Claudia Schiffer: «Por fin hay diversidad en la moda y eso lo han conseguido las ‘influencers'»
Entrevistamos a una de las grandes protagonistas de la moda de los noventa, que relata en una exposición y un libro la revolución que supuso aquella década.
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Casi 40 años siendo una de las modelos más famosas del mundo te hacen ver la profesión con perspectiva. Resumir la carrera de Claudia Schiffer (Rheinberg, Alemania, 51 años) es tan imposible como absurdo. Hasta para ella. Por eso, en lugar de hacer una retrospectiva de sus portadas y campañas, ha preferido mostrar la evolución de la imagen de moda en su época dorada, los noventa, a través de Captivate, una exposición en el Kunstpalast de Rotérdam y un libro que capturan sus momentos favoritos (propios y ajenos) de aquella época. “Todavía me sigo preguntando si esta es la quintaesencia de los noventa, o si las imágenes seleccionadas captan de verdad la mirada de los fotógrafos. Es mi primera vez como comisaria y no paro de pensar que el trabajo quizá no esté completo”, cuenta a esta revista. También, la primera vez que la obra de fotógrafos como Mario Sorrenti, Peter Lindbergh, Juergen Teller o Herb Ritts, entre muchos otros, está reunida en un mismo espacio, tratando de capturar 10 años “en los que se experimentó todo. Empezaron retratando una especie de glamur sexy y terminaron con imágenes minimalistas, prendas grunge y nosotras sin maquillaje”, explica. “Mi intención es contar visualmente cómo en aquella década cambiaron los ideales de la moda. Si en los ochenta la imagen reflejaba perfeccionismo, en los noventa se quería captar la diversión y la naturalidad. Las revistas empezaron a mezclar chaquetas de Chanel con pantalones vaqueros, vestidos de Alaïa con zapatillas deportivas… y a todo el mundo le interesaba la moda. Nacieron muchas revistas independientes, las campañas publicitarias eran temas de conversación, hasta la MTV hablaba de nosotros como si fuéramos músicos”. Y nació el fenómeno de las supermodelos, estrellas ubicuas en pasarelas, vallas, videoclips y portadas o, como Schiffer lo define “pasamos de ser meros maniquíes a tener nombre. Hasta los diseñadores jóvenes, como Marc Jacobs o Helmut Lang, se convirtieron en famosos”.
Claudia comenzó su carrera cuando este fenómeno estaba aún por explotar. Descubierta a los 17 años por un agente en un pub de Düsseldorf, se mudó a París con un pequeño porfolio fotográfico (“me sé el metro de París de memoria”, bromea) hasta que un hombre y una mujer cambiaron su vida. El primero, Karl Lagerfeld, que la convirtió en una de las musas de Chanel cuando aún no había alcanzado la veintena: “Él fue quien logró que pasara de ser una adolescente insegura a una supermodelo. Lo que era Warhol al arte, Karl lo era a la moda”, dice. La segunda mentora de Schiffer fue la fotógrafa Ellen von Unwerth. “Mis recuerdos favoritos tienen que ver con ella. Cuando tenía 17 y las dos estábamos empezando. Paseábamos por el Pompidou y ella me retrataba con mi propia ropa”, rememora. Poco después, Guess vio aquellas imágenes, y convirtió a Schiffer en la imagen de una campaña que ya es histórica. “Iba a firmar autógrafos a los centros comerciales, aparecí en el programa de Jay Leno y en el de Oprah. Cuando volví a mi apartamento de Nueva York, un vecino me preguntó en el ascensor si era la chica de Guess. Creo que ahí supe que todo había cambiado”, dice en alusión a la primera campaña global que le concedió total protagonismo.
Sin embargo, Claudia no recuerda esa época con la nostalgia de un pasado mejor; cree que aquellos años sentaron las bases para que la industria en general, y la profesión de modelo en particular, se hayan convertido en algo mucho más realista. “Las redes sociales han logrado que la individualidad importe más que nunca. Es muy reconfortante ver que por fin hay diversidad de razas, edades y tallas. Y eso lo han conseguido las modelos no profesionales, las influencers”, opina. “Creo que las supermodelos iniciamos un camino en el que nuestra voz y nuestras opiniones importaban. Ahora las modelos son polifacéticas de verdad, trabajan en terrenos como el activismo, el bienestar, la sosteniblidad, la tecnología… pueden desarrollar carreras paralelas sin que esté mal visto. Y nosotras seguimos trabajando. Mira a Naomi Campbell, a Amber Valletta, a Georgina Grenville o a mí misma. Cada vez tenemos más proyectos porque se está rompiendo la barrera de la edad”.
Puede que la imagen digital y su inmediatez hayan terminado, en parte, con la magia de la fotografía de los noventa, pero Schiffer no ve el cambio como una pérdida, sino como una apertura a otras miradas, sobre todo femeninas: “En los noventa había muy pocas fotógrafas mujeres, la fotografía de moda era un club masculino. Ellas solían trabajar como asistentes para aprender el oficio, pero luego muy pocas podían tener su propia carrera, era un sistema muy jerárquico y bastante rígido”. Para Schiffer, fueron fotógrafas como Corinne Day o la propia Von Unwerth las que abrieron el camino al resto. “Ambas fueron modelos y conocían perfectamente el lenguaje, pero le añadían complicidad. Las imágenes de Corinne influyeron a toda una generación, porque se rebelaban contra los clichés hipersexualizados. Von Unwerth es muy irreverente, trabajar con ella era como quedar con una amiga”, explica, “si lo pienso, se puede trazar un hilo conductor: de las fotos de los años treinta de Toni Frissell a Corinne, las fotos de backstage de Roxanne Lowit y toda esta nueva generación de mujeres tras la cámara: Liz Collins, Cass Bird, Harley Weir… hay en ellas una naturalidad diferente, mucho más cómplice y realista”.