Una Caperucita Roja armada hasta los dientes
La Asociación Nacional del Rifle ha reinterpretado los cuentos clásicos dotando de armamento a sus protagonistas para llegar al público infantil. La polémica está servida.
Leche, miel, fruta… y una escopeta del calibre 32. Esos son los artículos que llevaba la entrañable Caperucita Roja en su cesta de mimbre, según la Asociación Nacional del Rifle (NRA). La poderosa institución norteamericana ha adaptado los clásicos infantiles con una sola peculiaridad: sus protagonistas van armados hasta los dientes. Una nueva visión de los cuentos de hadas en los que, pese a que ninguno de los personajes sale finalmente herido, utiliza una prosa cruda, directa, lejos del tono amable y didáctico acorde a sus jóvenes consumidores. “Como empezaba a sentirse cada...
Leche, miel, fruta… y una escopeta del calibre 32. Esos son los artículos que llevaba la entrañable Caperucita Roja en su cesta de mimbre, según la Asociación Nacional del Rifle (NRA). La poderosa institución norteamericana ha adaptado los clásicos infantiles con una sola peculiaridad: sus protagonistas van armados hasta los dientes. Una nueva visión de los cuentos de hadas en los que, pese a que ninguno de los personajes sale finalmente herido, utiliza una prosa cruda, directa, lejos del tono amable y didáctico acorde a sus jóvenes consumidores. “Como empezaba a sentirse cada vez más incómoda, cogió su rifle para tenerlo a mano y estar preparada”, dicen de Caperucita ante la insistente presencia del lobo. Si Shrek ya te parecía una relectura muy actualizada de los cuentos tradicionales, esto va varios pasos más allá.
Publicadas online en su web NRA Family y dirigidas tanto a niños como a los adultos, la asociación dice querer dar solución a lo que ellos llaman “la tristeza” que dejan algunas de estas historias antes de ir a la cama. “¿No te han hecho descansar un poco inquieto? ¿No te has preguntado cómo serían los cuentos de hadas si a las Caperucitas, Hansels y Gretels les hubieran enseñado a usar armas de fuego con seguridad?”. La responsable de tan insólito invento se llama Amelia Hamilton, que se define a sí misma como “conservadora” en su biografía, además de “escritora y patriota de por vida”. La autora declaró a la CBS que las historias “sirven para iniciar la conversación sobre armas entre padres e hijos”.
Sin embargo, en ningún momento los protagonistas parecen ser conscientes de los enormes riesgos que conlleva la tenencia de las mismas y la peligrosidad de su manipulación, más si cabe en menores de edad. En la adaptación del relato de los hermanos Grimm, Hansel y Gretel consiguen escapar de la bruja que les tenía prisioneros gracias a que sabían “usar un arma de forma segura”. Pero no fueron felices y comieron perdices, no, el cuento continúa.
“Después de reunirse con sus padres, era hora de encargarse de la bruja… y cazar alguna cosa por el camino. Los campesinos, preparados con sus rifles y pistolas, se dirigieron al bosque. Hansel y Gretel lideraban el paso”.
En un país desquiciado por la protección y el derecho a defenderse, la NRA ha llegado hasta el punto de inmiscuirse en los lugares más sagrados de la infancia. Los críticos la califican de “desagradable, una campaña de marketing moralmente depravada”. Ladd Everitt, portavoz de la Coalición para Detener la Violencia Armada, declaró a The New York Times que la única intención es la de crear futuros clientes. “No hay consecuencias para los niños que llevan armas aquí, caminando en el bosque con ellas, pensando en matar a los tipos malos”.
En Caperucita Roja (tiene un arma), su nuevo -y franco- título, la afable abuelita tampoco duda en tirar de armamento en el momento más recordado del tradicional relato.
– “¿Qué dientes más grandes tienes?”
– “¡Para comerte mejor!”
El lobo se inclinó, con sus fauces abiertas, pero paró de repente. Esas grandes orejas oyeron el inequívoco sonido del seguro quitado de una escopeta. (…) Se dio cuenta de que la abuela no había retrocedido ante él, sino que se había movido hacia su escopeta para protegerse a ella misma y a su hogar.
– “No creo que vaya a ser comida hoy”, dijo la abuela. “Y tú no te comerás a nadie más otra vez”. La abuela mantuvo su arma apuntada hacia el lobo, que estaba demasiado asustado como para moverse.
“Me sorprende que mucha gente que los está criticando, realmente no los ha leído”, dice Hamilton. Tanto la NRA como la escritora parecen ignorar el terrible problema que sufre el país en relación a los más pequeños y las armas. Hace solo unos días, un niño de 4 años disparó por la espalda a su madre en Florida, hiriéndola de gravedad. La mujer es una activista del derecho a portar armas sin restricciones, que había presumido en las redes sociales de la destreza de su primogénito con ellas. Pero este caso no es aislado. Solo el pasado año, al menos 278 niños estadounidenses empuñaron una y accidentalmente hirieron a alguien o a ellos mismos, según el grupo de control Everytown. En marzo de 2016, ya son 58 los sucesos registrados.
Con más de 5 millones de socios y casi 150 años de historia, la NRA es una asociación con potestad e influencia mesiánicas en Estados Unidos (retratada en series como El Ala Oeste o House of Cards). Un lobby multimillonario imposible de batir, que controla Washington y a quienes allí representan al pueblo. Ha contado entre sus miembros con hasta ocho presidentes, entre los que se encuentran J.F. Kennedy, Ronald Reagan y G. W. Bush, pudiendo aumentar a nueve este próximo año, ya que Donald Trump es miembro honorífico. Ni los reproches de la administración de Barack Obama, ni las múltiples masacres en institutos y espacios públicos han sido capaces de abrir un debate en el país sobre un mayor control en su venta y utilización. Durante muchos años, el actor Charlton Heston ha sido su presidente y cara más visible.
Pese a la polémica y críticas suscitadas, la NRA continúa con su ciclo de readaptaciones. En mayo, se publicará la tercera historia, una revisión de ‘Los tres cerditos’. El lobo debería pensárselo dos veces antes de soplar…