No son mariposas, lo que sientes es ansiedad estomacal
El reflejo de los estados de estrés en el sistema digestivo afecta a un 25% de la población. Vómitos y dolor son algunos de los síntomas.
Cada día, con una sincronización que podría tutear al reloj de la Puerta del Sol, Laura (nombre ficticio) vomitaba en su camino a pie al trabajo. Cambió su leche de siempre a una sin lactosa y, al ver que no funcionaba, por zumos (sin éxito). La tostada con jamón pasó a ser una rebanada de pan integral de masa madre con tomate y suprimió, con dolor, las galletas que mojaba en su entonces cacao instantáneo. ¿Café? Ni pensarlo. Hacer de su desayuno una comida mucho más sana y ligera no evitó las arcadas ni los vómitos, que seguían produciéndose a la misma hora, de lunes a viernes....
Cada día, con una sincronización que podría tutear al reloj de la Puerta del Sol, Laura (nombre ficticio) vomitaba en su camino a pie al trabajo. Cambió su leche de siempre a una sin lactosa y, al ver que no funcionaba, por zumos (sin éxito). La tostada con jamón pasó a ser una rebanada de pan integral de masa madre con tomate y suprimió, con dolor, las galletas que mojaba en su entonces cacao instantáneo. ¿Café? Ni pensarlo. Hacer de su desayuno una comida mucho más sana y ligera no evitó las arcadas ni los vómitos, que seguían produciéndose a la misma hora, de lunes a viernes. Laura tardó en saber que lo suyo no era una mala digestión o una intolerancia alimentaria, sino ansiedad estomacal.
El reflejo y la respuesta de nuestro sistema digestivo, especialmente el estómago, a los estados de ansiedad se conoce en Medicina como dispepsia gastrointestinal. “Afecta a un 25% de la población general y en el 75% de los pacientes no se corresponde con ninguna alteración de los órganos digestivos ni a úlceras. Si nos centramos en lo psicosomático, deberíamos resumirlo como el resultado de una compleja interacción de factores psicosociales y psicológicos, asociado a los trastornos de ansiedad, la somatización y la depresión”, explica a S Moda el equipo de Cirugía General y Aparato Digestivo del Hospital HM Delfos.
“El estómago reacciona al instante cuando detecta la presencia de hormonas como el cortisol, asociadas al estrés. Responde ante ese estado de alerta o de amenaza externa generando cambios, aumentando la motilidad intestinal, elevando el nivel de los ácidos estomacales… y de ahí el dolor, la hipersensibilidad visceral, etcétera. Nuestras emociones siempre tienen una respuesta fisiológica. Nos hablan y lo hacen generalmente a través de nuestro cuerpo”, dice Valeria Sabater, psicóloga y divulgadora especializada en temas de ansiedad.
Nuestras emociones siempre tienen una respuesta fisiológica
Lo que comúnmente conocemos como ‘mariposas en el estómago’ o la alteración intestinal que sufrimos el día o los días antes de un examen o de la toma de una decisión importante, no es ansiedad estomacal como tal. La diferencia es su permanencia en el tiempo. “Si es constante y se acompaña de otras condiciones como insomnio, taquicardias, pensamientos rumiantes y negativos estaríamos ante este problema”, añade Sabater. Tratar la ansiedad estomacal está más ligado al tratamiento frente a la ansiedad general que a un problema gástrico. “En más de un 30% de los casos se pasa de etapas sin síntomas a otras donde se dan todos a la vez, llegando a causar vómitos, intolerancias a ciertos alimentos… y esto puede llevar a terapias de provocación del vómito, no ingerir alimento durante días y otros que no conseguirán grandes resultados y que, si evitan el control médico, sí que pueden hacer aparecer otras enfermedades, esta vez orgánicas”, explica el equipo del Hospital HM Delfos.
“Quienes tienden a sufrir ansiedad de manera continuada muestran más alteraciones digestivas. El dolor de estómago es el epicentro de quien se ha habituado a vivir con ansiedad. Y lo más llamativo es que se busca antes el remedio para paliar esa molestia física en lugar de tratar el problema que lo origina: el propio trastorno de ansiedad”, prosigue Valeria Sabater. “No por consumir suplementos a base de serotonina o melatonina se reduciría el malestar en el estómago originado por la ansiedad”, apunta.
El apoyo del yoga
Practicar yoga se ha convertido en una buena respuesta, junto al tratamiento psicológico, para frenar la ansiedad estomacal. Por ejemplo, con “ejercicios de respiración meditativa, que ayudan a rebajar el nivel de estrés y los de inflamación, controlando la presión sanguínea y fortaleciendo el sistema inmunitario, así como los niveles de resiliencia”, explica la profesora y experta en yoga Almudena Sánchez.
Uno de los objetivos precisamente de la práctica de asanas (posturas) y pranayamas (ejercicios de respiración) es el de optimizar nuestra digestión. “Si puedes respirar, puedes hacer uso de esta maravillosa herramienta, pero el sistema nervioso necesita reentrenarse, por lo que hay que darse el tiempo necesario. Terminará por llegar una sensación de quietud que archivará tu sistema, de forma que siempre sepas cómo volver a tu centro y a un estado de calma simplemente siendo consciente de cómo usar tu respiración”, indica Sánchez. Uno de los ejercicios que propone es observar nuestra respiración, “suavizándola de forma consciente para que se haga amplia. Una sencilla cuenta de 4 al inhalar y 4 al exhalar y, cuando te encuentras cómodo con este ritmo, ir aumentando en 1 la exhalación hasta tomarte 4 tiempos en inhalar y 8 en exhalar”. No debería llevar más de 5 minutos.
En cuanto a las posturas, la profesora de yoga señala: “Se pueden hacer algunas muy sencillas de flexión hacia adelante, inclinación lateral o torsión. Ayudarán a activar la circulación sanguínea a lo largo de la columna vertebral así como a masajear los órganos internos que intervienen en la correcta digestión”.
Si el yoga no funcionase, habría que buscar otro modo, porque nadie está ‘condenado’ a una ansiedad estomacal crónica. “Existen muchas técnicas para lidiar con la ansiedad pero cada persona debe encontrar la fórmula que mejor le funcione. Prácticas como la gestión del tiempo, aprender a priorizar, la respiración profunda, la meditación, el deporte o las técnicas que nos facilita la psicología cognitiva-conductual pueden ayudarnos. Desacelerar, practicar el autocuidado, aprender a gestionar nuestras emociones y escucharnos más es clave”, concluye Valeria Sabater.