Cate Blanchett: «No hablo de conciliación hasta que le pregunten lo mismo a ellos»
Cuando se juntan dos Oscar, una respetada carrera sobre las tablas, una considerable dosis de estilo y sentido del humor del bueno, estamos ante una estrella excepcional como Cate Blanchett.
Con las manos en los bolsillos, el pelo suelto, los ojos entornados y una sonrisa misteriosa. Al verla así, hierática, en medio del restaurante del hotel Cap d Antibes de Cannes, se entiende. Se comprende por qué es el ejemplo que se vislumbra al pensar en actrices respetadas. Por qué el público y la crítica la adulan. Por qué la consideran un icono. Por qué le llueven los premios. Cate Blanchett es el arquetipo manido de gran actriz, de intérprete tótem. El traje beis de chaqueta y pantalón, levemente acampado, refuerza la impresión. También las arrugas en el contorno de los ojos y alrededo...
Con las manos en los bolsillos, el pelo suelto, los ojos entornados y una sonrisa misteriosa. Al verla así, hierática, en medio del restaurante del hotel Cap d Antibes de Cannes, se entiende. Se comprende por qué es el ejemplo que se vislumbra al pensar en actrices respetadas. Por qué el público y la crítica la adulan. Por qué la consideran un icono. Por qué le llueven los premios. Cate Blanchett es el arquetipo manido de gran actriz, de intérprete tótem. El traje beis de chaqueta y pantalón, levemente acampado, refuerza la impresión. También las arrugas en el contorno de los ojos y alrededor de la boca. Quedan pocos rostros célebres de 46 años sin retocar.
Pero a veces puede resultar demasiado profesional. Son las 12:30 y varios medios internacionales esperan para entrevistarla. Durante los encuentros, no perderá de vista nunca la excusa: la presentación de la nueva campaña del perfume Sì de Giorgio Armani, del que es imagen. Aprovechará para meter la cuña. Cuando hablemos de la personalidad de las mujeres, comentará: «Somos complejas, como la fragancia de Armani». sobre el glamour de los años 50: «Se basa en el misterio y en lo inefable, como un aroma». Cuando charlemos sobre moda, admitirá sentirse «atraída por piezas trabajadas, pero con un envoltorio simple, como el jugo de Sì». Los datos avalan su papel de embajadora. El perfume al que representa es el sexto entre los más vendidos en Europa, nada mal para una esencia nacida hace más de dos años.
No es la primera vez que visita el Festival de Cannes. «Pero sí con una película a concurso [Carol, de Todd Haynes; sin fecha prevista en España]», matiza, sentada ahora en un sofá de una suite. Mira de frente, con la espalda recta y un mohín divertido. Conoce la profesión al dedillo y el papel de entrevistada.
Su actuación ha convencido de nuevo, su nombre suena para un tercer Oscar.
¿En serio? Bueno, estaré en las quinielas una semana y luego estará otra persona. Los críticos son veleidosos.
¿Cómo se toma las apuestas?
Trabajo desde hace años en el sector y con el tiempo he aprendido a valorar las cosas. Hablar de premios es su manera de decir: «Me ha gustado su interpretación».
Las críticas de Carol son positivas. Aunque muchos prefieren centrar las reseñas en la relación lesbiana.
Cierto. Pero cuando ven el filme, cambian de discurso. La historia es Romeo y Julieta; bueno, Julieta y Julieta. Vale, las amantes son chicas, pero eso pasa a un segundo plano. Claro que algunos se quedan en lo obvio y preguntan si soy gay [risas]. En fin. Es ridículo.
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Cuando tuvo lugar esta entrevista, el pasado mes de mayo, internet bullía con titulares de esta índole: «Cate Blanchett desvela que ha tenido relaciones con varias mujeres». La fuente del embrollo, la revista Variety. A la pregunta de si las había tenido, la australiana contestó: «Sí, muchas veces». «No publicaron la segunda parte», justifica. ¿Esa continuación?: «si se refiere a idilios sexuales, la respuesta es no».
¿Es tabú la relación entre féminas en el cine?
Sí. Los periodistas citáis La vida de Adèle porque no existen casi cintas mainstream sobre la materia.
Se supone que en Europa somos más abiertos, que nos da menos vergüenza abordar el tema ¿un cliché?
En EE UU el conservadurismo es brutal. Solo algunos estados permiten el matrimonio gay, no existe un consenso [la entrevista tuvo lugar antes de que el Tribunal supremo aprobara los enlaces entre homosexuales]. O se es muy conservador o muy liberal. Las cosas van a velocidades distintas y eso no las facilita.
No es la primera vez que da vida a una mujer poliédrica que experimenta una metamorfosis. Elizabeth (Elizabeth, 1998), Jasmine (Blue Jasmine, 2013), Katharine Hepburn (El aviador, 2004)… ¿Es ésa su intención? ¿O es así como la ven los realizadores?
Es mi proceso: si las mujeres somos complejas, también debemos serlo en pantalla. incluso cuando hago de madrastra [Cenicienta] busco la tridimensionalidad. somos seres frágiles y fuertes, divertidos y sensibles, sensuales y maternales. Mi objetivo es conectar con el personaje a través de una emoción. Con Carol, el clic ocurrió al recordar el perfume empolvado de mi abuela. Me transportó más lejos que todas las lecturas que había hecho.
Dicen que es fuerte, ¿de dónde viene su entereza?
Supongo que es de familia. Mi abuela y mi madre también lo eran. Nos han criado así.
En los años 50, la década de Carol, no existía la paridad. Tampoco hoy.
Hemos avanzado poco. Aunque debemos ser optimistas. En cine, las productoras, directoras, actrices y guionistas tienen talento y no se dejan amedrentar. Pero a veces dan ganas de decir basta. ¿Cómo es posible que el presupuesto de una película con protagonista femenina sea solo el 8% de una con un hombre? Es frustrante.
¿La buena noticia?
El número de chicas al frente de los estudios crece, y con él mejora la distribución de las historias femeninas.
Es madre de cuatro hijos, ¡muchísimos!
Sí. La última es adoptada; soy muy feliz.
Varios medios le habrán preguntado hoy por la conciliación familiar.
Así es.
¿Su respuesta?
¿Por qué no se lo preguntan a ellos?
Para esta producción, trabajó con la diseñadora Sandy Powell [de las más cotizadas en Hollywood], con la que ya había colaborado en La Cenicienta y en El aviador.
Es fantástica, tiene un discurso muy elaborado y sus trajes suben el nivel de la película.
La admiración es mutua, de usted ha dicho que es de las actrices más ingeniosas, listas e interesadas en la moda. ¿Le importa la ropa?
Sí, aunque me cuesta escoger una década o estética. Mezclo lo masculino y lo femenino. Me atrae el buen corte, las piezas elaboradas pero que rezuman simpleza. Lo mismo sucede con los muebles: me fijo en el acabado. Eso sí, huyo de lo barroco y excesivo. Mi look perfecto: un traje pantalón y unos zapatos masculinos, sin calcetines.
La mayoría de los diseñadores célebres son hombres.
Pero ahí están Phoebe Philo, Sarah Burton, Miuccia Prada… fantásticas e influyentes. El pero: hay más varones famosos. Aunque el género es lo de menos. Cuando visto de Armani, no me siento liberada. Su visión es femenina y ecléctica: se adapta a muchas mujeres, lo que te permite ser tú misma. Ése es el problema de la moda: si te conviertes en su esclava, pierdes la identidad.
¿Sabe ya si sale en el montaje final de sus colaboraciones con Terrence Malick, Knight of Cups y Weightless [ambas sin fecha de estreno en España]?
Él es conocido por sus cortes al metraje total. No he visto ninguna; ni idea.
Tiene fama de director difícil.
No es complicado, es único. Malick da forma a un estado emocional o psicológico. Él lo describe como «ir a pescar momentos». Una cinta suya son atmósferas y emociones. Su métodos es místico.