Efecto ‘Fleabag’: «¿Puedo casarme con un cura?», respondemos a la pregunta más buscada de internet
El estreno de la segunda temporada de la serie de Phoebe Waller-Bridge ha desatado el interés por la cuestión. Conocemos la respuesta corta (‘no’), pero hablamos con varios curas, algunos de ellos casados, en busca de la versión extendida.
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Mientras internet agoniza con el final de ‘Juego de Tronos’, los seguidores de ‘Fleabag’ andamos sumergidos en otro reino, el de los cielos. Fleabag contra Dios, la segunda y última temporada de la obra maestra desternillante (y descarnada) que escribe y protagoniza Phoebe Waller-Bridge, se ha estrenado en Amazon España. Como ya avanzaba el tráiler, hay una nueva incorporación: un cura al que da vida Andrew Scott. No cuenta como spoiler decir que que entre él y Fleabag pasan cosas.
Se debate si este Padre es o no otro de esos chicos malos de ficción por los que no deberíamos soltar ni medio suspiro y, aun así, el efecto alzacuellos ha surtido. El personaje, que no tiene nombre en la ficción, ha sido rebautizado en internet como ‘Hot Priest’ (cura buenorro) y, como la propia Fleabag hará en la serie introduciendo en el buscador “cura católico sexo” para matar la duda, la curiosidad sobre curas, relaciones y celibato se ha disparado. Según Google Trends, la búsqueda “¿pueden casarse los curas?” aumentó en un 170% en Reino Unido tras su estreno allí y el interés por el “cura de Fleabag” lo hizo en un 400%. Otras exploraciones surgidas en la red a raíz del fenómeno -que no cuentan seguro con el beneplácito divino- son las que ha descubierto la plataforma de porno en streaming Pornhub: inmediatamente después de emitirse el capítulo de estreno en la BBC, las búsquedas ‘religioso’, ‘monja’ y ‘cura’, subieron un 162%, un 145% y un 103% respectivamente.
Volviendo a lo que nos ocupa: ¿pueden casarse o no los curas católicos? “El matrimonio de personas ya ordenadas parece que siempre ha estado prohibido”, cuenta a S Moda Roger Roca, seminarista en vías de ordenarse como sacerdote diocesano. Mientras que la ordenación de hombres ya casados sí se ha permitido a lo largo de la historia (bajo diferentes condiciones) tanto en el rito latino (el occidental) como en el oriental, esta fue “poco a poco prohibiéndose en el rito latino, permitiéndose actualmente solo para diáconos, no para presbíteros ni obispos”, explica Roca. La obligación al celibato para todos los sacerdotes en el rito latino es una ley eclesiástica (no divina), por tanto, susceptible de modificación.
Pero solo en España hay aproximadamente 6.500 curas católicos casados y unos 90.000 en todo el mundo. Ramón Alcario, de la Federación Europea de Curas Casados, es uno de ellos. “Ha habido sacerdotes que, al enamorarse, han solicitado un permiso de secularización (se libera al cura de sus obligaciones a través de Roma) y otros que, directamente, han abandonado el ejercicio”, pero aún así, siguen siendo sacerdotes y en situaciones límite podrían dar algunos sacramentos, como la extremaunción y el bautismo. “En los últimos 40 años, una cuarta parte del clero ha decidido que no ejerce como sacerdote por este motivo, algunos solicitando el permiso y otros no. Dentro de este colectivo hay un grupo amplio que reivindicamos que esta ley desaparezca y que el celibato sea una opción más”. Algo que además, defienden, podría subsanar el problema de vocación.
El mandato es claro: “Cuando uno se va a ordenar como cura sabe que el celibato está ahí”, cuenta a S Moda Antonio, cura que abandonó el ejercicio del sacerdocio tras nueve años y otros tanto de formación. Ahora casado con un hijo. En su caso, aunque el detonante del abandono no fue el enamoramiento, el celibato supuso un peso añadido: “Me encontraba mal, tenía una crisis importante, y cuando uno está así lo gestiona todo mal en consecuencia. Me sentía solo, buscaba afecto y un hubo un acercamiento a una persona que fue recíproco. Lo hice mal”, confiesa.
(Algún spoiler a partir de aquí)
¿Qué pasa con las mujeres (y hombres) que, como Fleabag, caen rendidas ante un cura? “Imagínate cuando te das cuenta de que estás enamorada de un cura”. A Tere, coordinadora de la plataforma Movimiento Pro-Celibato Opcional (MOCEOP), le pasó a finales de los 70 con su marido Andrés y en el seno de una familia muy religiosa, según cuenta a este medio. “Es un proceso muy difícil para ambos el que hay que hacer”, explica. Si deciden salirse, a ellos les toca readaptarse, buscar trabajo y enfrentar los comentarios. A ellas, según señala, “se nos acusa de sacarles del ministerio de la Iglesia y -nada menos- que de quitarles la vocación”. La peor parte llega cuando ellos no renuncian a su posición y mantienen una doble vida. “Son muchos los que continúan atendiendo a la comunidad con mujer e hijos en un segundo plano, ocultos, -entiendo que con mucho sufrimiento para todos-”, explica Tere. Incluso existen asociaciones de mujeres por todo el mundo (la más cercana, en Francia) que se apoyan entre sí y comparten sus consejos y los estragos de una vida en la sombra («hay hijos que no pueden llamar a su padre ‘papá’ en público»). Defienden que el celibato opcional atajaría a la raíz de su problema.
Si a todos los efectos, un cura católico es un hombre casado en exclusiva con Dios y desprovisto de cualquier tipo de relación íntima y sexual, Fleabag se habría ido a fijar -para sorpresa de nadie- en el tipo de persona menos disponible del planeta para una relación. Como apunta la escritora Patricia Lockwood, hija de cura católico reconvertido del luteranismo y autora de Priestdaddy a The Cut, el principal atractivo de ‘Hot Priest’ residen en eso mismo: es, sobre la teoría, absolutamente inalcanzable. Un factor que, como reconoce la médica de familia y sexóloga Elena Requena, “nos ha atraído desde que el mundo es mundo. Con lo cual, personas que percibimos como inalcanzables, se vuelven, simplemente por serlo, objetos de deseo o de fantasía. Por otro lado, la espera, que suele darse en estos casos ‘inalcanzables’, erotiza una barbaridad”.
Pero, ¿era la intención de Waller-Bridge que sus espectadoras y espectadores cayeran rendidos ante el cura solo porque Fleabag lo ha hecho? La sabia Hadley Freeman lo ve poco probable. Desde The Guardian, señala la escena del confesionario (“¡arrodíllate!”) y el ‘sí pero no’ al que juega con Fleabag como “abusivos”. Probablemente, como Miles en This Life, escribe, “quiere desesperadamente ser un buen tío, pero su debilidad acaba hiriendo a los demás, principalmente al prototipo de personas como Fleabag”. Sería como ese tipo con novia que te dice que le gustas, te busca, pero sigue con su novia, y para Freeman ese “no estar disponible es un factor clave en esos hombres sexy pero horribles” que nos deja la ficción.