El sombrero racista que Melania Trump ha llevado en su visita a África
Durante un safari en Nairobi (Kenia) ha usado el casco salacot, popularizado por los colonizadores británicos. El irrespetuoso gesto se suma a la lista de elecciones estilísticas de la primera dama estadounidense que han causado controversia.
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Una nueva salida de tono en el vestuario de Melania Trump. Durante los cinco días que duraba su visita a Ghana, Malaui, Kenia y Egipto, en el que ha sido su primer gran viaje protocolario sin Donald Trump, la primera dama estadounidense ha dejado una serie de imágenes con estilismos en tonos beige y con sus imperdonables stilettos (los mismos que no se quitó para visitar Texas tras las catastróficas inundaciones causadas por el huracán Harvey) que han protagonizado la conversación sobre la visita. De entre todas las prendas, la elección del salacot ha disparado las críticas.
No es solo uno de esos sombreros color caqui que proliferan entre los turistas de safari en estos viajes. Se trata de un modelo específico creado en el siglo XIX y usado por los ejércitos coloniales en África, Asia y Oriente Medio que, como señalan en The Washington Post a través de la enciclopedia Sombreros y vestimenta capilar alrededor del mundo «llegaron a ejemplificar visualmente la era del imperialismo en la historia mundial de ese siglo”. Tras él, la creencia pseudocientífica y racista de que las cabezas de los blancos necesitaban más protección por tener un cráneo más fino. Un símbolo de supremacismo blanco con el que los colonizadores marcaban diferencias con los ciudadanos negros que Melania Trump se ha calzado en pleno 2018 durante una visita oficial.
«¡Traje colonizador! ¿En qué pensaba apareciendo en África con este atuendo? La foto de la izquierda es de 1935. La falta de comprensión de las normas culturales y demás me desconcierta», escribía una usuaria de Twitter comparando gráficamente la vestimenta de Trump. «Es más que una elección estilística tonta. Es un reflejo de su anticuada comprensión de África. (Además, ha sido fotografiada en traje de safari varias veces en este viaje)», señala a través de la misma red social la especialista en políticas africanas Kim Yi Dionne, haciendo referencia al identificable estilo que Hollywood se encargó de encumbrar con películas como Memorias de África.
¿Otro troleo del equipo de estilistas de Melania o un desliz? Parece impensable escudarse en el desconocimiento cuando, precisamente a través del vestuario y en este mismo viaje, ha querido hacer otros guiños al continente. Un ejemplo es el vestido que también llevó en Kenia con un estampado en el que incluía algunos animales de la fauna típica de la sabana africana, entre ellos cebras, rinocerontes y flamencos. O con el cinematográfico estilismo con el que se plantó en Egipto para visitar la pirámide de Guiza. Fue allí mismo donde, según recogía The Washington Post, tras recibir las primeras críticas por el estilismo de Nairobi, se encargó de pedir a los medios que «se concentren en lo que hago, no en lo que me pongo».
Esta elección, además de controvertida, va a contracorriente de otra de sus últimas jugadas de vestuario. Hace menos de dos semanas parecía desmarcarse del sello Trump durante su aparición en la Asamblea General de la ONU junto a su marido con un estilismo en negro de pies a cabeza. Lo hacía cuando las mujeres estadounidenses habían adoptado la iniciativa de vestir de negro en señal de denuncia por los abusos y acosos sexuales en plena agitación por el caso de Brett Kavanaugh, el nominado por Trump al Tribunal Supremo acusado públicamente por tres mujeres por abuso sexual (que finalmente ha conseguido zafarse y ocupará el puesto, inclinando hacia la derecha más conservadora a la máxima instancia judicial del país). Y responde a una conversión simbólica del negro que se inició en la última gala de los Globos de Oro, en la que la alfombra roja se tiñó a través de las actrices de este color protesta. Además, Melanina usando el color negro es una imagen poco habitual. De ser realmente un gesto de disconformidad con Donald Trump, esta habría sido la segunda vez que la primera dama habría manifestado sin soltar palabra en contra de la misoginia y el sexismo que su marido expresa sin pudor. El otro ejemplo fue durante uno de los debates electorales previos a conseguir la presidencia, en el que vistió una camisa rosa con lazo ‘pussy bow’, que se entendió como una suerte de señal de apoyo a las mujeres.
“Ella es plenamente consciente de que nada de lo que vista la primera dama es ‘solo’ una cosa, especialmente por lo que se pone en un evento público en el que no habla, pero sabe que será fotografiada», apuntaba Vanessa Friedman, analista de moda de The New York Times, con el caso del estilismo más controvertido y criticado de FLOTUS. Elegir la chaqueta de Zara con el mensaje «la verdad es que a mí no me importa, ¿a ti?» escrito en la espalda en su visita a los niños migrantes en la frontera con Texas (muchos de ellos separados de sus padres por las políticas racistas de Trump) fue otra provocación a la altura de la del salacot. Su portavoz defendió que no había mensaje oculto y Donald Trump lo justificó como un mensaje contra los medios y las fake news: «Melania ha aprendido lo deshonestas que son, ¡y realmente ya no le importa!», escribía en Twitter.
Pero resulta que lo que se ponga Melania sí que importa. No como cuestión estilística y no si es usado para cuestionar sus aptitudes o su físico. Sino porque la ropa es una carta de presentación y, hoy día, las imágenes son la principal y más poderosa forma de comunicación. De ahí que el atuendo de la primera dama en Kenia, sus fotos agarrando y dando besos a niños negros en la enésima demostración del complejo de salvador blanco, y el sentido total de su visita representando a Estados Unidos como consorte de alguien que no se corta en mostrar su odio a la comunidad afroamericana, hayan sido criticadas y puestas en tela de juicio. «Este es un momento para concentrarse en la completa ironía de este viaje a la luz de lo que representa y hace la administración de Trump (…) Lo que los africanos nos quedamos preguntándonos es cuál fue el propósito de lo que acabamos de ver y quién era la audiencia prevista«, escribía Ciku Kimeria desde Quartz Africa.