El último objeto de deseo de la moda: la bolsa de la compra de 2 euros que Balenciaga vende por 2.000
Demna Gvasalia firma el accesorio de la temporada: un bolso con estampado de rayas inspirado en el que los tailandeses usan para ir al mercado. ¿Por qué estas creaciones fascinan a la industria?
Cuando Demna Gvasalia fue elegido nuevo director creativo de Balenciaga no cabía duda de que sus propuestas iban a acaparar críticas y alabanzas a partes iguales. El georgiano, conocido por elevar a la recién llegada Vetements a los altares de la industria, presentó su primera colección para la histórica casa durante la pasada Semana de la Moda de París. Y allí, entre plumíferos de proporciones imponentes, prendas deportivas y maxicadenas, se colaron...
Cuando Demna Gvasalia fue elegido nuevo director creativo de Balenciaga no cabía duda de que sus propuestas iban a acaparar críticas y alabanzas a partes iguales. El georgiano, conocido por elevar a la recién llegada Vetements a los altares de la industria, presentó su primera colección para la histórica casa durante la pasada Semana de la Moda de París. Y allí, entre plumíferos de proporciones imponentes, prendas deportivas y maxicadenas, se colaron los bolsos de la discordia. Si las colecciones de Gvasalia para Vetements ya eran conocidas por apropiarse de logos de otras marcas (el chándal de Champion o la camiseta con el logo de la empresa de mensajería DHL son solo un par de ejemplos), pocos dudaron en acusar al diseñador de tomar prestado el estampado de rayas arcoíris de las bolsas tradicionales tailandesas conocidas como ‘sampheng bag’. Las redes sociales se inundaron de jóvenes poseedores de las bolsas «originales» que ironizaban diciendo que «ellos también tenían un Balenciaga» y algunos llegaron a mostrar su preocupación acerca de si al viajar fuera de su país podrían ser acusados de llevar un bolso falso. El Departamento de Propiedad Intelectual de Tailandia, sin embargo, no tardó en acabar con los rumores de plagio: «La bolsa de arcoíris se ha utilizado en Tailandia desde hace mucho tiempo. No es ilegal llevarla a Europa ya que no es una imitación. Si uno tiene la intención de copiar; el material, modelo, forma y color deben ser los mismos», explicó en aquel momento Nantawan Sakunkarn, director del departamento.
Aunque la sombra del copypaste dejase de planear sobre Gvasalia, sus bolsos no han abandonado los titulares de la prensa especializada. La colección de accesorios, bautizada irónicamente como ‘Bazar’, acaba de ponerse a la venta y, como era de esperar cuando la vimos sobre la pasarela, tiene todas las papeletas para convertirse en la más buscada y deseada del otoño. El modelo más pequeño cuesta 1.195 euros en la web de la firma y la versión XXL, aún más similar a las del país asiático, alcanza los 2.300. Mientras tanto, las bolsas tailandesas –que, por cierto suelen verse en los mercados o lavanderías locales– pueden comprarse por un par de euros aunque su precio ha aumentado hasta los 100 Baht, unos 3 euros, desde que subiesen a la pasarela. Eso sí, la versión deluxe es de manufactura italiana y está elaborada en piel de cordero mientras que la asiática es de plástico y nylon. Una notable diferencia potenciada gracias al logo de Balenciaga impreso sobre el diseño. Diez letras doradas que transforman un accesorio puramente funcional y olvidado por la industria de la moda en el nuevo ‘it bag’ de la temporada.
Igual que ocurrió en la era Hedi Slimane-Saint Laurent (en la que el diseñador consiguió duplicar las ventas), parte del éxito de todo lo que hace Gvasalia radica en reinventar elementos que ya existían encontrando la exclusividad en lo masivo. Da igual si es un logo, un estampado o un taquillazo como Titanic. Poco importa el grado de feísmo de la prenda en cuestión. La cosa es que la visión comercial del georgiano se extiende de Vetements a Balenciaga –salvando las diferencias– y promete convertir en éxito de ventas las parkas con el Balenciaga estampado en la espalda, seguir cosechando clones de sus plumas exagerados y, por supuesto, lograr que sus ‘bolsas de la compra tailandesas’ se conviertan en objeto inseparable de editoras de moda y street stylers (Natasha Goldenberg lució la suya durante la pasada Semana de la Alta Costura). Todo ello a pesar de que la idea ya se le hubiera ocurrido antes a unos cuantos diseñadores.
En octubre de 2006 Marc Jacobs subió a la pasarela primavera-verano 2007 de Louis Vuitton unos bolsos de cuadros que solo se diferenciaban de las bolsas ‘made in China’ para ir a la compra gracias al logo bien visible de la firma y un precio infinitamente más alto. Pero la obsesión de la moda con este gesto tan mundano de ir al supermercado o a la lavandería no quedó ahí. Raf Simons ideó unas simples bolsas de plástico de colores flúor cauasi transparentes para Jil Sander en el verano de 2011 y el inventó arrasó tanto que incluso H&M se atrevió con un clon difícilmente distinguible del original. Y después llegó Phoebe Philo que, al igual que Jacobs, se inspiró en el estampado de cuadros de las famosas bolsas conocidas como ‘tati bags’, especialmente populares en determinados barrios parisinos. Así la diseñadora convirtió la colección otoño-invierno 2013 de Céline en una sucesión de combinaciones de cuadrados rojos, azules, negros y blancos que envolvían el cuerpo de la cabeza a los pies en una tela aparentemente rígida con pinta de aguantar un chaparrón. Sobra decir que a ninguna de estas ocurrencias consiguieron resistirse editoras de moda, celebrities y demás piezas del engranaje de la moda.
Ahora las creaciones de Gvasalia siguen despertando el interés de los expertos que se preguntan si deberíamos considerar estos bolsos como una especie de meme o como una acertada jugada de marketing. Tal y como reflexiona la experta en virales interneteros Ari Spool en este artículo de The Guardian, «la moda, especialmente la actual, adora el juego entre las clases altas y las bajas. Mientras que el bolso y el logo son normales, es la batalla entre la Alta Costura y la masa lo que lo hace atrayente». Esto es amplificado por el altavoz de Internet donde a golpe de memes y hashtag (el de #Balenciaga incluye varias referencias a las bolsas tailandesas) aumenta la ironía y el hype. Y en rediseñar prendas existentes, enmarcarlas en un nuevo contexto y convertirlas en objeto de deseo, dentro y fuera de Internet, Gvasalia es un experto.