Caso Balenciaga: cuando moda, QAnon y Satanás colisionan

La polémica en la que se ha visto inmersa la casa francesa (y que ya lleva dos semanas caldeando el panorama) ha hecho que su presidente y su director creativo pidan disculpas públicamente. Pero no ha sido la única controversia reciente que ha dado alas a teorías conspiranoicas que siempre tienen detrás una agenda ultraconservadora y reaccionaria.

Isabelle Huppert durante el desfile de Balenciaga Spring/Summer 2022.Getty (Gamma-Rapho via Getty Images)

Lo que pasa en la moda, se queda en la moda: no es habitual que una controversia del mundillo se convierta en conversación de barra de bar. O al menos no lo era, hasta que la moda pasó a ser una fuente más con la que alimentar a la insaciable maquinaria del entretenimiento en redes sociales.

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Lo que pasa en la moda, se queda en la moda: no es habitual que una controversia del mundillo se convierta en conversación de barra de bar. O al menos no lo era, hasta que la moda pasó a ser una fuente más con la que alimentar a la insaciable maquinaria del entretenimiento en redes sociales.

Esta realidad, la del público actual interesado por lo que hacen diseñadores como Demna o Alessandro (Michele, por supuesto), unida a una polémica especialmente sensible e incomprensible han hecho que el caso Balenciaga se haya convertido en un asunto que aún sigue coleando dos semanas después de su estallido. Que aún hoy sea difícil de explicar qué concatenación de desacertadas decisiones llevó a publicar las desatinadas campañas, solo sirve para seguir dando alas a las teorías conspiranoicas.

Niños y provocación: ¿qué puede salir mal?

La historia reciente de la moda alerta de que, si hay una línea roja con consecuencias para el que la cruce, esa es la de la infancia. Hasta para los personajes más poderosos. En la última semana la polémica por la campaña navideña de Balenciaga ha hecho que tanto su director creativo, Demna, como su presidente y CEO, Cédric Charbit, pidan perdón en Instagram. Este último explicaba en un comunicado que “Balenciaga tomará las siguientes acciones con el objetivo de aprender de nuestros errores como organización”, para proceder a enumerar una serie de medidas que pretenden poner punto y final a la polémica. Esto es, mayor control sobre las decisiones y validaciones para que nadie vuelva declamar ese “¿pero quién dio el ok a esto?”, programas para aprender y formar sobre protección a la infancia, la donación de capital a organizaciones que se dediquen a ello y el anuncio de que no seguirá adelante con ninguna medida legal. Porque en un primer momento la compañía quiso cerrar el asunto con una disculpa en Stories y demandando a los implicados en la producción de las dichosas imágenes.

Demna, por su parte, ha colgado en su cuenta un mensaje en el que reconoce el error por la “elección del concepto artístico equivocado en la campaña de regalos con los niños”. El creativo ha dejado por escrito que acepta su responsabilidad: “Fue inapropiado hacer que niños promocionaran objetos que nada tenían que ver con ellos. Por mucho que a veces me guste provocar a través de mi trabajo, NUNCA se me ocurriría hacerlo con un asunto como el abuso de menores que condeno. Punto. Necesito aprender de esto, escuchar y conectar con las organizaciones de protección a la infancia para saber cómo puedo contribuir y ayudar en este asunto terrible”.

Nada dice Demna en su escrito sobre los papeles que aparecían bajo uno de los bolsos de la cápsula entre Balenciaga y Adidas, de la campaña Garde-Robe que se fotografió en julio. Unos folios impresos con parte del fallo del Tribunal Supremo Estados Unidos vs. Williams de 2008 que ratificaba que la promoción de pornografía infantil no estaba amparada por la libertad de expresión. Se sabe de dónde salieron esos papeles, de la compañía de producción North Six, que alquiló material de oficina para la sesión de fotos, probablemente sobrante de la grabación de una serie. Pero no de quién vino la idea de colocarlos bajo el bolso, ni cómo nadie pensó que aquello podría torcerse.

Fue precisamente esa campaña de la firma propiedad de Kering, unida a la navideña en la que varios niños posaban con bolsos con forma de osos y accesorios bondage, la que agitó la vorágine en redes sociales. Varios usuarios corrieron a señalar que la suma de ambas sesiones vendría a ser una suerte de declaración de intenciones de Balenciaga, que se convirtió rápidamente en trending topic. “Juntas encendieron una tormenta que viajó desde internet hasta Fox News, alimentada por las acusaciones de que Balenciaga aprobaba la explotación infantil”, escribía The New York Times. “La polémica se ha convertido en una de las colisiones más explícitas de la cultura de internet, la política, la moda y las teorías de la conspiración hasta la fecha”.

El presentador de Fox News Tucker Carlson, que suele ceder su espacio en el canal para dar voz a los seguidores de QAnon, no dudó en apuntarse a las teorías de la conspiración: “Aquí pueden ver a una gran marca internacional que promueve la pornografía infantil y el sexo con niños. Y no lo promueve sutilmente, sino a la vista de todos”, dijo sin despeinarse en horario de máxima audiencia.

A los adeptos del QAnon (esa teoría de la conspiración que defiende la existencia de una red pedófila comandada por una élite que busca la eterna juventud bebiendo sangre de niños) se lo sirvieron en bandeja para corroborar sus creencias. Porque en realidad esa promoción de la que hablaba Carlson no estaba a simple vista, las ‘pistas’ estaban ‘escondidas’ para el que hiciera zoom y se dedicara a ‘investigar’ y unir los puntos, una de las actividades favoritas de cualquier conspiranoico y, por lo que se puede ver en el hashtag #cancelbalenciaga, de algunos usuarios de TikTok, muchos de los cuales están quemando o destruyendo prendas de la marca.

Adoradores de Satanás

El escándalo de la firma de origen español no ha sido el único que ha mantenido ocupados a estos grupos. La versión digital de Dazed recogía hace unos días algunos de los últimos ejemplos de polémicas que han dado alas a teorías satánicas en la web: Doja Cat acusada de adorar a Satanás por hacer una mueca en su portada, Lil Nas X encendiendo la ira de los comentaristas de ultraderecha por sus zapatillas 666 o Addison Rae recibiendo todo el odio de fundamentalistas cristianos al posar con un trikini con las palabras ‘padre’, ‘hijo’ y ‘espíritu santo’.

“Un pánico moral ha tomado fuerza en la web”, escribía en la publicación Günseli Yalcinkaya, “desde los oscuros rincones de 4chan, las conspiraciones sin fundamento se están extendiendo al público general, a medida que las ideas difundidas por grupos como QAnon se arraigan en la política de extrema derecha y se propagan como el fuego en redes sociales”. Los argumentos racionales no calan con el ímpetu con el que lo hacen los sentimientos primarios como el miedo que avivan estas teorías. 

El Pánico Satánico, que aparece hasta en la última temporada de Stranger Things, no es nuevo. En Estados Unidos cobró fuerza en los ochenta, cuando acaparaba titulares hablando de sectas chupasangre de bebés o convertía en sospechosos a los juegos de rol o al heavy metal. Pero para muchos, nunca ha llegado a desaparecer. Todo lo contrario, hoy revive gracias a los ríos de tinta digital o los vídeos de TikTok que explican el mundo y se viralizan con más fuerza cuando provocan más emoción. Un mundo cambiante, incierto y cada vez más desigual en el que se recurre a la nostalgia, la religión o los valores tradicionales que siempre están en la agenda de la ultraderecha mediática. Un caldo de cultivo idóneo para difundir y que calen los mensajes reaccionarios, pero también para que un error como el de Balenciaga se convierta en protagonista de horas de contenido en reels conspiranoicos.

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