¿Por qué de pronto todo el mundo ama Palm Springs?
Esta localidad situada en el desierto californiano ha pasado de ser un recuerdo añejo del Hollywood clásico a todo un icono ‘hipster’.
Como ya refutaran los vinilos, los pantalones campana y Bertín Osborne, todo lo viejo vuelve. Y así lo ha hecho Palm Springs. El retiro vacacional de las estrellas del Hollywood dorado ha sido redescubierto por los modernos que se detuvieron a estirar las piernas camino al festival de Coachella, invirtiendo en nuevos proyectos inmobiliarios y dotándolo de una segunda vida. Además del multitudinario evento musical, la ciudad acoge un certamen de cine internacional y un prestigioso m...
Como ya refutaran los vinilos, los pantalones campana y Bertín Osborne, todo lo viejo vuelve. Y así lo ha hecho Palm Springs. El retiro vacacional de las estrellas del Hollywood dorado ha sido redescubierto por los modernos que se detuvieron a estirar las piernas camino al festival de Coachella, invirtiendo en nuevos proyectos inmobiliarios y dotándolo de una segunda vida. Además del multitudinario evento musical, la ciudad acoge un certamen de cine internacional y un prestigioso museo modernista. Leonardo DiCaprio, Sia y uno de los fundadores de Facebook forman parte del vecindario. “La ciudad más hippy de Estados Unidos”, dicen de ella. ¿Por qué Palm Springs es el nuevo capricho de la generación millennial?
A 172 kilómetros al este de Los Ángeles, un pequeño pueblo se alza en el desértico valle de Coachella, cuyos días son tan cálidos como frías las noches. No sería aventurado afirmar que sus palmeras y piscinas superan en número a los menos de 50.000 habitantes censados que, sin embargo, son suficientes para hacer que el nombre de la localidad nos suene familiar. Probablemente porque Palm Springs fue la casa de verano de medio Hollywood. De los años cincuenta a finales de los setenta, rutilantes estrellas como Bob Hope, Kim Novak o Katharine Hepburn se refugiaban en pleno desierto para escapar del ruido angelino. “Gente atractiva haciendo cosas atractivas en lugares atractivos”. Así definía el fotógrafo Slim Aarons sus imágenes, que plasmaban el lujoso espíritu que se respiraba durante aquel tiempo, en una ciudad construida casi de la nada con estilo modernista. El glamour de esta Marbella norteamericana fue palideciendo junto a la salud de sus ilustres vecinos, mientras que los jóvenes se inclinaban por los Hamptons y Miami, convirtiéndola en un reducto de viejas glorias, campos de golf y restaurantes con olor a rancio.
Pero si los indies españoles han elevado a categoría de himno Mi gran noche de Raphael, no es de extrañar que sus homólogos americanos anhelen veranear como lo hacía Frank Sinatra. Miles de familias jóvenes están instalándose en la zona, seducidos por una arquitectura que conecta con su estilo de vida. Casas de una planta con grandes espacios luminosos, ventanales que unen suelo y techo, puertas correderas y tejados de acero, construcciones minimalistas y funcionales que conviven en armonía con la tierra yerma. Un paisaje promovido entre otros por el arquitecto Donald Wexler, pieza clave en el diseño de mediados del siglo XX y padre del llamado “modernismo desértico”. Desde hace un par de años, Palm Springs vive un boom inmobiliario que ha hecho aumentar en más de un 10% el precio del metro cuadrado de la vivienda. Leonardo DiCaprio pagó 5 millones de euros por adquirir una casa en la misma urbanización en la que vivieron Katharine Hepburn y Kirk Douglas. Los cantantes Sia y Josh Homme (Queens of the Stone Age), Ryan Gosling, Eva Mendes y Anne Hathaway también se dejan ver a menudo por sus calles.
“Una nueva generación está descubriendo nuestro valor arquitectónico, dejando atrás el Rat Pack”, dice Gary Johns, un agente inmobiliario que quiere desmarcarse de los tiempos de Sinatra y Dean Martin. Johns es también responsable de la Modernism Week, una de las citas más importantes que acoge la ciudad. Cerca de 100.000 personas la visitan cada febrero para disfrutar del arte de los cincuenta, sesenta y setenta. Su festival de cine internacional marca el inicio de la temporada de premios anual. En esta edición, Brie Larson, Rooney Mara, Johnny Depp o Alicia Vikander presentaron sus últimos trabajos y seguro que disfrutaron de la vida nocturna con algún cóctel del Bootlegger Tiki o del Tropicale. Hace unos días, ha sido Lady Gaga la que se ha dejado ver en la piscina del Hilton disfrutando de la fiesta Dinah Shore, que solo permite la entrada a mujeres.
Los setenta están de moda y no hay mejor lugar para evocar su regreso que Palm Springs. Por eso, Nicolas Ghesquière celebró el desfile de su colección crucero para Louis Vuitton en la futurista mansión de Bob Hope, inspirado en el paisaje lunar y la arquitectura modernista característica de la ciudad. Entre los 500 invitados, las actrices Charlotte Gainsbourg, Catherine Deneuve o el polifacético Kanye West. La vivienda, diseñada por John Lautner, está actualmente a la venta por un coste de 25 millones de dólares. “Me inspiró mucho el sentimiento brutalista de esta creación, que es preciosa, escultórica, sofisticada y tecnológicamente atrevida”, confesó Ghesquière, que no ha sido el único sugestionado por esta zona. Una especie aislada en medio del desierto, que crece exclusivamente en el Parque Nacional de los Árboles de Josué, iluminó a Bono para darle nombre a uno de los discos más celebrados de U2, The Joshua Tree.
Los nuevos millonarios procedentes de las start ups informáticas también se han unido a las estrellas del séptimo arte en su deseo de asentarse en la ciudad. Ese es el caso de Ezra Callahan, uno de los fundadores de Facebook (fue el sexto empleado de la compañía) y socio de Arrive. Este nuevo complejo residencial con hotel, galería comercial y restaurantes, está pensado para “geeks del diseño”, como ellos mismos aseguran. Una estructura basada en el modernismo de Wexler combinada con lo último en tecnología, eficiencia energética y sostenibilidad. Avalon y Colony son otros de los hoteles emblemáticos. Esos en cuyas piscinas de tumbonas y sombrillas amarillas se refugiaban los Don Draper de la época, en busca de un atractivo bronceado y de alguien atractivo a quien broncear.
El festival Coachella ha sido decisivo a la hora de resucitar el área. Celebrado a mediados de este mes en la localidad vecina de Indio, atrae a 200.000 jóvenes al desierto dispuestos a disfrutar de uno de los carteles más heterogéneos del año. Un público exclusivo, debido a los carísimos abonos que rondan los 350 euros. Gracias a su cercanía con Los Ángeles, el que comenzara siendo escaparate de la música alternativa se ha convertido en un imprescindible evento mainstream en el que cientos de modelos, intérpretes o cantantes posan ante los fotógrafos. Un certamen que crea más titulares por las últimas tendencias en lo que a moda se refiere que en lo concerniente al apartado musical. Pero en el que puedes encontrarte a DiCaprio echándose unos bailes a tu lado, así, dándolo todo. No está mal para un pueblo de 50.000 habitantes.