«Ella era la razón número uno de mi existencia»: Johnny Cash y June Carter, el amor cuando sobra el talento y las adicciones
Permanecieron casados de 1968 a 2003, el año en el que ambos murieron. Cuando se vieron por primera vez el amor pudo con todo, incluso con sus respectivos matrimonios.
«Nunca hablé mucho acerca de cómo me enamoré de John. Y ciertamente no le dije cómo me sentía. No era un momento conveniente para que me enamorara de él, y no era un momento conveniente para que él se enamorara de mí. Una madrugada, alrededor de las cuatro en punto, conduje mi automóvil casi tan rápido como pude. Pensé: ‘¿Por qué estoy en la carretera a esta hora de la noche?’. Me sentía miserable y lo vi claro: me estoy enamorando de alguien de quien no tengo derecho a enamorarme. Tenía miedo de su forma de vida. Entonces pensé: ‘No puedo enamorarme de este hombre, pero es como un anillo de f...
«Nunca hablé mucho acerca de cómo me enamoré de John. Y ciertamente no le dije cómo me sentía. No era un momento conveniente para que me enamorara de él, y no era un momento conveniente para que él se enamorara de mí. Una madrugada, alrededor de las cuatro en punto, conduje mi automóvil casi tan rápido como pude. Pensé: ‘¿Por qué estoy en la carretera a esta hora de la noche?’. Me sentía miserable y lo vi claro: me estoy enamorando de alguien de quien no tengo derecho a enamorarme. Tenía miedo de su forma de vida. Entonces pensé: ‘No puedo enamorarme de este hombre, pero es como un anillo de fuego’”. Estas palabras, pronunciadas en el año 2000 por la cantante June Carter en la revista Rolling Stone, hacen referencia a cómo compuso la célebre Ring of Fire, la canción que en 1963 popularizó quien un lustro después se convertiría en su tercer esposo, Johnny Cash. Aquel tema, originalmente grabado por su hermana Anita Carter, trataba de un amor prohibido predestinado a ocurrir.
7 de julio de 1956. June, que por entonces acompañaba a su primer marido Carl Smith a la guitarra, se topó con Cash entre las bambalinas del Grand Ole Opry de Nashville. Ella sabía perfectamente quién era Johnny porque semanas antes, estando de gira con el mismísimo Elvis Presley, había escuchado varias veces en una gramola sus primeros éxitos Cry! Cry! Cry! y I Walk the Line. Él, asimismo, también era conocedor de la trayectoria de June porque desde bien pequeño se crio con la música de su influyente familia, The Carter Family. “No puedo recordar nada más de lo que hablamos, excepto sus ojos. Esos ojos negros que brillaban como canicas”, escribió June en las notas del box set Love, God, Murder. Lo que se olvidó de contar es que en ese primer encuentro el artista ya le pidió matrimonio. A pesar de que era evidente que se atraían, a efectos prácticos lo suyo era imposible porque ambos estaban casados. Cierto es que June en ese mismo 1956 acabaría divorciándose de Smith, pero al año siguiente no dudó en pisar el altar por segunda vez junto al jugador de fútbol americano Edwin “Rip” Nix.
Cash, por su parte, desde 1954 estaba casado con Vivian Liberto, una joven que no veía con buenos ojos el ascenso mediático de su esposo y, por consiguiente, que pasara largas temporadas fuera de casa desatendiendo a sus cuatro hijas: Rosanne, Kathy, Cindy y Tara. Aquellos días, sin duda, fueron los más salvajes de Johnny. Desde mediados de los cincuenta hasta bien entrados los sesenta su adicción a las anfetaminas y los barbitúricos fue incontrolable. Incluso, en 1965, fue arrestado en El Paso después de intentar entrar sin éxito a Estados Unidos 669 tabletas de efedrina y 475 ansiolíticos que había comprado en México. “Era una bolsa de huesos. Parecía la muerte andante y lo sabía. Había un lado violento en esa persona”, se le oye confesar a él mismo sobre la espiral de autodestrucción en la que cayó en el documental The Gift: The Journey of Johnny Cash, estrenado el pasado año en Youtube Premium.
Vivian no solo sufrió en silencio los excesos del hombre que amaba, sino que además desconfiaba de su lealtad. Motivos no le faltaban. Sobre todo, después de que June se uniera a su banda en 1962, el punto de partida en el que iniciaron un romance en secreto a espaldas de sus parejas tal como afirma Julie Chadwick en el libro The Man Who Carried Cash, centrado en la figura de la única persona conocedora de los hechos, su manager Saul Holiff. “Debería haber sido implacable para salvar el matrimonio. Tan implacable como June lo fue para destruirlo”, llegaría a escribir la propia Vivian en sus memorias I Walked The Line: My Life With Johnny. En 1966 ella requirió el divorcio y June hizo lo propio con Edwin. Con el papeleo firmado, claro está, al fin se liberaron de sus respectivas parejas para afrontar un futuro juntos. Sin embargo, no todo fue tan de color de rosa como nos hicieron ver Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon en el biopic En La Cuerda Floja.
La película nos hizo partícipes de cómo June luchó con todas sus fuerzas por alejar de las drogas a Cash y, precisamente, terminaba con una recreación de aquel 22 de febrero de 1968 en el que la estrella, ante 7.000 espectadores, aprovechó un concierto en Canadá para pedirle matrimonio. Finalmente se casaron escasos días después, el 1 de marzo. No obstante, su unión fue de todo menos idílica. O, al menos, eso es lo que se extrae de varios testimonios. Por ejemplo, ahí está el del periodista Robert Hilburn, quien investigando de cara a su libro Johnny Cash: The Life descubrió un episodio de lo más turbio: “Pensaba que conocía a Johnny Cash, pero no sabía que las cosas se habían vuelto tan oscuras. June estaba embarazada del hijo de John, John Carter. Se habían casado en el 68, esto pasó en el 69 y el niño nació en el 70. June, mientras está embarazada, se entera de que John tuvo o había tenido una aventura con su hermana Anita. Durante ese tiempo John tendría relaciones con otras mujeres, y una de ellas fue Anita”.
Tampoco habría que obviar los trapos sucios que su primer hijo en común, el anteriormente mencionado John Carter, confesó en Anchored in Love: An Intimate Portrait of June Carter Cash. A lo largo de aquellas páginas explicó que, aunque de cara a la galería la historia de sus progenitores parecía un cuento de hadas, “la realidad es que el sufrimiento continuó y empeoró, si acaso, a lo largo de los años». Para que se hagan una idea: tras varios problemas de salud Cash volvió a caer en el abuso de ansiolíticos e ingresó en varias ocasiones en el Centro Betty Ford; el dinero escaseaba en la familia porque se despilfarraba a lo grande y, en los ochenta, la década en la que la carrera discográfica de su padre tocó fondo, no les quedó otra que vender gran parte de sus joyas para poder pagar al servicio doméstico. De todos modos, lo que más sorprende es el inédito retrato que traza de su madre June, de quien afirma que era una compradora compulsiva, que también tenía un severo problema con las pastillas y, además, que en muchas ocasiones se ponía paranoica porque temía que su esposo nuevamente le fuera infiel.
Aun con esas, June y Johnny permanecieron unidos hasta 2003, el año en el que ambos murieron con apenas cuatro meses de diferencia. Su longeva relación, aunque pudiese pensarse lo contrario, jamás se marchitó. Prueba de ello está en la carta que Cash escribió a su esposa en 1994 con motivo de su 65 aniversario: “Feliz cumpleaños Princesa. Nos hacemos viejos y nos acostumbramos el uno al otro. Pensamos parecido. Nos leemos las mentes. Sabemos lo que el otro quiere sin preguntar. A veces nos irritamos un poco. Quizás a veces se da por sentado. Pero de vez en cuando, como hoy, medito sobre eso y me doy cuenta de la suerte que tengo de compartir mi vida con la mujer más grande que he conocido. Todavía me fascinas e inspiras. Me influyes para ser mejor. Eres el objeto de mi deseo, la razón terrenal #1 para mi existencia. Te quiero muchísimo. Feliz cumpleaños Princesa”. Como el propio Cash apostilló en Rolling Stone tres años antes de fallecer: “Aquí hay un amor incondicional. Escuchas mucho esa frase, pero es real conmigo y ella. Ella me ama a pesar de todo, a pesar de mí mismo. Ella me ha salvado la vida más de una vez. Ella siempre ha estado allí con su amor, y ciertamente, me ha hecho olvidar el dolor durante mucho tiempo, muchas veces. Cuando oscurece, y todos se van a casa y las luces están apagadas, solo somos ella y yo».