De Warren Beatty a Mick Jagger: la frénetica vida amorosa de Margarita, la princesa que se medicaba con alcohol
La hermana rebelde y hedonista de la reina Isabel II, que hoy cumpliría 90 años, tuvo una agitadísima vida sentimental que merece la pena rememorar. Ella, a diferencia de su hermana, vivió libre.
“Me dijo: tienes que fumar bien. Yo fumaba de una manera muy concreta. Recuerda esto –es un comentario importante– la boquilla del cigarro era un arma tanto para fumar como para expresarme”. Cuando la actriz Helena Bonham Carter decidió contactar con la princesa Margarita a través de una sesión de espiritismo para saber si debía aceptar el papel en...
“Me dijo: tienes que fumar bien. Yo fumaba de una manera muy concreta. Recuerda esto –es un comentario importante– la boquilla del cigarro era un arma tanto para fumar como para expresarme”. Cuando la actriz Helena Bonham Carter decidió contactar con la princesa Margarita a través de una sesión de espiritismo para saber si debía aceptar el papel en The Crown –ríete tú de los actores del método–, lo que más parecía preocupar al fantasma de la fallecida es el look con el que sería representada en pantalla. Según ha contado la propia intérprete, durante la sesión de espiritismo Margarita no solo le dio su bendición para darle vida –“la otra actriz en la que pensaban era peor que tú”, sugirió–, sino que la apremió a cortarse el pelo y aparecer “más arreglada y pulcra”. Que, supuestamente desde el más allá, esta decidiera centrar su discurso en el aspecto físico es un hecho sintomático de la personalidad de la hermana de Isabel II. Con motivo del estreno de la tercera temporada de la galardonada serie de Netflix, repasamos la intensa vida social y amorosa de la miembro más díscola, glamurosa y carismática de la familia real británica.
“Margaritologistas”. Así se hacían llamar las hordas de fans estadounidenses de la princesa Margarita en la década de los sesenta. La tercera temporada de The Crown dedica su segundo episodio a reflexionar sobre la pasión que despertaba la hermana de la reina al otro lado del charco, haciendo gala de una personalidad mucho menos puritana e inflexible que Isabel. Con la misma vida privilegiada, pero sin la responsabilidad de sostener el peso de la corona sobre sus hombros. El capítulo se centra en el primer viaje de la princesa a Estados Unidos en 1965, en un momento de tensión diplomática entre ambos países, y narra la locura que desató su presencia marcada por una agenda con más de 60 eventos en apenas tres semanas. Pero además de asistir a audiencias oficiales en la Casa Blanca, haciendo honor a su bien ganada fama verbenera, la princesa aprovechó para quemar Hollywood con estrellas de la talla de Frank Sinatra, Elizabeth Taylor o Judy Garland e incluso acudió al rodaje del clásico de Hitchcock Cortina rasgada con el mismísimo Paul Newman como guía privado.
Al viaje acudió acompañada de su marido, el fotógrafo Antony Armstrong-Jones (interpretado por Ben Daniels en la serie), un plebeyo –el primero en cuatro siglos en la realeza británica– tan hedonista como ella, con el que se había casado cinco años atrás en la considerada como primera boda moderna de la historia. Fruto de su unión nacieron sus dos hijos, David y Sarah, pero el matrimonio supuso una tortura para la princesa, que tuvo que soportar infidelidades periódicas, desprecios e insultos en público hacia su persona y hacia la familia Windsor por parte del después conocido como Lord Snowdon. Según confesó un amigo íntimo de la princesa, el fotógrafo de revistas como Vogue le dejaba a su mujer notas escondidas por los cajones con todo tipo de ofensas y mofas escritas en ellas.
Los expertos relacionan la infelicidad que le provocaba su matrimonio con su cada vez más acentuada adicción al alcohol y al tabaco, con una media de consumo de casi sesenta cigarrillos al día y una copa de vodka y media botella de vino antes de la una del mediodía. Margarita llegó a pegar la superficie de raspado de las cajas de las cerillas en los vasos para poder encender cigarrillos sin tener que dejar de sostener la copa y Snowdon la introdujo a drogas como la marihuana y el popper, que el artista inhalaba de manera periódica. Bonham Carter se adhiere al pensamiento de que su adicción era resultado de su sempiterna pesadumbre vital: “Ella sufría un gran dolor y se automedicaba con el alcohol y el tabaco”, explica.
Juntos se erigieron como el epicentro de la vida nocturna londinense, con fiestas que se extendían durante la madrugada y que ninguna socialité que se preciara de serlo podía ignorar. Aunque no hacía ascos a ningún tipo de bebida alcohólica, su favorita era un vaso de whisky Famous Grouse con una pizca de agua y rechazaba tajante cualquier otra marca que no fuera la escocesa. Con la edad y la embriaguez crónica, su carácter se tornó en déspota y maleducado. Tampoco tenía reparos en responder a los periódicos affaires de su marido –algunos incluso con hombres– con distintas aventuras. Un historial con nombres como los de los actores Richard Harris, Peter Sellers y Warren Beatty, la estrella de rock Mick Jagger, el pianista Robin Douglas-Home o Anthony Barton, amigo personal de su marido.
Todavía hoy se especula acerca de las razones que llevaron a Margarita a dar el ‘sí, quiero’ a Lord Snowdon, pero una de las teorías más extendidas es la que sostiene que la princesa aceptó casarse como venganza ante su expareja. Buena parte del cariño que la opinión pública tenía por la joven fue producto del romántico pero malogrado primer amor de su vida y que sirvió como una de las tramas vertebrales de la primera temporada de The Crown. Margarita apenas había llegado a la veintena cuando inició una relación con el capitán Peter Townsend, héroe de guerra y posterior caballerizo y hombre de confianza de su padre, el rey Jorge VI. A pesar de los 16 años de diferencia entre ellos, mantuvieron su pasional relación en secreto durante varios años, hasta que la prensa terminó por destapar el romance por un involuntario gesto de cariño en público de ella hacia él. Para desgracia de Margarita, Townsend era un hombre divorciado y, pese a los esfuerzos del Gobierno del país y de la propia reina por intentar complacer su deseo, la Iglesia se opuso de forma enérgica, viéndose obligada a comunicar en la prensa el cese de su relación. Años después, cuando la princesa se enteró de que Townsend estaba comprometido con una joven belga de 19 años, decidió contraer matrimonio ipso facto con Snowdon.
En 1973, la ruptura oficiosa de su matrimonio era un secreto a voces. Mientras el fotógrafo pasaba largos periodos fuera del palacio marital de Kensington, Margarita se embarcó en el que sería el último amor –público, al menos– de su historial. A los 43 la princesa conoció a un jardinero 17 años menor que ella, llamado Roddy Llewellyn, con quien mantendría una relación hasta 1981. “Cuando se conocieron congeniaron de inmediato y él proporcionó algo que ella nunca había tenido: afecto y, según su punto de vista, también amor”, declaró Christopher Warwick, autor de su biografía autorizada. La relación dañó considerablemente la imagen de Margarita, sobre todo tras la publicación en la portada del periódico News of the World de varias imágenes de la pareja en el retiro paradisiaco de Mustique, y llegó a ser carne de debate en la Cámara de los Comunes. Cansada y sumida en la tristeza, en una ocasión llegó a consumir de una tacada un blíster de somníferos “para poder dormir y descansar”, episodio que cierta prensa interpretó como un intento de suicidio.
Margarita y Lord Snowdon se divorciaron en 1978. Este se casó con otra mujer solo unos pocos meses después y la princesa pasó los siguientes años acusando la factura que los excesos habían causado en su salud. En los ochenta tuvieron que extirparle una parte del pulmón y vivió aquejada de migrañas, laringitis, hepatitis y bronquitis el resto de su vida. Murió en febrero de 2002, a los 71 años, debido a una apoplejía. The Crown ha recuperado su leyenda como mujer rebelde y hedonista, convirtiéndose en la favorita de la audiencia millennial que desconocía su perfil, y su relación con Isabel II sigue dando pie hoy a paralelismos con la mantenida, por ejemplo, por Kate Middleton y Meghan Markle. Pese a todo, su familia no ha aceptado bien el retrato de ficción de la princesa, y más concretamente su hijo David, que ha sido muy crítico y en los próximos meses lanzará un libro con la intención de limpiar la imagen de su madre y destacar su trabajo y compromiso con la corona británica. Veremos si el fantasma de Margarita aprueba su contenido.