Dolores, estreñimiento o molestias en las relaciones: lo que el estrés puede acabar provocando en tu suelo pélvico

Los músculos del piso pélvico se contraen activamente en respuesta al estrés físico o mental pudiendo provocar, entre otras cuestiones, dolor en las relaciones sexuales

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Si algo nos han demostrado estos últimos años de pandemia es que nuestra sociedad vivía en un estrés constante. Un estrés que, cuando deja de ser una reacción puntual y pasa a ser una situación crónica, tiene múltiples consecuencias. Según la Asociación Americana de Psicología, el estrés crónico, si no se trata, puede ocasionar ansiedad, insomnio, dolor muscular y debilitamiento del sistema inmunitario. Incluso puede contribuir al desarrollo de dolencias graves como es el caso de enfermeda...

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Si algo nos han demostrado estos últimos años de pandemia es que nuestra sociedad vivía en un estrés constante. Un estrés que, cuando deja de ser una reacción puntual y pasa a ser una situación crónica, tiene múltiples consecuencias. Según la Asociación Americana de Psicología, el estrés crónico, si no se trata, puede ocasionar ansiedad, insomnio, dolor muscular y debilitamiento del sistema inmunitario. Incluso puede contribuir al desarrollo de dolencias graves como es el caso de enfermedades cardiacas, depresión y obesidad”. Aunque lo que muchas personas desconocen es que el estrés puede incluso afectar a nuestro suelo pélvico. Y es que, según diversas investigaciones, esto se debe a que los músculos del piso pélvico se contraen activamente en respuesta al estrés físico o mental.

Por qué el estrés emocional se traslada a la zona genital

“Es habitual que cuando nos sentimos tensas o nerviosas tendamos a apretar los músculos del glúteo. Aunque se trata de una respuesta normal, cuando se produce por estrés crónico, puede provocar todo tipo de trastornos del suelo pélvico”, explica Rachel Gelman, fisioterapeuta especializada en suelo pélvico y colaboradora de INTIMINA. De esta forma, pueden aparecer consecuencias diversas que van “desde dolor durante las relaciones sexuales, prolapso de órganos pélvicos o dolor lumbar hasta disfunción de la vejiga y estreñimiento”. Algo que quizás nunca hubiéramos relacionado.

Aporta más datos Caroline Correia, directora de Fisiofit Mujer. “Cuando estamos estresadas alteramos nuestro patrón postural y respiratorio, lo que lleva a una alteración en la musculatura del diafragma”. En concreto, esta suele quedarse más tensa, favoreciendo el aumento de la presión intraabdominal y el empuje de las vísceras abdominales hacía abajo. De esta forma, se obliga a la musculatura del suelo pélvico a contraerse para contrarrestar el aumento de presión y asegurar la continencia urinaria. Todo este proceso de contracción del suelo pélvico a lo largo del tiempo llevará a la formación de puntos gatillos que, básicamente son puntos de dolor. “La mayoría de las veces son la causa de dolores en las relaciones sexuales, problemas en la espalda, dolores que irradian hacia la pierna o molestias durante el periodo de la regla. Además de estos problemas, una contracción constante de la musculatura pélvica podrá llevar a una fatiga muscular favoreciendo la apareció de las temidas incontinencias urinarias”, explica la fisioterapeuta experta en suelo pélvico.

En el caso del dolor en las relaciones sexuales, además este puede convertirse en un círculo vicioso. Según un trabajo de la Universidad de Örebro (Suecia), solo entre las mujeres menores de 30 años, alrededor del 20% refiere dolor sexual recurrente. Este dolor, además, provoca miedo a las relaciones sexuales y, por tanto, la evitación de las mismas. De esta forma, según este trabajo, “las mujeres con dolor informaron niveles más altos de evitación del miedo y catastrofización del dolor, así como depresión y ansiedad”. Una situación que no hace sino mantener el estrés y la causa subyacente del dolor en sí.

Identificar la relación entre estrés y suelo pélvico

El primer paso es identificar que los síntomas pueden deberse a una situación de estrés y no a cualquier otro problema. Algo que no es sencillo de primeras. La clave está precisamente en descartar otras causas posibles. Como ejemplifica Correira “un caso muy similar es el del estreñimiento crónico. Hay muchas mujeres que llevan una correcta alimentación, ingesta adecuada de agua y practican ejercicio físico regularmente, pero aun así sufren de estreñimiento. La respuesta sería el nivel de estrés”.

En el caso del suelo pélvico, habría que descartar que el dolor se deba a una causa física. Por ejemplo, haber pasado un parto o haber sufrido algún tipo de lesión o infección en la zona, como recuerda Gelman. Si no encontramos otra causa aparente y sabemos que estamos pasando por una etapa larga de estrés, quizás debamos en primer lugar probar a trabajar el mismo. Cosas obvias como “salir al aire libre, realizar ejercicios suaves como el yoga y el baile, escribir, pasar tiempo con amigos, masturbarse o por supuesto, ir a terapia”, insiste la fisioterapeuta.

Por otra parte, también existen ejercicios concretos para aliviar el estrés a un nivel más físico. Caroline Correia recomienda respirar de manera consciente durante al menos minuto. “Algo tan sencillo, ayuda a estimular el sistema nervioso parasimpático, que es el responsable de bajar los niveles de estrés”. Cabe recordar que existe una relación entre la función respiratoria y postural con el suelo pélvico. Según algunos trabajos, las mejoras funcionales en los patrones respiratorios y de estabilidad pélvica podrían incidir de manera indirecta en los cambios producidos en el suelo pélvico, incluso en el caso de síntomas como la incontinencia urinaria. Además, también podrían ser útiles algunos estiramientos para favorecer la relación de la musculatura diafragmática. “Como por ejemplo estiramientos que favorezcan la apertura de cadera, estiramientos del psoas y del cuadrado lumbar”, aporta Correira.

Ejercicios para el suelo pélvico cuando nos desborda el estrés

Si bien trabajar el estrés, que es la causa subyacente, es clave, si ya sufrimos dolor en la zona del suelo pélvico también hay ciertos ejercicios que pueden ayudar a aliviarlos.

A este respecto, Rachel Gelman propone estas tres ideas:

  • Bebé feliz: «Túmbate de espaldas y sube suavemente las rodillas hacia el pecho, pero mantenlas apuntando hacia los lados. Coloca las manos detrás de los muslos o las rodillas. Aguanta y respira profundamente durante unos treinta o sesenta segundos. Si esto ejerce demasiada presión sobre las rodillas o las caderas, puedes apoyar los tobillos y los pies en una silla y dejar que las rodillas caigan suavemente hacia los lados mientras estás tumbada sobre la espalda».
  • Postura del niño: «Comienza a cuatro patas y ve situando lentamente las caderas sobre los pies. Puedes poner una almohada o algo similar entre los talones y la pelvis. Después, extiende los brazos o mantenlos doblados bajo la cabeza. Mantén esta postura de treinta a sesenta segundos, y respira suavemente».
  • Sentadilla profunda con apoyo: «Apóyate en una pared y deslízate lentamente hacia abajo hasta quedar en posición de cuclillas. La parte baja de la espalda debe permanecer contra la pared. Si te duele la cadera o la rodilla o tienes dificultades para ponerte de cuclillas, puedes utilizar una almohada o un taburete debajo de las caderas. Mantén la sentadilla de 30 a 60 segundos y respira profundamente».

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