Ana de Armas y el fin del prejuicio hollywoodiense que aparta a los actores con acento de los papeles ‘blancos’
La dura reacción en contra del acento de Ana de Armas en ‘Blonde’ es solo un capítulo más de los problemas de los actores extranjeros para salirse de los estereotipos en la meca del cine. La defensa de Brad Pitt de la cubana, quizá es la muestra de que algo está cambiando.
Tras multitud de retrasos, el próximo 28 de septiembre se estrenará por fin en Netflix Blonde, el biopic de Marilyn Monroe basado en el libro del mismo título escrito por Joyce Carol Oates y en el que Ana de Armas interpreta al mito cinematográfico estadounidense junto a Bobby Cannavale, que se mete en la piel de Joe DiMaggio; Adrien Brody, que interpreta a Arthur Miller, y Julianne Nicholson, que s...
Tras multitud de retrasos, el próximo 28 de septiembre se estrenará por fin en Netflix Blonde, el biopic de Marilyn Monroe basado en el libro del mismo título escrito por Joyce Carol Oates y en el que Ana de Armas interpreta al mito cinematográfico estadounidense junto a Bobby Cannavale, que se mete en la piel de Joe DiMaggio; Adrien Brody, que interpreta a Arthur Miller, y Julianne Nicholson, que será Gladys Pearl Baker, la madre de la estrella.
El pasado 28 de julio se lanzó el tráiler oficial del filme, que recrea algunos de los momentos icónicos de la vida de la actriz y que ha sido muy bien recibido por gran parte del público y de los medios de comunicación. No obstante, solo unas horas después de su publicación, comenzaron a escucharse algunas críticas en las redes sociales refiriéndose a un hecho que probablemente a la mayoría de los hispanohablantes nos había pasado desapercibido: el supuesto acento cubano que Ana de Armas no puede evitar deslizar a la hora de interpretar a Marilyn. Muchos espectadores consideraban inaceptable que uno de los iconos estadounidenses por excelencia sea representado por una mujer con un cierto deje extranjero y, por tanto, no suene como la auténtica Monroe.
Es de suponer que estos comentarios negativos no le habrán sentado nada bien a De Armas, sobre todo si recordamos las declaraciones que realizó al diario británico The Times, afirmando que había invertido nada menos que nueve meses en pulir su acento para el papel en sesiones que literalmente le dejaban “frito el cerebro” y que describió como “una tortura monumental”. Tras los ataques recibidos en redes por la actriz, Nick Woodhouse, presidente y director de marketing de Authentic Brands Group, la agencia que gestiona el legado de Monroe y que no está detrás de esta producción (de hecho, ni siquiera la ha autorizado), declaró a TMZ que “Ana ha sabido capturar de manera notable la esencia de la voz de Marilyn, que era conocida por su respiración entrecortada».
Pero quizá el apoyo más importante que ha recibido Ana de Armas ha llegado por parte de Brad Pitt, que el pasado 2 de agosto declaró al programa Entertainment Tonight que la actriz “está fenomenal en el papel. El de Marilyn es un traje complicado de llevar. Ha costado 10 años rodar esa película y no fue hasta que encontraron a Ana que pudieron sacar adelante el proyecto”. La mera existencia de la polémica deja bien claro que continúa existiendo un problema en la industria cinematográfica californiana con la incorporación de actores no estadounidenses en papeles sin un componente étnico o racial muy determinado o, más bien, de personajes blancos, anglosajones y protestantes. La defensa de Pitt, sin embargo, también deja entrever una cierta esperanza de que las cosas podrían estar comenzando a cambiar.
Un problema que viene de largo
Obviamente la actriz cubana no es la única que ha sufrido este tipo de críticas. A lo largo de la historia, ha habido numerosos casos de actores y actrices que vieron sus carreras limitadas en lo relativo a papeles o salarios debido a su acento, pero también a su apariencia física o a su origen étnico. Podríamos hacer, por ejemplo, una enorme lista con los actores italoamericanos que han dedicado sus carreras a interpretar exclusivamente papeles relacionados con la mafia, latinos que siempre dan vida a traficantes de drogas, alemanes abonados a ser nazis o rusos que hasta la llegada de la Perestroika solo hicieron de malvados soviéticos.
Pero no es necesario irse tan lejos; tres de nuestros actores más internacionales, todos con premios y nominaciones en los Oscar, se han enfrentado a este tipo de problemas aunque, por suerte para ellos y no sin esfuerzo, han podido construir una carrera a pesar de todo. El más veterano, Antonio Banderas, ha hecho referencia a esta cuestión en más de una ocasión. En 2014, por ejemplo, no pudo ser más explícito en unas declaraciones a la web de RTVE: “Los papeles que me ofrecen en Estados Unidos son sota, caballo y rey. En Hollywood siempre he tenido limitaciones por mi acento y por mi etnia”.
Penélope Cruz, también sufrió, especialmente al inicio de su carrera, multitud de críticas en Estados Unidos por su acento. La actriz madrileña comenzó a aprender inglés tarde y, tal y como reconoció en una entrevista durante la promoción de Vicky, Cristina, Barcelona, disimular su acento en Hollywood le supuso una “tortura”. Su marido, Javier Bardem, también se ha visto envuelto últimamente en una polémica en torno a los acentos, aunque un poco diferente. El actor ha recibido duras críticas por aceptar el papel de la estrella cubana de la televisión de los años cincuenta Desi Arnaz en Being the Ricardos. En una entrevista en The Hollywood Reporter en la que dedicó bastante tiempo a defenderse de estas acusaciones, planteando preguntas como “¿Deberíamos dejar que solo actores daneses interpretaran el papel de Hamlet?”, Bardem acabó zanjando la cuestión al declarar: “Reconozco que hay muchas voces poco representadas e historias que necesitan ser contadas y deberíamos hacerlo todos, mejor colectivamente, para dar un mayor acceso y oportunidades a historias y escritores latinoamericanos”.
No es fácil salir del estereotipo, pero tampoco es imposible. En la actualidad, hay algunos casos de actores y actrices que han logrado liberarse del corsé de ‘exóticos’, llegando a interpretar papeles neutros e incluso a hacer que el público se olvidara de sus orígenes. Por citar solo un caso, Oscar Isaac, nacido en Guatemala, suele dar vida a personajes que no hacen referencia a sus genes. Resulta curioso recordar, sin embargo, que con los actores estadounidenses pasa exactamente lo contrario que con los extranjeros. Aquellos que han dedicado su carrera a imitar acentos foráneos se han ganado la etiqueta de grandes maestros de la interpretación. Quizá el caso más conocido es el de Meryl Streep, a la que hemos visto imitar el acento danés en Memorias de África, el del Bronx en La duda, el italiano en Los puentes de Madison, el británico en varias películas y también otros como el irlandés, el polaco o el australiano. Pero ¿realmente lo hace bien? ¿O simplemente se limita a reproducir otro estereotipo, el del acento que un estadounidense supone que tiene un danés hablando inglés? Nadie suele preguntar a los hablantes de otros idiomas qué opinan de las imitaciones de sus acentos por parte de actores estadounidenses. Es posible que no les importe demasiado, pero con esta especie de chovinismo se corre el riesgo de producir resultados sobreactuados y ridículos. Un ejemplo paradigmático de esto es el catastrófico y estrafalario acento chileno que Giancarlo Espósito (por otro lado un magnífico actor), despliega en su papel de Gustavo Fring en las exitosas series Breaking Bad y Better Call Saul.
No es exclusivo de Hollywood
Para ser justos, es necesario señalar que en nuestro país las discriminaciones y encasillamientos profesionales en el mundo del cine debido al acento o a la raza han sido la norma hasta hace muy poco tiempo (si es que todavía no lo son). Salvo honrosas excepciones, era difícil encontrar a un actor o actriz con acento andaluz, por ejemplo, que no interpretara un papel humorístico y de clase baja. Eso por no hablar de actores de otras razas u opciones sexuales. En el mundo del periodismo televisivo o radiofónico, los acentos también fueron durante décadas desterrados de las cadenas nacionales, lo que obligaba a muchos profesionales a realizar cursos específicos para aprender a borrar toda huella de su identidad regional para aumentar sus posibilidades de medrar en su trabajo.
Conforme la sociedad va avanzando en el reconocimiento de los derechos y las diferencias de las personas, parece que, a pesar de todas las dificultades, se observa una leve tendencia a que estas diferencias vayan desapareciendo. Volviendo al caso de Ana de Armas, quizá dentro de unos años haya que agradecerle a la actriz el papel que está teniendo como punta de lanza de este cambio en Hollywood. La defensa de Brad Pitt revela que algo podría estar cambiando en la industria. Aunque en un tema como este siempre es demasiado pronto para lanzar las campanas al vuelo.