Paz pide guerra

La protagonista de la serie Boardwalk Empire es una española sensible de alma revolucionaria. Un cóctel explosivo que crea de todo menos indiferencia.

Eric Guillemain

Con 11 años solo vestía ropa de estampado de leopardo porque, según ella, se sentía un animal y no una persona. Ahora, con 27, el negro es su seña de identidad. Abrazar el color que siempre ha dominado el universo estilístico de los neoyorquinos no parece tan original como aquella entrega al print salvaje, pero Paz de la Huerta no necesita aparentar que es diferente, porque lo es. «Soy extravagante y siempre lo he sido». Lo admite desde el primer momento en que arranca esta conversación. Antes, el equipo que ha realizado las fotos para este reportaje ya ha tenido ocasión de comproba...

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Con 11 años solo vestía ropa de estampado de leopardo porque, según ella, se sentía un animal y no una persona. Ahora, con 27, el negro es su seña de identidad. Abrazar el color que siempre ha dominado el universo estilístico de los neoyorquinos no parece tan original como aquella entrega al print salvaje, pero Paz de la Huerta no necesita aparentar que es diferente, porque lo es. «Soy extravagante y siempre lo he sido». Lo admite desde el primer momento en que arranca esta conversación. Antes, el equipo que ha realizado las fotos para este reportaje ya ha tenido ocasión de comprobarlo: la Lucy Danziger de la serie Boardwalk Empire ya les ha avisado en varias ocasiones, «soy actriz, no modelo», lo que hace que la sesión sea especialmente intensa. Después aclarará que para poder posar necesita construirse un personaje, inventarse un nombre, crear una historia. Porque Paz de la Huerta, por encima de todo, asegura ser extremadamente emocional y no distinguir entre la vida y la interpretación. «Cuando me ves en la pantalla, soy yo. El personaje siente lo que yo estoy sintiendo. No hay máscara». Suena agotador y ella acepta que puede llegar a serlo. «Si quieres ser una buena intérprete, tienes que ser un poco masoquista y estar dispuesta a llegar a lugares dolorosos, pero eso también puede ser terapéutico. Es como un arma de doble filo, pero yo solo acepto papeles que te permiten llegar a ese lugar».

De hecho, mientras transcurre la entrevista, es difícil discernir si está actuando o si realmente es así: habla pausado y dócil como la Marilyn de las películas, clava sus ojos pequeños como un cuchillo sobre su interlocutora, el cigarrillo vuela entre sus dedos con movimientos lentos y estudiados, como solían fumar las estrellas del Hollywood clásico… Pero ¿quién es en realidad María de la Paz Elizabeth Sofía Adriana?

Sujetador de Triumph, falda de Mango, alianzas de Aristocrazy.

Eric Guillemain

El nombre largo ya nos da pistas sobre sus orígenes nobles. Es hija de Íñigo de la Huerta y Ozores, un marqués español que se casó con una estadounidense, con la que se mudó a Nueva York. Allí creció Paz junto a su hermana en los años 80, en el mítico Soho, cuando el arte, y no el lujo, caracterizaba aquel barrio. Sus vecinos eran los galeristas Larry Gagosian y Mary Boone, y las tardes las pasaba entre inauguraciones y creadores, algo que evidentemente marcó su destino. Su infancia transcurrió en un colegio católico neoyorquino y, siguiendo las pautas de la educación familiar, viajó a España para hacer la primera comunión, un país que recuerda con cariño y en el que le encantaría trabajar con Almodóvar.

Pero Paz no comulga tan bien con el catolicismo. «Aquel colegio no era para mí. Yo siempre fui una artista y necesitaba otro tipo de educación». Así fue como acabó en el Saint Ann’s de Brooklyn, donde fue compañera del diseñador Zac Posen, para quien después ha trabajado como modelo, y donde no había exámenes ni notas y los niños se podían pasar el día dibujando. «Yo pintaba a todas horas. Y leía mucho. Te daban libertad para perseguir tus sueños». En aquella época define el ambiente de su casa como «caótico y problemático», por lo que actuar se convirtió en su vía de escape. «A los 10 años me propusieron ser modelo, pero mi madre no me dejó. Poco después comencé a hacer audiciones y a los 14 años conseguí mi primer papel en la película Las normas de la casa de la sidra». Su director, Lasse Hallström, le hablaba al oído para darle indicaciones y desde entonces le pide a todos sus directores que hagan lo mismo. «Más que una actriz soy una canalizadora de sentimientos. Por eso admiro a gente como John Cassavetes, que se centraba en contar historias sobre la experiencia humana».

Jersey de Max Mara, culotte de Agent Provocateur, medias de Worldford.

Eric Guillemain

En ese sentido dice hallarse mucho más cercana al cine europeo que al estadounidense actual. «Yo hubiera sido feliz trabajando en el Hollywood de los años 60 y de hecho cuando voy a fiestas de la industria me siento a gusto con personalidades como Jack Nicholson o Jane Fonda. Hoy Estados Unidos está entregado al cine de acción y se ha olvidado del alma». Uno de los viejos maestros, Martin Scorsese, fue quien le abrió la puerta de ese Hollywood. Él fue quien le dio el papel de Lucy Danziger, un personaje con un pasado de vedette y que utiliza el sexo como único recurso para abrirse camino. En la primera temporada de Boardwalk Empire era la amante del protagonista, el mafioso Nucky Johnson. Sin embargo, en la segunda, el personaje da un vuelco y, tras su embarazo, muestra su lado más vulnerable. «El año pasado recibía cartas horribles de espectadores que me criticaban por desnudarme en la serie. Desde el estreno de la segunda temporada recibo solo buenas críticas. ¡Y es la misma Lucy! Toda la desesperación y el dolor del personaje ya estaban en la primera temporada y yo soy la misma actriz que hace un año», exclama molesta.

La desnudez es algo que Paz de la Huerta vive con naturalidad. En la última película de Jim Jarmusch, Los límites del control, la actriz protagoniza una escena en la que solo vestía un par de gafas. En Enter the Void, el arriesgado filme de Gaspar Noé, aparece varias veces sin ropa. «No estoy de acuerdo con las actrices que temen mostrar su cuerpo. Para interpretar un papel hay que saber desnudarse física y emocionalmente».

fuerza».

Abrigo de Masscob, culotte de Triumph, colgante de Aristocrazy.

Eric Guillemain

Otra de las cosas que le atrae de Europa, especialmente de Francia, es el respeto por las celebridades. El pasado invierno Paz se convirtió en la protagonista accidental de un vídeo con el que la prensa del corazón se ensañó. Una cámara la atrapó al salir de una fiesta después de que Boardwalk Empire se llevara varios premios en la entrega de los Globos de Oro. La actriz caminaba con dificultad y tras tropezarse uno de sus senos quedó al descubierto. «Desde aquel incidente ya no puedo salir por la noche sin que me espíen. ¿Dónde está la libertad? Cuando te haces famosa tu vida pasa a ser de dominio público, lo sé, pero el nivel al que hemos llegado en este país llama a la revolución. Por eso me gustan los franceses. Ellos no persiguen a las celebridades porque están ocupados leyendo libros o trabajando en política. En Estados Unidos, en cambio, la prensa ha conseguido que la gente se vuelva estúpida».

De ahí que la espontaneidad con la que antaño hablaba de cualquier cosa en la prensa también se haya esfumado. En una entrevista en la revista New York aseguraba que el espíritu de Elvis le había provocado un orgasmo en Graceland. Le preguntamos, pero Paz no está dispuesta a revelarnos los detalles. «No voy a hablar de cotilleos. Quiero centrarme en el ámbito profesional. Haz tu propia entrevista», subraya seca.
Lo que sí me permite es que hablemos de moda. Adora marcas como Dolce y Gabbana, Dior, Yves Saint Laurent, La Perla o Agent Provocateur (protagoniza su última campaña). No le importa posar en fotos o caminar sobre las pasarelas, pero a lo largo de nuestra conversación subraya su faceta de directora, aunque de momento el mundo no sepa si tiene talento en esa área. Lo descubriremos en 2012, cuando se estrene Memento Mori, la trilogía de cortometrajes en los que lleva trabajando desde su adolescencia. «Exploro temas como el de la culpa católica, el nacimiento, la resurrección personal… El mundo no es blanco o negro, no hay buenos y malos. Hay muchos matices». El año que viene también la veremos protagonizar la película Nurse 3D, que trata sobre una enfermera que en realidad es una asesina y de la que prefiere no hablar mucho.

Paradójicamente no parece querer comentar ninguna de las películas en las que pronto se dejará ver. Prefiere hablar sobre sus sueños. «El principal es abrir un orfanato-escuela-hospital para niños de familias sin recursos. De pequeña pasé mucho tiempo enferma y sé lo importante que es poder estar en un lugar en el que te cuiden». Parece honesta. «Soy una superviviente, una luchadora que vive la vida con

Vestido de plumas de Versace, pendientes y pulsera, todo de Prada.

Eric Guillemain

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