La fotógrafa que captó toda la locura de Studio 54 cree que Instagram empobrece tu vida

A propósito del estreno de ‘The incomparable Rose Hartman’ en el festival Moritz Feed Dog de Barcelona, charlamos con la mujer que se coló en todos los saraos históricos del Nueva York más eléctrico.

Rose Hartman / The Artists Company

Rose Hartman está licenciada cum laude en name-dropping. Lo suyo no es postureo. Es que su cámara siempre estuvo allí. Charlar con ella –vía telefónica– supone sucumbir ante un goteo incesante de los nombres que han marcado el carácter cultural y popular del último medio siglo. A los dos minutos contará cómo cubrir una boda de los Hemingway sin tener ni idea de hacer fotos cambió su vida (dejó de ser una profesora de instituto del Lower East Side para convertirse en una fotógrafa habitual de la crónica social de Nueva York). Al cuarto confesará que t...

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Rose Hartman está licenciada cum laude en name-dropping. Lo suyo no es postureo. Es que su cámara siempre estuvo allí. Charlar con ella –vía telefónica– supone sucumbir ante un goteo incesante de los nombres que han marcado el carácter cultural y popular del último medio siglo. A los dos minutos contará cómo cubrir una boda de los Hemingway sin tener ni idea de hacer fotos cambió su vida (dejó de ser una profesora de instituto del Lower East Side para convertirse en una fotógrafa habitual de la crónica social de Nueva York). Al cuarto confesará que todo el mundo bromeaba con que «también» iba puesto de drogas el caballo blanco al que iba subida Bianca Jagger por la pista de Studio 54 en su cumpleaños. Camino del sexto defenderá por qué nunca fotografió a su vecina saliendo de casa, Sarah Jessica Parker, pese a que le prometían cantidades indecentes de dinero por hacerlo, alabará sin descanso a Carolina Herrera, «la mujer más elegante que he conocido, a la que nunca escucharás decir un insulto» o recordará la «increíble» tarde que pasó en casa de Naty Abascal en Sevilla viendo fotografías antiguas («me dio su teléfono en una firma del libro de Valentino en la Quinta Avenida unos años antes, una mujer fantástica»). Y así suma sigue y sigue hasta finalizar la conversación.

Kate Moss y Jonny Depp besándose, otra de las imágenes icónicas de Rose Hartman.Rose Hartman

Puede que al lector no le suene su nombre, pero es muy difícil que no reconozca alguna de sus fotos icónicas. Y hay muchas. Johnny Depp y Kate Moss enamorados y besándose como epítome de lo cool en los 90, Mick Jagger y Bianca haciendo lo propio en los 70, Warhol charlando con Lou Reed o la perfección estética de la primera gang de supermodelos memorables (Evangelista, Campbell, Crawford, etc). El quién es quién de la gente guapa de Studio 54 y los backstages de moda está en el archivo personal de esta mujer menuda, pero con un carácter lo suficientemente particular como para que el New York Times la apodase «el demonio de Tasmania». «Antes todo era mucho más fácil, nadie hacía backstages de moda, solo yo y un par de fotógrafos masculinos, ahora está toda toda esta seguridad, los dichosos teléfonos móviles y se ha convertido en algo mucho más grande pero mucho menos espontáneo», lamenta sobre los nuevos tiempos de la fotografía medida por likes de Instagram.

Hartman visitará Barcelona la semana que viene con motivo del estreno en festival Moritz Feed Dog de The incomparable Rose Hartman, el documental de Otis Mass que descubre el genio y figura de esta mujer que, en palabras de sus compañeros, «no es como un paparazzi, es peor». «Es muy divertido que todo el mundo hable de mí así», apunta al otro lado de la línea entre risas. El propio documental prueba el porqué de su legendario carácter. En un momento no duda en cortar al director insinuando que sus preguntas son una estupidez o en otro increpa a los asistentes de la presentación de uno de sus libros de fotografía por estar hablando entre sí sin mirar sus fotos colgadas en el pared. Así es Rose Hartman, la fotógrafa que odia a los paparazzis («son stalkers, no me interesan lo más mínimo») pero capaz de atestar un codazo al compañero con el que charlaba animadamente si intuía que se iba a perder la foto perfecta.

Andy Warhol y Lou Reed en Studio 54 en 1978 inmortalizados por Rose Hartman.Rose Hartman

Ninguno de los protagonista de las fotos de Hartman, pese al entorno eminentemente lúdico en el que se encuentra, aparece mal retratado. Su mantra vital era sacarlos mejor que en un estudio de fotografía. «Nunca he fotografiado a nadie en una actitud embarazosa. En Studio 54 estaba este diseñador masculino muy importante, supuestamente heterosexual y casado, flirteando con hombres. Nunca puse mi objetivo ahí», destaca. El respeto por la intimidad primaba para mantener esa burbuja hedonista «irrepetible» de los 70. «Fue la década de la fiesta absoluta. En la pista se mezclaban estrellas de Hollywood con gente normal que después se iba a trabajar a las nueve de la mañana. Era muy permisivo, quizá demasiado. Jóvenes y viejos, gays y heteros. Todos hacían lo que querían: tomaban éxtasis, esnifaban cocaína toda la noche.  Pénsabamos que viviríamos así para siempre, pero duró tres años. Eso sí, tres años de música increíble», recuerda. Porque Hartman no siempre estaba a la espera de la foto perfecta. También fue partícipe. «Escondía mi cámara entre los altavoces. La vigilaba de reojo y me pasaba la noche bailando».

Mick Jagger besando a Bianca Jagger.Rose Hartman

Aunque insiste que «para nada» echa de menos esa etapa, que ella apoda como la «jungla de raso», carga sin miramientos con «la falta absoluta de originalidad y de estilo» de los nuevos tiempos. «Yo no solo hacía fotos a Saint Laurent, también retrataba a auténticos jóvenes fashionistas desconocidos de la calle, los club kids –adolescentes asiduos a las discotecas– eran mis favoritos, tenían ropa increíble y sabían sacar partido de todo. Ahora ves a todos estos chavales en grupo, mirando sus móviles absortos. ¿Qué ha pasado con la comunicación? Ya no hay acción ni interacción, ¡todo es tan solipsista! Anoche lo pensaba caminando por Park Avenue, viendo a todas estas mujeres vestidas igual. La originalidad ha muerto y aquella energía también. Fui muy afortunada de vivir aquello, parece que ahora nadie se quiere divertir ni salir a bailar».

La amena charla teléfonica relajada y plagada de anécdotas se corta al instante de preguntar por su relación con una coetánea, Roxanne Lowitt (con documental reciente también, Magic Moments), otra fotógrafa de Studio 54 y de esos backstages por los que ella se paseaba. «Por supuesto que sé quién es, pero no tengo nada que decirte al respecto», espeta tajante y corta la conversación aludiendo al tiempo transcurrido y aclarando que tiene «una llamada de Vanity Fair por la otra línea». El qué pasó entre estas dos fotógrafas de una era legendaria, suponemos, daría para otro documental.

Woody Allen en Greenwich Village.Rose Hartman

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