Mar Cabra: «La multitarea nos desgasta y nos hace completamente improductivos»
Queremos saber cómo mujeres influyentes a las que admiramos dejan de lado el trabajo y desconectan. Saber parar, decir que no y apagar las notificaciones de WhatsApp también son parte del éxito porque como bien sabemos «la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado».
En 2017, Mar Cabra recibió el premio Pulitzer, el más prestigioso de los galardones periodísticos, por los Papeles de Panamá junto al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Unos meses después, tras lograr el «éxito», dejó su trabajo.
...
En 2017, Mar Cabra recibió el premio Pulitzer, el más prestigioso de los galardones periodísticos, por los Papeles de Panamá junto al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Unos meses después, tras lograr el «éxito», dejó su trabajo.
La periodista reconoce que, en la búsqueda del triunfo, se perdió a sí misma y acabó teniendo el síndrome del trabajador quemado o burnout. Sentía su vida como una ecuación desigual: era exitosa pero infeliz. Por eso, decidió mudarse a Almería y tomarse un tiempo para reencontrarse consigo misma. Se dio cuenta de dos cosas: la primera, su vocación de servicio; la segunda, el rol que tiene la tecnología en la vida de las personas.
Como consecuencia, creó soluciones alineadas con su nueva forma de vivir. Fundó The Self-Investigation, un proyecto para ayudar a periodistas desde Filipinas hasta la Costa Oeste de Estados Unidos o Argentina a ser profesionales saludables y dominar el principal recurso que tiene el ser humano: el tiempo. Además, da charlas a empresas que tienen en su centro el bienestar y escribe Tecnosaludables, un blog de El Confidencial sobre cómo tener una relación saludable con la tecnología.
Hoy en día, Mar está mejor que nunca, en un camino hacia la calma. La periodista habla sobre su experiencia de burnout, la importancia de establecer límites entre la vida privada y el trabajo, su relación con la tecnología y los trucos que le ayudan a recargar la batería.
De ganar un Pulitzer a estar quemada tras alcanzar el “éxito”
Estaba en una rueda, nunca paraba. Siempre había una investigación que hacer, después otra y otra. Publicamos los Papeles de Panamá y, de repente, todos los medios querían hablar con nosotros. Me di la vuelta al mundo, desde Katmandú hasta San Francisco.
Mola mucho estar ahí, pero empecé a notar que estaba muy cansada físicamente. Durante la semana, cuando trabajaba, me costaba encontrar el foco, ser productiva y creativa. Por ese motivo, echaba muchas más horas de las que había echado en otro momento. Los fines de semana, cuando no tenía que trabajar –porque había fines de semana que sí–, me notaba completamente agotada. Era un vegetal en el sofá que solo quería ver Netflix en bucle.
Además, comencé a notarme muy negativa. Estaba muy crítica con todo, no era una persona agradable con la que estar. En el momento en el que empecé a ver esos síntomas, dije: “No sé qué me pasa, será que ya no me gusta mi trabajo; ¿pero cómo voy a dejar este trabajo, si estoy en lo más alto de mi carrera?”. A posteriori, me he dado cuenta de que estos síntomas son claros del síndrome del trabajador quemado. Cada vez es menos tabú hablar de ello, estar quemado está de moda.
Los trabajos pasionales y la importancia de priorizarse a una misma
Siempre me he llevado fenomenal con las tecnologías. Me vanagloriaba de poder hacer veinte cosas a la vez y aun así ser productiva. Ese fue uno de los motivos principales que me llevó a quemarme. Ahora que he investigado el tema, sé que la multitarea no la puede hacer bien casi nadie, que nos desgasta y que estar siempre disponible para otras personas hace que seamos completamente improductivos. En los aviones, nos dicen: “Si se queda la cabina sin oxígeno, ponte la mascarilla de oxígeno tú primero antes de ayudar a los demás”. En las profesiones pasionales tenemos que recordarnos esto mucho, porque si no estamos bien nosotros no podemos ayudar a los demás y dedicarnos a nuestra pasión.
A mí siempre me han dicho, y lo he oído muchas veces: “Haz que tu trabajo sea tu pasión y así no te costará trabajar”. Creo que la frase es muy válida, pero le tenemos que meter un añadido: “Pero cuidado, tú necesitas estar bien para realizar esa pasión, tú deberías ser tu prioridad”. Creo que esto es algo que yo he tenido que aprender the hard way.
Las empresas tienen que hacer las cosas de manera diferente. Tienen una responsabilidad de cuidado hacia los empleados que deberían empezar a tener en cuenta. Y nosotros, como personas, también podemos hacer algo. Creo que tenemos que empezar a entender que se puede ser un gran profesional, tener vida personal y respetar nuestros momentos de descanso.
Trucos para establecer una relación sana con la tecnología
La gran mayoría de las personas no necesita estar disponible 24 horas al día, 7 días a la semana. Tenemos que aprender a ir en contra de la conexión constante, porque no nos está haciendo bien a nuestra salud como sociedad. Estos trucos me han ayudado a establecer límites al mundo digital:
Primero, por la noche pongo el móvil en modo avión para que, siempre que me levante y tenga el impulso de chequear el teléfono, pueda decidir si quiero ver los mensajes o no.
Segundo, en mi móvil intento tener el menor número de redes sociales posibles: solo Twitter y WhatsApp. Aun así, las tengo sin notificaciones y, además, en una carpeta en la segunda pantalla de mi móvil. Por otro lado, suelo trabajar con el móvil bloqueado, en silencio y dado la vuelta. A veces, incluso, detrás del ordenador.
Tercero, reviso las redes sociales y el correo electrónico por bloques. Es decir, en vez de estar disponible para todos todo el rato, miro cuando quiero el correo, unas tres o cuatro veces al día.
Meditar, “los días de Mar” y evitar la hiperestimulación
Para mí ha sido clave entender que tengo que cuidar mi mente tanto como cuido mis dientes. Eso se hace principalmente a través de la meditación. Las veces que no medito, me revoluciono, me altero y noto la diferencia.
Algunas veces hago “los días de Mar”. Por ejemplo, un sábado apago el móvil y hago lo que me apetece sin ningún tipo de compromiso, voy en modo flow. Muchas veces me dicen mis amigas que son madres: “No tengo tiempo para mí”. Encuentra dos horas en las que tú seas dueña de tu tiempo y hagas lo que te salga de la nariz, como si es estar tumbada todo el rato o viendo Netflix.
Por otro lado, minimizo la hiperestimulación. Estar conectada a redes sociales, viendo una serie o revisando el correo electrónico hiperestimula. ¿Qué hago entre reunión y reunión? Salgo a la terraza y miro el mar. Eso me recarga. Hay que mirar a algo que te ayude a tener una visión amplia y perdida. Está científicamente demostrado que mirar a la naturaleza te baja los niveles de estrés. A veces también me pongo a fregar los platos. Hay investigaciones que demuestran que si activas los sentidos diferentes al de la vista rebajas los niveles de estrés. Lo de fregar, que suena a “Mari”, realmente es ciencia.
Un lugar ideal para desconectar
A mí me ayuda mucho irme de retiro. Los hago cada mes o cada dos meses. A veces duran un fin de semana y en algunas ocasiones han sido retiros de 10 días en silencio, meditando.
Hay un lugar en Almería, cerca del desierto de Tabernas, que es un áshram, donde desconecto muchísimo y me recarga mucho la batería interna.