El borrón y cuenta nueva de Kristen Stewart: la estrella obligada a reinventarse (otra vez) a los 32 años
Tras protagonizar una extenuante e infructífera campaña hacia el Oscar por su trabajo como Diana de Gales en Spencer, la ‘outsider’ más célebre de Hollywood anticipa un nuevo giro en su carrera: “Voy a ser más cuidadosa con los papeles que elijo”.
Entre el 2 de septiembre de 2021 y el 27 de marzo de 2022 transcurrieron casi siete meses. 206 días, para ser exactos, separan la fecha elegida para el estreno mundial en el festival de Venecia de Spencer, el biopic sobre la figura de Diana de Gales, y la celebración de la gala de los Premios Oscar, que pone cada año el broche de oro a la temporada de vítores y reconocimientos cinematográficos. Una carrera abrumadora y extenuante para cualquier intérprete o director que se precie y que, sin embargo, a tenor del esfuerzo y empeño desplegados por aquellos con la suficiente fort...
Entre el 2 de septiembre de 2021 y el 27 de marzo de 2022 transcurrieron casi siete meses. 206 días, para ser exactos, separan la fecha elegida para el estreno mundial en el festival de Venecia de Spencer, el biopic sobre la figura de Diana de Gales, y la celebración de la gala de los Premios Oscar, que pone cada año el broche de oro a la temporada de vítores y reconocimientos cinematográficos. Una carrera abrumadora y extenuante para cualquier intérprete o director que se precie y que, sin embargo, a tenor del esfuerzo y empeño desplegados por aquellos con la suficiente fortuna, talento y equipo de publicistas como para tener un dorsal, parece merecer muy mucho la pena.
En el caso de Kristen Stewart, que cuenta con dos décadas de oficio, medio centenar de películas y una saga multimillonaria que hizo de ella una de las jóvenes más famosas del mundo, su aproximación a la mediática Lady Di era su primera gran oportunidad para conseguir ese Oscar que, como ya lograron compañeras de generación como Jennifer Lawrence o Emma Stone, corroborara su estatus de privilegio en la industria. Pero tras esos 206 días, decenas de portadas, entrevistas y una veintena de eventos a los que acudió de manera presencial entre premieres, galas, mesas redondas y fiestas varias, Stewart abandonó la alfombra roja del Dolby Theatre como la gran derrotada de la temporada de premios, viendo cómo seis meses de trabajo publicitario apenas fructificaron en un par de galardones menores. Un mazazo para cualquier otro intérprete, pero que, en el caso de la joven que celebra ahora su 32 cumpleaños, acostumbrada como está a la reinvención desde el éxito mayestático de Crepúsculo, puede suponer el empujón definitivo para convertirla en toda una leyenda del nuevo Hollywood.
“No quiero sonar como una idiota, pero la carrera hacia el Oscar es algo bastante agotador y bochornoso”. Nunca sabremos si el grueso de los académicos que apostaron por otorgarle la estatuilla a la mejor actriz a Jessica Chastain (por Los ojos de Tammy Faye) lo hicieron atendiendo de manera exclusiva a su gusto cinematográfico, pero da la impresión de que declaraciones como la ofrecida por Kristen Stewart a The New Yorker en pleno auge de la competición, no ayudaron en demasía a su candidatura. Pese a que no ha escondido su ilusión por ser nominada por primera vez, a ella no parece preocuparle que su nombre no fuese pronunciado sobre el escenario: “Todo esto es algo muy político. Tienes que salir a hablar con la gente, te sientes como si fueras una diplomática”. En otra intervención fue más explícita sobre el valor que le daba a ser nominada: “Me importa una mierda”.
Aunque sin estatuilla que colocar en el mueble de su salón, el eco mediático soportado por Kristen Stewart durante estos últimos meses solo ha potenciado su imagen de gran estrella de Hollywood, conservando ese punto de rebeldía outsider que encandila a las masas. El mismo The New Yorker la calificó como la actriz más interesante de su generación, los aplausos a su interpretación son unánimes, su versatilidad estilística ha brillado en decenas de alfombras rojas, en las redes se multiplican los tuits que claman justicia para ella y, antes de que Will Smith decidiera acaparar toda la cuota de protagonismo al agredir a Chris Rock, Stewart ya era la gran estrella de la noche. No solo por el rompedor traje con microshorts de Chanel con el que se saltó el código de vestimenta impuesto por la academia, que exige falda larga a las mujeres, sino por el beso que protagonizó ante los fotógrafos con su prometida, la guionista Dylan Meyer, que no tardó en viralizarse. Junto al Oscar ganado por Ariana DeBose (West Side Story), la californiana se encargó de que los recientes Oscar fueran los premios más queer de la historia.
Como señala el crítico Johnny Oleksinski en el New York Post, “lo sentimos, pero Kristen Stewart no va a ganar un Oscar a corto plazo”. Tras la oportunidad perdida, la actriz se ve obligada a empezar una nueva página en su carrera y, a tenor de sus declaraciones, no parece que ambicionar la estatuilla con un ansia digna de Leonardo DiCaprio vaya a estar en su lista de prioridades. Incluso podría decirse que la propia Spencer ha sido una especie de brindis al sol en una filmografía que hace años que se centra en proyectos de autor de renombre (Viaje a Sils María, Certain Women) o de cineastas jóvenes (La estación de la felicidad) sin anhelos de pisar moquetas glamurosas. En la inminente Crimes of the future acompañará a Viggo Mortensen en el regreso a la ciencia-ficción más transcendental y delirante de David Cronenberg y, después, rodará junto a Steven Yeun (Minari) un drama futurista que ella ha definido como “la historia de amor entre un satélite y una boya”. A priori, no parece muy cercano al menú tradicional de este tipo de galas.
Al igual que hiciera su excompañero en el aspecto profesional –y personal– Robert Pattinson, Stewart apostó hace justo 10 años (la última entrega de la saga Crepúsculo se estrenó en 2012) por desligarse por completo de su pasado como icono adolescente de tez pálida y labrarse un nombre fuera de las grandes producciones de Hollywood. Ambos no dudaron a la hora de ajustar sus nóminas y poner sus celebérrimos rostros al servicio de filmes destinados a triunfar más entre la crítica que entre el público palomitero de las multisalas. Una década después, el éxito de la operación ha sido tan rotundo que Pattinson se permite volver a saborear las mieles taquilleras con The Batman sin que nadie ponga en duda su talento y Stewart, que ya denunció que varios ejecutivos la presionaron para esconder su sexualidad si quería entrar en el universo Marvel, juega ahora con la posibilidad de dar vida a una “superheroína gay”.
Consciente de la nueva etapa que se cierne sobre ella tras protagonizar Spencer, la actriz ya esbozó en una entrevista los aspectos que tendrá más en cuenta a la hora de elegir en qué proyectos embarcarse. “Ahora voy a ser un poco más cuidadosa. Creo que tengo un mejor olfato para saber lo que va a ser fructífero para mí a nivel de experiencia, aunque no sea lo que más vaya a triunfar en el mundo”. Teniendo en cuenta su predicamento por presumir de su perfil de rebelde con causa, perder el Oscar puede ser lo mejor que le haya pasado a Kristen Stewart.