamos, igual que nuestro paso por Valladolid. No hemos descubierto España porque crecimos con ella, mientras escuchábamos tocar a mi madre y a Alicia de Larrocha. Nadie toca Iberia de Albeniz como ella.
M. L.: La comida también ayuda, aunque me gusta demasiado. El lechal, el jamón, el chocolate con churros. Siempre nos ha gustado la vida en España.
K. L.: Y me alegra que no quieran dejar que la crisis destroce sus vidas.
¿Han dudado alguna vez de su vocación musical?
K. L.: Lo que odiamos es la práctica, claro. Pero nunca la música, son dos cosas diferentes. Es una gran responsabilidad saber diferenciar eso cuando enseñas a un niño. Y claro que nos agradan otras cosas. Comparto con mi hermana una gran pasión por las flores y por las casas. Gente como el anticuario Axel Vervoordt nos ha ayudado mucho y nos ha cambiado el gusto.
M. L.: Soy de quienes piensan que con el deseo se puede hacer todo lo que quieras. Pero, al igual que mi hermana, me siento muy afortunada de la vida que hemos tenido. Y de que la música nos haya elegido.
Ambas hermanas, con vestidos de cuero, botas y guantes, todo de Givenchy by Riccardo Tisci.
Stefania Paparelli