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¿Muertas de miedo o muertas de estilo?

Celebramos nuestro Halloween más glamuroso con las brujas más adorables y sofisticadas, las vampiras más seductoras, las reinas más estilizadas y perversas, las diablesas más sexys…Una galería de terror y bellezas diabólicas.

Anjelica Huston. La familia Adams (Barry Sonnefield, 1991) No nos cansaremos de mostrar nuestro afecto y adoración por este miembro y columna vertebral de la Familia Addams. Sin quitarle el mérito a la actriz Carolyn Jones que le dio el primer aliento mortal en la pantalla televisiva, la Morticia Addams de Anjelica Huston fijó para siempre los cánones de la gran dama tenebrosa.
Veronica Lake. Me casé con una bruja (René Clair, 1942). La rubia que puso de moda la cabellera-medio rostro más glamurosa de Hollywood (y objeto de polémica entre oftalmólogos, agentes de tráfico y otros miembros de la seguridad ciudadana) le cabe también el honor de haber roto con algunos de los estereotipos que pesaban sobre el sindicato de la brujería. Entre otros, que todas las brujas han de tener la nariz ganchuda y una verruga prominente en la punta.
Susan Sarandon. Encantada. La historia de Giselle (Kevin Lima, 2007). El papel de reina y madrastra esta vez le tocó en suerte a la actriz Susan Sarandon como la reina Narissa siempre dispuesta a fastidiarle la vida a la inocente Giselle. En sus planes diabólicos, la Sarandon no dudaba en transformarse en dragón (o dragona) y escalar los rascacielos de la Quinta Avenida como el mismísimo King Kong.
Rachel Weisz. Oz. Un mundo de fantasía (Sam Raimi, 2013) La bruja de El Mago de Oz siempre estará asociada con el rostro aceitunado de la actriz de la actriz Margaret Hamilton como La Bruja Mala del Oeste. Para la nueva entrega de la historia de Oz, Rachel Weisz se unió con Mila Kunis y Michelle Williams a la nueva ola de hechiceras, guapas, jóvenes y cinematográficas.
Julia Roberts. Blancanieves (Mirror, Mirror, Tarsem Singh, 2012). La que un día fuera Pretty Woman no se pudo resistir a ser Reina (y perversa madrastra comme il faut) por un día. Nueva vuelta de tuerca al cuento de los Hermanos Grimm y una Julia Roberts que a estas alturas del partido sabe que la autoparodia acostumbra a ser el arma más eficaz de una actriz camino de la madurez. ¿Verdad que sí, espejito mágico?
Kristen Stewart. Amanecer Parte 2. (Bill Condon, 2012) Kristen Stewart y sus compañeros de la saga Crepúsculo resucitaron el género vampírico para degustación intensiva de la clase juvenil. Romanticismo y amor a primer mordisco se mezclaron en un cóctel compuesto de rebeldes vampiros sin causa, estética neogrunge y lentillas de color a go-go.
Cher, Michelle Peiffer, Susan Sarandon. Las brujas de Eastwick (George Miller, 1987). Las tres brujas de esta pequeña ciudad ficticia de Rhode Island dejaron hecho unos zorros al diablo más cachondo que ha dado la pantalla y los infiernos interpretado por un genial Jack Nicholson. A la pócima mágica y grito de ¡Abracadabra! se añadían unas dosis de feminismo y guerra de sexos para este nuevo aquelarre cinematográfico.
Barbara Steele. La máscara del demonio (Mario Bava,1960) Fellini la reclutó para su club de bellas, extrañas y madonas voluptuosas aunque sería en el género de terror donde Barbara Steele acabaría encontrando su mejor acomodo. Su rostro de belleza asimétrica se proyectaría con todo su esplendor en el paisaje del horror gótico como una de las diosas diabólicas más cool.
Sharon Tate. El baile de los vampiros (Roman Polanski, 1967). Entre las vampiras más sexy que han pasado por la pantalla a Sharon Tate le corresponde ocupar uno de los primeros lugares de la lista. A la hora de probar sus colmillos no hay cuello que se le resista ni el del mismísimo Roman Polanski, que además de director de la película y marido de la actriz, ejercía de ayudante de cazador de vampiros.
Kim Novak. Me enamoré de una bruja (Richard Quine, 1958). Antes de ponerse el traje sastre a las órdenes del maestro Alfred Hitchcock en Vértigo, el sex symbol de la Columbia se convirtió en una de las brujas más sofisticadas y melancólicas que han pasado por la pantalla y volado por los cielos de la isla de Manhattan. Sólo con decirles que fue capaz de renunciar a sus poderes mágicos por amor nos ilustra de su espíritu sacrificado.
Elizabeth Hurley. Al diablo con el diablo (Harold Ramis, 2000). A Elizabeth Hurley no le hizo falta ninguna cola ni rabo luciferino para transformarse en el mismísimo diablo en esta versión remozada del mito de Fausto. Aunque la carrera cinematográfica de la ex de Hugh Grant no creemos que pase a la historia del séptimo del arte, si que pasará por ser una de las diablas más seductoras que han salido del infierno.
Elvira. La dama de la Oscuridad (James Signorelli, 1988) En 1988 aparecía el personaje de la voluptuosa vampiresa interpretada por la actriz Cassandra Peterson. Actriz de culto para los seguidores del género del terror acabaría sacándole el jugo a su personaje de vampiresa hedonista como presentadora de programas de televisión.
Agnes Moreheard. Embrujada. El nombre de Endora todavía resuena en el álbum infantil de toda una generación televisiva. Gracias a ella supimos que las brujas, además de volar sin escoba, aparecer en las horas más intempestivas y transformar a sus yernos en bestias o deliciosas mascotas, poseían un toque de moda alta costura y un voluminoso cardado de peluquería a prueba de tornados.
Catherine Deneuve. El ansia (Tony Scott, 1983). La pareja Catherine Deneuve y David Bowie vistió la fauna nocturna y adictos a las transfusiones sanguíneas de estética postmoderna y look New Wave. Atrás quedaban para el museo los vampiros decimonónicos, las capas rojas y las ruinas neogóticas. Para la imagen icónica del film el beso lésbico entre la vampira Catherine y la doctora Susan Sarandon.
Angelina Jolie. Maléfica. La Bella Durmiente ( Walt Disney, 1959). Entre la galería de malvadas y villanas de la factoría Disney Maléfica siempre reinara en nuestros corazones como la más diabólica y terrible de las criaturas infernales imaginadas por el mago de Burbank. Los creadores del estudio profetizaban sin saberlo el futuro goticismo punk de la década de los ochenta.
Michelle Pfeiffer. Stardust (Matthew Vaughn, 2007) Hacerse vieja y ver como te florecen las arrugas es una de las cosas que una bruja como Michelle Pfeiffer no está dispuesta a soportar en esta vida. Y ya se sabe que las actrices de Hollywood cuando llegan a maduras, o se especializan en papeles de suegras o se reciclan en reinas y brujas de cuento.
Tilda Swinton. Las crónicas de Narnia (Andrew Adamson, 2005) La malísima Bruja Blanca de Las crónicas de Narnia no podía encontrar rostro y estilo más ad hoc que el de una actriz como Tilda Swinton que dejaba el listón en lo más alto en cuanto a hechiceras distinguidas que han desfilado por la pantalla mágica.
Christina Ricci. La familia Addams (Barry Sonnefield,1991). Miércoles, la hija pequeña del Clan Addams es conocida entre otras cosas, por su arte en decapitar muñecas y coleccionar arañas como mascotas. Todo hace pensar que cuando alcance la mayoría de edad o se convertirá en asesina en serie o será una excelente especialista en entomología.
Ruth Gordon. La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968) Aunque por culpa de ella Mia Farrow trajo al mundo al mismísimo Satanás en los apartamentos Dakota de Nueva York, Ruth Gordon nos dejó una de las brujas más parlanchinas y campechanas que se hayan paseado por Nueva York.
Charlize Theron. Blanca Nieves y la leyenda del cazador (Rupert Sanders, 2012) A la actriz sudafricana nadie le puede negar sus excelentes dotes camaleónicas a la hora de transformarse y dar un giro de 360 grados a su aspecto físico. Entre las reinas y madrastras que ha tenido que sufrir en sus carnes la princesa Blancanieves, estamos seguros que la suya pasará a la historia, al menos, por el mejor vestuario.
Elsa Lanchester. La novia de Frankenstein (James Whale, 1935) Aunque solo fuera por ese gran topo babilónico que recogería décadas despues la Maggie de Los Simpson, Elsa Lanchester tiene asegurado su lugar en la historia del cine como única novia oficial y conocida de Frankenstein y una de las mayores extravagancias góticas que nos ha ofrecido el cine de terror.