Duelo de barbas en Brooklyn
El por qué del amor-odio entre Jasídicos y hipsters y quiénes juegan a dos bandas.
En el cruce de las avenidas Myrtle y Bedford de Brooklyn hay una pareja en bici esperando a que el semáforo cambie de color. Él lleva gorra de ciclista y riñonera de lona fluorescente, y ella un short tejano y una camiseta étnica, todo probablemente de segunda mano. No hay duda de que son ‘hipsters’, aunque ellos lo negarían. Es viernes por la noche y enfrente hay una sinagoga en la que entran hordas de hombres con traje oscuro y sombreros cilíndricos ‘oversize’ de los que asoman dos bucles de pelo, largos y perfectos. Son judíos ultraortodoxos, y con orgull...
En el cruce de las avenidas Myrtle y Bedford de Brooklyn hay una pareja en bici esperando a que el semáforo cambie de color. Él lleva gorra de ciclista y riñonera de lona fluorescente, y ella un short tejano y una camiseta étnica, todo probablemente de segunda mano. No hay duda de que son ‘hipsters’, aunque ellos lo negarían. Es viernes por la noche y enfrente hay una sinagoga en la que entran hordas de hombres con traje oscuro y sombreros cilíndricos ‘oversize’ de los que asoman dos bucles de pelo, largos y perfectos. Son judíos ultraortodoxos, y con orgullo.
Los religiosos que cruzan la calle ante los ‘hipsters’ sobre ruedas les lanzan un reojo reprobatorio antes de torcer la cabeza hacia el suelo, no sea cosa que se les pegue tanta indecencia. Los dos jóvenes de atuendo pirotécnico no se percatan y sólo ríen, quizás por ser capaces de llegar a fin de mes sin un trabajo estable y pagando alquileres astronómicos a, precisamente, judíos como los que están pasando por delante suyo.
Ultrarreligiosos y ultramodernos se detestan mutuamente, pero están condenados a tolerarse porque conviven en un puñado de calles de Brooklyn, ubicadas entre los barrios de Bedstuy y Williamsburg, y porque se necesitan. El ‘top 3’ de motivos de riña son las pintas, la vivienda y el modo de transporte.
Sobre los atuendos, siempre les hermanarán las barbas, aunque sea para tirarse de ellas, pero se critican los unos a los otros sin esforzarse demasiado, porque ambos ‘outfits’ son de traca. Los judíos son quienes esgrimen más argumentos: que si los shorts son pecaminosos, que si las minifaldas son indecentes, que si los tirantes dejan demasiado a la vista… todo en el ‘look hipster’ va contra su religión, en la que las mujeres usan medias y turbantes o pelucas incluso a 40 grados a la sombra.
“Los ‘hipsters’ se llevan la palma en el tema de pintas raras. Las calles parecen un circo y aunque todos se esfuerzan en ser originales, acaban vistiendo como el de al lado. Al menos todos los jasídicos se visten igual adrede”, comenta la joven artista judía Elka Reva Sudin, cuya serie pictórica ‘Hipsters and Hassids’ refleja esa tirante convivencia.
En cuanto a la vivienda, los judíos poseen muchos de los destartalados edificios de la zona, y se los alquilan a ‘hipsters’ que quieren vivir en la meca del moderneo. Con fama de peseteros, los judíos suben el precio del alquiler porque esos jóvenes (o sus padres) pueden pagarlo -no las familias de negros o latinos, que se ven obligadas a hacer las maletas-, pero luego se quejan porque las chicas se pasean en shorts por la calle. Son los daños colaterales de querer hacer negocio a costa del contrincante.
Judíos jasídicos y ‘hipsters’ se asemejan por su dedicación extrema a su estilo de vida particular.
Getty Images
La guerra entre todoterrenos y bicicletas ha sido el encontronazo más sonado, hasta el punto que ambos colectivos se reunieron (por cierto, en un bar de modernos llamado Pete’s Candy Store) para tratar de desencallar el asunto. No funcionó. Los judíos siguen pensando que las bicis son peligrosas por imprevisibles y mal iluminadas; los ‘hipsters’ dicen que los jasídicos no tienen cuidado, aparcan en los carriles para bici y encima contaminan.
“Ambos están constantemente frustrados y fascinados por el contrario. No respetan el estilo de vida del otro pero se retroalimentan en una relación simbiótica, ratificándose en su opción al tener el extremo contrario viviendo enfrente. Pero jasídicos y ‘hipsters’ se asemejan por su dedicación extrema a su estilo de vida particular”, comenta Reva Sudin. Ella, que “podría formar parte de cualquiera de los dos grupos” al ser artista (lo más común entre los ‘hipsters’, después de ‘barista’) y judía practicante, prefiere no posicionarse “del todo ni con unos ni con otros” aunque tiene “especial simpatía por los jasídicos” porque entiende “por qué hacen lo que hacen”, remata la chica.
Reva Sudin mostró durante años en el blog 'Hipsters and Hassids' los ‘robos’ estéticos entre unos y otros, llegando a acuñar como ‘Urban Frummfitters’ el fenómeno de los ‘hipsters’ que adoptan como algo guay y moderno los sombreros de ala ancha, los turbantes y los pañuelos en el pelo típicos de las ultraortodoxas.
Los hay que han ido más allá y se han erigido como jasídicos ‘hipsters’, tratando de conciliar en sus vidas las costumbres de ambos grupos, por imposible que pueda parecer. El cantante de reggae Matisyahu, toda una institución en Estados Unidos, subió el ‘look’ jasídico por primera vez al escenario de un plató de televisión, e igual de rupturista trató de ser el actor jasídico Abe Karpen protagonizando una película junto a Natalie Portman, pero tuvo que abandonar el rodaje cuando le dieron el toque desde su comunidad, para la que la televisión y el cine no existen, de modo que era “una verguenza” participar en una. El único resquicio de rebeldía que le queda al actor es su Twitter.