La quiniela de quién heredará (además de su gato) la fortuna de Lagerfeld
Se desconocía con quién compartía sus éxitos y, por tanto, quiénes van a ser sus herederos… Pero hay cuatro posibles (y muy firmes) candidatos.
Nunca se supo lo que hacía Karl Lagerfeld los fines de semana. Posiblemente, trabajar sin descanso en lo que fuera (Chanel, Fendi, su firma homónima o los mil y un proyectos tocados por la firma del káiser). El trabajo era su única pasión real; por lo demás, se desconoce con quién compartía sus éxitos y, por lo tanto, se desconoce también quién va a heredar su fortuna.
Cuando en su última entrevista, concedida a Numéro el pasado mes de abril, se le preguntó si su gata Choupette sería una de las herederas, el creador contestó: ...
Nunca se supo lo que hacía Karl Lagerfeld los fines de semana. Posiblemente, trabajar sin descanso en lo que fuera (Chanel, Fendi, su firma homónima o los mil y un proyectos tocados por la firma del káiser). El trabajo era su única pasión real; por lo demás, se desconoce con quién compartía sus éxitos y, por lo tanto, se desconoce también quién va a heredar su fortuna.
Cuando en su última entrevista, concedida a Numéro el pasado mes de abril, se le preguntó si su gata Choupette sería una de las herederas, el creador contestó: «Sí, ella entre otros. No os preocupéis, hay suficiente para todos». Sea o no cierta su afirmación (ya sabemos que al creador alemán le gustaba construir su leyenda a golpe de frases lapidarias), lo cierto es que Lagerfeld tenía un círculo tan cerrado como fiel: un grupo de compañeros leales que le ayudaban en las labores diarias, ya fueran pasearle por las calles de París o hacer realidad sus bocetos de Chanel.
«A Karl le gusta rodearse de belleza», dijo en varias ocasiones su mano derecha, Amanda Harlech. Junto a Virginie Viard, la jefa de estudio de Chanel y desde ayer sucesora del creador en la casa parisina, Harlech era la encargada de «enriquecer» las creaciones que imaginaba el diseñador. Su unión, que ha durado más de dos décadas, ocurrió de una forma inesperada. Cuenta Dana Thomas en su libro Dioses y Reyes que Harlech vio cómo su trabajo como directora de imagen de Galliano terminó de forma inesperada cuando este entró en Dior. Ella, sin trabajo, pidió ayuda a su amigo, el editor André Leon Talley. «Llévala a la tienda de Chanel, vístela y tráela al desfile. Veamos lo que podemos hacer», le dijo Lagerfeld a Talley. Y hasta hoy.
Así, de forma casi casual es como Karl ha ido forjando sus amistades en la última etapa de su vida. Que se lo digan a otro posible heredero, el apuesto Sebastien Jondeau. Se conocieron hace más de 20 años, cuando éste llevaba un camión de mudanza lleno de antigüedades a la nueva casa del diseñador. A la semana siguiente, Jondeau refinaba su armario y acompañaba a Karl a todas partes. Se convirtió en su guardaespaldas, su chófer, su acompañante a las fiestas y, más recientemente, en diseñador de Karl Lagerfeld –la firma–, para la que diseñó una colección la pasada temporada.
Lagerfeld siempre ha optado por la familia que se elige. Tiene dos hermanas, Thea y Christiana Lagerfeldt (sí, Karl optó por desmarcarse de ellos quitándose la t final de su apellido). Esta última, residente en Estados Unidos, contaba hace un par de años, en la edición americana de Vogue, que llevaban más de 40 años sin verse. «No importa, es un hombre muy ocupado», declaraba la mujer. Adoraba, sin embargo, a su madre, Elizabeth Bahlman, y siempre dijo que tras su muerte le gustaría que sus cenizas descansaran junto a la tumba de ella. Allí descansará también, por cierto, la gata Choupette cuando muera.
Por lo demás, su familia son sus amigos. Hasta el punto de que muchos de ellos firmaron lazos civiles con él. Lo hizo Jacques des Bascher, su fiel acompañante, al que el diseñador adoptó legalmente poco antes de que el dandi muriera de sida en 1989. Cuentan que des Bascher también descansa en el panteón que acoge a la madre del modisto. Y en 2010 lo hizo Hudson Kroenig, a quien el káiser convirtió en su ahijado y en su inspiración, que solía salir a saludar junto a él al final de los desfiles. Hijo del modelo y amigo de Karl, Brad Kroenig, Hudson –que ahora tiene diez años– entra también en las quinielas de la herencia.
Quizá sus sirvientas (y las de Choupette, que tenía dos asistentes) también se vean recompensadas. O quizá ninguno de los anteriores. Al final, el misterio que rodeó a Karl Lagerfeld durante sus últimos años, esa leyenda de frialdad y secretismo que a él le encantaba alimentar (y que aprendió de su antecesora, Coco Chanel, aficionada a crear falsos mitos a su alrededor) hace que todas las respuestas sean posibles.