¿Madrugar, yo? No, gracias
Científicos prueban que empezar las jornadas laborales y estudiantiles unas horas más tarde de lo habitual puede ser beneficioso para la salud.
El refranero popular español tiene un porcentaje de aciertos más que elevado, aunque no siempre se le reconozca en su justa medida. Pero por supuesto no es infalible y hay algunos de sus consejos que pueden ser revisables. Precisamente, el investigador de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario de Oxford Paul Kelley, ha refutado recientemente la frase: “A quien madruga, dios le ayuda”, uno de los dichos más populares.
El científico explicó en una conferencia en la pasada edición del British Science Festival que los horarios imp...
El refranero popular español tiene un porcentaje de aciertos más que elevado, aunque no siempre se le reconozca en su justa medida. Pero por supuesto no es infalible y hay algunos de sus consejos que pueden ser revisables. Precisamente, el investigador de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario de Oxford Paul Kelley, ha refutado recientemente la frase: “A quien madruga, dios le ayuda”, uno de los dichos más populares.
El científico explicó en una conferencia en la pasada edición del British Science Festival que los horarios impuestos por la sociedad no van acordes con el reloj biológico humano, que cambia según la edad de las personas. Para él, las clases en los colegios y en los institutos deberían empezar a las 10 u 11 de la mañana y no a las 9, como es habitual: “A la edad de 10 años los niños se levantan y van a la escuela de 9 a 5 de la tarde», explicó Kelley a The Guardian. «Cuando una persona tiene unos 55 años tiene el mismo horario. Pero entre ambas edades hay una gran cantidad de diferencias biológicas y los jóvenes tendrían que empezar su día 3 horas más tarde, es completamente natural».
En esa amplia franja de edad se incluye a la gran masa de trabajadores y trabajadoras, que abarca desde la juventud a la mediana edad. ¿Qué pasa en ese momento? Pues que hasta que la persona no se acerque a su madurez, tampoco debería de estar sometida a la esclavitud del despertador. Trabajadores que se pasan media hora en la cama apagando la alarma y pensando “5 minutos más”, caras ojerosas delante de tazas de café y agotamiento al final de la semana. No es una perspectiva agradable para nadie y hace que la experiencia laboral, por mucho que a alguien le guste su profesión, sea peor y menos productiva. Una parte de la depresión post-vacacional viene dada por la perspectiva de los madrugones que se presentan de nuevo.
Para Kelley, una modificación de los horarios escolares podría incrementar las calificaciones en una media del 10%. El investigador fue director del Monkseaton Middle School, un centro de educación secundaria del Reino Unido, donde cambió la hora de entrada de las 9 de la mañana a las 10: las notas de los estudiantes mejoraron en un 19%. Según sus estudios, los horarios impuestos pueden causar daños emocionales y físicos: “No puedes aprender a levantarte a una hora determinada. El cuerpo está en sintonía con la luz solar y no eres consciente de ello, ya que informa al hipotálamo, no la vista”, sostiene Kelley en The Telegraph.
Según su investigación, la mayor parte de la población está perdiendo horas de sueño, lo cual es perjudicial para la salud. Para el neurocientífico de la universidad de Oxford Russell Foster, la falta de sueño podría ser tan dañina para el cerebro como el consumo de alcohol. “Deberíamos de empezar a prestar atención a este tema de la misma manera que se ha hecho con el consumo de tabaco y tomarnos en serio la falta de sueño”. Por su parte, Kelley también puso énfasis en los problemas derivados del desarreglo horario entre el ritmo biológico del cuerpo y los horarios, en especial en las personas más jóvenes: “Hacer caso omiso de los ritmos circadianos naturales podría provocar agotamiento, frustración, ansiedad, aumento de peso o hipertensión (…) y podría hacer que una persona sea más propensa a consumir sustancias estimulantes o alcohol”.
Kelley ve claro el problema y su solución: “Hay grandes problemas de la sociedad que están causados por los horarios del sueño. Pero las oportunidades son fantásticas. Tenemos la posibilidad de hacer algo que beneficiaría a millones de personas en la Tierra”. Y, sin embargo, las cosas no son tan fáciles en la sociedad actual, o al menos, no existe la intención. Por muchos estudios que se hayan publicado acerca de que la productividad no está directamente relacionada con las horas que se pasan en el puesto de trabajo, en España el cambio de horarios sigue siendo algo inusual. Si la jornada intensiva sigue siendo una rareza, el darle la vuelta al concepto y proponer entrar una hora o dos más tarde parecería una locura. Porque se sigue creyendo que “a quien madruga, dios le ayuda”. O no.