Lo que opinan 13 españolas de éxito sobre el feminismo
Preguntamos a las creadoras más influyentes su implicación con la palabra feminista y la llegada del tiempo de las mujeres.
Son artistas, empresarias, autoras, actrices, periodistas, diseñadoras… Creadoras cuyo trabajo se traduce en un ejemplo de lucha a la que han hecho frente con libertad, profesionalidad, sensibilidad, integridad y empeño. Porque no siempre es fácil. A todas les hemos planteado dos cuestiones: 1. ¿Creen que ha llegado el tiempo de las mujeres? 2. ¿Hay que implicarse con la palabra feminista? Estas son sus respuestas:
Carmen Calvo
(Valencia, 1950). En su cuadro Escenas de caza (1969), un cazador tira del cabello a una mujer mutilada. ...
Son artistas, empresarias, autoras, actrices, periodistas, diseñadoras… Creadoras cuyo trabajo se traduce en un ejemplo de lucha a la que han hecho frente con libertad, profesionalidad, sensibilidad, integridad y empeño. Porque no siempre es fácil. A todas les hemos planteado dos cuestiones: 1. ¿Creen que ha llegado el tiempo de las mujeres? 2. ¿Hay que implicarse con la palabra feminista? Estas son sus respuestas:
Carmen Calvo
(Valencia, 1950). En su cuadro Escenas de caza (1969), un cazador tira del cabello a una mujer mutilada. Grave pasión encantadora (2014) expone el gesto amargo de una señora de luto con unas esposas prendidas al cuello del vestido. Cuarenta y cinco años separan a estas dos obras de la artista, Premio Nacional de las Artes 2013, en su retrospectiva Todo procede de la sinrazón (1969-2016). «Sigue vigente el mismo tema: la manipulación de la mujer, su opresión». Es una de las seis académicas numerarias (de 34) de la Academia de Bellas Artes de Valencia, donde ejerce «de Pepita Grillo». Sus collages y performances, militantes como ella, desazonan al público, pero eso le gusta: «Yo he vivido siempre libre porque siendo niña no me encasillaron. En España falta cultura y formación. La reivindicación feminista necesita más actitudes que palabras».
Sybilla
(Nueva York, 1963). No le asustan los desafíos. Ha creado las prendas con las que soñaba, aceptando, con humildad, la admiración nacional e internacional. Y tras el frenazo de 2005, ha vuelto a poner en pie la empresa, «sin grandes recursos y con un equipo comprometido. Seguramente, mi mayor orgullo». Maestra de las texturas, el color y los volúmenes, hoy tiene un empeño: «Que la moda llegue a ser una fuerza positiva en la sociedad; un negocio capaz de reinventarse y dar respuesta a la situación del mundo. Yo, como mujer, quiero ropa que empodere, que me nutra, que me dé herramientas para sacar lo mejor de mí». En esa búsqueda de inspiración ha trabajado con grandes aliadas como Vandana Shiva o Anita Roddick. «Sin duda, la palabra feminismo toma fuerza y un nuevo significado, impulsado en muchos casos por los propios hombres. Las mujeres en puestos de poder pueden aportar una nueva manera de hacer y plantear los negocios». Su equipo (al que esta tarde se ha unido su perrita Rosi) anda de mudanza: «Nos vamos a una nave maravillosa, abrimos una tienda a la calle en Madrid y un nuevo salón de Medida y Novias. Empieza una nueva etapa».
Sol Picó
(Alcoy, 1967). El núcleo duro de la compañía de la Premio Nacional de Danza 2016 es femenino. «Yo no teorizo más allá de lo que he vivido: me ha costado mucho llegar a muchos sitios por ser mujer. Son los hilos masculinos los que mecen la cuna; hay que crear espacios para los nuestros». La bailarina y coreógrafa reivindica la celebración de la imperfección de la mujer con arrojadas coreografías que se alinean con el teatro denuncia: clásico, contemporáneo, hip-hop… Ellas son recurrentes en sus montajes (La dona manca, Sirena a la plancha, We women…). «A veces, la propia mujer entra en ese flujo de no colocarse donde le corresponde sin darse cuenta. Y eso hay que vigilarlo. No hay que dejarse vencer: con diálogo, sin violencia».
Patricia Urquiola
(Oviedo, 1961). Arquitecta y diseñadora, pertenece a una familia de Oviedo culta y liberal en la que «los problemas se afrontan y se resuelven». Nos cita en el Pabellón Mies van der Rohe, en Barcelona (www.miesbcn.com). ¿Apasionada? «Si eres mujer, hay que tener cuidado con esta palabra porque parece que te quita lógica», puntualiza. Con encargos en medio mundo, Salinas, para Boffi, es un último reto. Todos los recibe con naturalidad: «Los clientes tienen fe en que experimentaré y abriré puertas», dice. «Para evolucionar, hay que replantearlo todo. También en el amor y la amistad». Aclamada por Magistretti, Lisoni o Castiglione, su mentor, a los 40 años fundó su estudio en Milán: «Si hubiera sido hombre, lo habría hecho antes… La vida es corta para las mujeres». Denuncia una involución: «Deberemos volver al campo de batalla. Si en algo puedo ayudar a transgredir, estoy dispuesta». Texto: Victoria Aroca.
Ivana Baquero
(Barcelona, 1994). La niña prodigio de El laberinto del fauno estrena su primer papel adulto en la intimista Demonios tus ojos. «Era un salto al vacío; me apetecía». De carácter dulce y corazón guerrero, tras sus exhibiciones manejando dagas en Las crónicas de Shannara, ha rodado sus primeras escenas de sexo. «Teníamos claro que debían tener gusto y coherencia. En el cine, el hombre es el fuerte, el conquistador, el héroe; y la mujer, la vulnerable, la conquista, el objeto deseado. Muchos personajes femeninos siguen vinculados con el erotismo y el sexo: la mujer como reclamo sexual. Es triste y discriminatorio tener que desnudarse para poder trabajar». Su herencia ‘matriarcal’ («todas las mujeres de mi familia son jueces y fiscales») la posiciona con la causa: «Hay avances visibles en el espacio público, aunque las cifras globales quedan lejos de la paridad».
Eva Amaral
(Zaragoza, 1972). La palabra outsider, con la que tanto la han definido, le gustaba más antes. «Ahora se usa mucho por postureo. Me interesa la parte que habla de vivir por libre». En la promoción de Nocturnal Solar Sessions, su octavo disco de estudio con Juan Aguirre (han vendido juntos más de tres millones de discos), Eva parece seguir, como dice su letra de Hacia lo salvaje, en la búsqueda de su esencia más primigenia, poniendo acento en la realidad. «En este disco hablamos de lo que yo creo que va a salvar al mundo, que es intentar entender al que tienes enfrente». Considera «un tópico machista» que los hombres no entienden a las mujeres: «El feminismo no implica una lucha contra lo masculino, sino la búsqueda de un mundo igualitario. Yo, en la música, cada vez veo más instrumentistas, técnicas de sonido, montadoras… Es una transformación imparable».
Carme Portaceli
(Valencia, 1955). Es la primera mujer que dirige el Teatro Español en 500 años. «Vamos a resaltar esto porque hay muy pocas directoras en muy pocos sitios». Fuenteovejuna, protagonizada por un grupo de mujeres gitanas de Sevilla, es el montaje con el que ha arracado su programación. «Creo en el teatro que se hace eco de una sociedad diversa, con hombres y mujeres». Fundadora de la Factoría Escénica Internacional, es defensora voraz del feminismo: «Es la revolución más grande que ha habido en la historia de la humanidad. Incluso los hombres, los inteligentes, son feministas. Quienes lo dudan lo dicen porque les da vergüenza quedar mal y porque el patriarcado se ha encargado de decir que el feminismo es igual de asqueroso que el machismo».
Irene Escolar
(Madrid, 1988). Esta actriz luminosa sobre el escenario ha asumido su primera dirección teatral con Leyendo a Lorca, para reivindicar la voz de las mujeres del poeta. «Shakespeare tiene grandes personajes femeninos, pero son secundarios. Con Federico, los conflictos giran en torno a ellas, y es llamativo con qué sensibilidad entendió cómo viven la maternidad, la supervivencia y la frustración de sentirse en segundo plano. A mí Yerma me arrebata. Doña Rosita me cuesta… Todas son extrapolables a la actualidad. La realidad demuestra que no hemos avanzado mucho. Pero hemos perdido el miedo, tenemos la convicción de nuestros derechos. Yo defiendo la igualdad. No me importan las etiquetas ni el género, sino la calidad humana. Virginia Woolf lo dice en Una habitación propia: ‘Lo ideal es que todos tengamos una parte masculina y otra femenina, que seamos andróginos’. También Lorca en El público: ‘Uno es uno y siempre uno’».
Sandra Sabatés
(Granollers, 1979). La información siempre tiene un tono de crítica e ironía en su espacio de El intermedio. A la periodista –enrolada en el periodismo que invita a la reflexión– le indigna «la mentira y la falta de honradez», la reforma laboral, la sanidad, la subida de la luz, los refugiados y la falta de igualdad. «Es el momento de acabar con las prácticas machistas que, en el peor de los casos, desembocan en situaciones de violencia y de muerte. Queremos los mismos sueldos, el mismo respeto, conciliación y paridad en puestos de dirección… Y esto empieza, como decían Simone de Beauvoir o Mary Wollstonecraft, por la educación. Es vergonzante que un presidente de Estados Unidos se despache con comentarios misóginos, groseros y ofensivos. Ha llegado el momento de decir basta».
Sara Torres
(Gijón, 1991). Todo parece intencionado en su escritura. «La poesía es una llamada», nos dice. La otra genealogía (Torremozas) y Conjuros y cantos (Kriller71) aportan su visión honesta y visceral sobre las cuestiones de género: «Cuidado con lo que dices y proyectas porque afecta a la vida». Su firme discurso habla de conciencia política. «De la palabra feminista me interesa la capacidad que tiene para molestar. Los motivos por los que se quiere que palidezca son los mismos por los que yo me empeño en rescatarla y usarla en todo su poder. Es como la palabra lesbiana. ¡Cuidado! ¡Una mujer desobediente que dice no al contrato social! ¡Desobediencia en el deseo!… La palabra que molesta es la aliada. Para discutirla y empezar a construir alrededor de ella».
Lola Blasco
(Alicante, 1983). El Premio Nacional de Literatura Dramática, que ha ganado con Siglo mío, bestia mía, la pilló trabajando en su nuevo estreno, La armonía del silencio, basado en su intento por recuperar el piano de su abuela. Lleva años trabajando en un nuevo género, la fábula política. Ficción y realidad. Le gustan los cuentos. «Hay uno que le leo muchísimo a mi hija: ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa? Pero no me hace mucho caso, la verdad. El imperio Disney es poderoso. Es el dilema de las hijas de madres feministas… pero yo lo sigo intentando, porque a mí me habría gustado que, en su momento, me hubieran contado las verdades que conllevan nacer mujer. A los autores (masculinos) se les toma más en serio. Es tiempo de levantar murallas, pero también de caballeros andantes».
Rosa Clará
(Barcelona, 1959). Setenta países, 3.500 puntos de venta, 140 tiendas. La marca con su nombre se expande por el mundo y la diseñadora sigue con un objetivo: «Crecer y crecer». No ha sido fácil. «Ha habido sacrificios personales en el camino». No ceder en sus funciones de empresaria ha sido clave. «Ser mujer no me ha beneficiado ni me ha perjudicado. Me han preguntado muchas veces si los hombres han respetado mi profesión. Las nuevas generaciones no se plantean estas cuestiones». No hay distinciones en su forma de dirigir: «Yo, cuando busco un empleado, jamás me planteo si es hombre o mujer. Busco personas». El feminismo para ella es «respetar esos derechos». Y aclara: los vestidos de novia dan pistas del cambio de carácter de quienes los llevan: «Tienen muy claro lo que quieren, ya no les importa la edad, y son mucho más libres escotando un vestido o usando transparencias».
Laia Sanz
(Corbera de Llobregat, 1985). Todavía tiene su séptimo Dakar en la cabeza, al que suma 18 títulos mundiales en trial y enduro femenino. Aún así, le ‘incomoda’ que le aplaudan por ser la mejor piloto de la historia. Fue su madre quien la animó a correr su primera carrera. «En el Dakar no existe la buena suerte, así que te la trabajas», dice. Suena a metáfora de su vida. En su deporte nadie llega arriba por azar. «Menos una mujer. A algún patrocinador le puede llamar la atención, pero siempre tienes que demostrar más que ellos. Yo tengo 31 años, llevo corriendo mundiales y ganando desde los 14, y solo desde hace dos que entré en KTM tengo la moto que quiero». Por primera vez, disfruta. «He vivido épocas de mucho machismo. Compañeros que han dicho: ‘Esto del Dakar no puede ser tan duro si esta acaba’». Pero a Laia le pone la presión. «En el Dakar no he visto mujeres, ni mecánicas. En mi equipo son todo tíos. Pero no todos los deportes son así. Las deportistas en los últimos Juegos Olímpicos han obtenido mejor medallero. Eso deja muchas cosas claras».
Fotografía: Ximena Garrigues y Sergio Moya. Estilismo: Francesca Rinciari.