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Keanu Reeves: 12 películas que demuestran que el tiempo no pasa por él

Desde 1989, Keanu Reeves, ha sido una estrella reluciente en Hollywood y estas películas lo corroboran.

John Wick. Capítulo 3-Parabellum (Chad Stahelski, 2019). Poco debe faltar para que Íker Jiménez dedique un especial de Cuarto Milenio a uno de los grandes misterios de la humanidad: ¿cómo puede ser que Keanu Reeves se conserve así a sus 54 años? Acaba de estrenar la tercera parte de John Wick (Capítuo 3-Parabellum), cinta de acción en la que demuestra estar en plena forma y ser todo un icono del cine viril. Repasamos su lado más tierno… incluidos algunos de nuestros grandes placeres culpables.
Las amistades peligrosas (Stephen Frears, 1988). El vodevil estilo Luis XVI más aristocrático que se recuerda contaba con un Keanu Reeves interpretando a Raphael Danceny, un inocentón profesor de arpa. Keanu quedaba eclipsado por titanes de la interpretación en lo mejor de su carrera como Michelle Pfeiffer, Glenn Close y John Malkovich, pero ahí estaba.
Las alucinantes aventuras de Bill y Ted (Stephen Herek, 1989). La primera gran película como protagonista de Keanu Reeves. Era una especie de versión instituto de El ministerio del tiempo, con dos cenutrios cateadores en historia universal que debían viajar al pasado y encontrarse con toda una serie de celebrities históricas (Freud, Juana de Arco, Napoleón Bonaparte) para arreglar el futuro. Circuló mucho entre la juventud aficionada a los cigarritos de la risa. De puro disparatada tiene su encanto y, por lo menos, lanzó al estrellato a Keanu.
Mi Idaho privado (Gus Van Sant, 1991). Si después de Bill y Ted alguien pensaba que Reeves iba a ser un caricato estaba muy equivocado, aunque a Keanu le costara cuatro años demostrarlo. La cinta de Van Sant, libre adaptación de Enrique IV de Shakespeare, fue un hito en la representación de la homosexualidad en la gran pantalla y una de esas películas que no pueden falta en la lista de lo mejor de los noventa. La historia de amor y amistad entre los chaperos interpretados por Keanu y el difunto River Phoenix pone los pelos de punta solo con recordarla. Keanu era Scott, el pijo rebelde que solo quería fastidiar a su familia.
Le llaman Bodhi (Kathryn Bigelow, 1991). Como indica el título, a Patrick Swayze le llamaban Bodhi en este filme. Pero el protagonista absoluto era un Keanu Reeves al que llaman Utah. Es una película de lo más curiosa que se ajusta como un guante al cine con el que identificamos a Reeves: coquetea inquietantemente con lo hortera (esos surfistas peliteñidos), lo pedante (con constantes líneas de diálogos sacadas de los mismos libros que lee Paulo Coelho) y la exuberancia física (tanto Swayze como Reeves insistieron en rodar sus propias escenas subidos a una tabla de surf). Y, sin embargo, funciona. Una cinta definitoria del nuevo tipo de masculinidad que encarnará el actor.
Drácula, de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992). Para Keanu fue un bofetón a mano abierta. Coppola insistió en juntar a dos de los grandes iconos de la Generación X, Keanu Reeves y Winona Ryder, en su adaptación del vampiro eterno. La crítica anglosajona afiló los colmillos y le hincó el diente a su encarnación de Jonathan Harker. ¿Su gran pecado? Impostar un acento británico que ni el de Ana Botella y su relaxing café con leche. Hoy, con el tiempo recorrido, no podemos negar que Coppola tenía razón: Keanu y Winona hacían una pareja encantadoramente carismática.
Speed (Jan de Bont, 1994). Tras el desastre de Drácula, y cuando nadie daba un duro por él, Keanu resucitó “a toda mecha”, que dirían Santa Justa Klan. De nuevo, el cine de acción vino en su ayuda. En esta ocasión se trató de una modesta producción en la que Sandra Bullock tenía que pisar el acelerador de un autobús si no quería que se activara una bomba adosada a sus bajos. Reeves era el policía encargado de desactivar el artefacto… y hacer estallar la adrenalina. Sandra y Keanu volverían a reencontrarse en La casa del lago, pero la química no volvió a funcionar en taquilla. Uno de los grandes negocios en relación coste-beneficio del cine de los noventa.
Un paseo por las nubes (Alfonso Arau, 1995). Es probable que ni Keanu se acuerde de esta película que, sin embargo, siempre tendrá un huequito en nuestro corazón. ¿Cómo olvidar este intento de hacer una segunda parte de Como agua para chocolate en el que Keanu retozaba con Aitana Sánchez-Gijón entre viñedos? ¿Cómo olvidar a Aitana haciendo de campesina MEXICANA (¡¡mamacita!!)? ¿Cómo olvidar sus piececitos prensando la uva? Dulce y empalagosa como el moscatel.
Pactar con el diablo (Taylor Hackford, 1997). La crítica se ensañó con este thriller esotérico, pero lo cierto es que al público le encantó y situó a Keanu en el club de los actores que podían pedir 10 millones de dólares por filme. Como en Las amistades peligrosas, era un abogado panoli con el que jugueteaba todo un veterano maléfico como Al Pacino. Fue su primer trabajo junto a Charlize Theron. Pronto se reencontrarían.
Matrix (Hermanas Wachowski, 1999). Una película capital de la historia del cine y un antes y un después en la carrera de Keanu Reeves. Tras el tortazo que se pegó con Johnny Mnemonic, Keanu dudó si protagonizar esta distopía. No cabe duda que el muchacho tiene arrestos… y un físico privilegiado. Interpretar a Neo, el mesías de la era cibernética, supuso cuatro meses de duro entrenamiento físico. Su gabardina negra y sus gafas de sol se convirtieron en un icono universal. Del Hombre de Negro de El Hormiguero a tu vecino emo, muchos han intentado imitar el estilismo de Keanu con idénticos y ridículos resultados. La conclusión está clara: con el estilo se nace, no se hace.
Noviembre dulce (Pat O’Connor, 2001). Charlize Theron le descubre al estresado publicista interpretado por Keanu las cosas importantes de la vida. La peli era mala a rabiar, pero como diría Melanie Griffith… ¡qué jartá de llorar! La clásica historia de amor imposible porque ella tiene cáncer o, lo que es lo mismo, la enésima versión de Love Story.
Cuando menos te lo esperas (Nancy Meyers, 2003). Pocos sex symbols se habrían atrevido a hacer lo que Keanu en esta comedia que cuestionaba el papel de las actrices en Hollywood. Aquí, el actor caía perdidamente enamorado de una mujer mucho mayor que él como Diane Keaton. No solo eso: cuando descubre que no es correspondido se aparta discretamente para permitir la felicidad de Keaton. Hay gente con clase y luego está Keanu.
Trilogía John Wick (2014, 2017, 2019). Después de una temporada de descanso, Keanu ha regresado por todo lo alto con esta trilogía sobre un asesino a sueldo que ha sido toda una sorpresa a nivel de crítica y público. Más que actuar, baila. Eso sí, dada la cantidad de villanos y colegas de profesión a los que da matarile por segundo, tal vez no sea del gusto de las almas más sensibles.