Hijos, ¿cuándo es demasiado tarde?
La mayoría de las mujeres no es consciente de que sus óvulos envejecen. Una solución si pensamos ser madres tarde puede ser congelarlos.
Desde hace algún tiempo hemos dado por válido un pensamiento común: la mujer de hoy aparenta una década menos que la que figura en su carné de identidad. Esto, que puede ser cierto en nuestra vida social y laboral, en nuestro aspecto o en nuestras expectativas, se da de bruces con la realidad cuando hablamos de intentar una maternidad tardía. Es entonces cuando los óvulos, que no entienden de entrenadores personales, cosmética o lifting, sacan su partida de nacimiento y sobreviene la frustración. Pero hay una posibilidad, aún no muy conocida, de burlar a la biología y...
Desde hace algún tiempo hemos dado por válido un pensamiento común: la mujer de hoy aparenta una década menos que la que figura en su carné de identidad. Esto, que puede ser cierto en nuestra vida social y laboral, en nuestro aspecto o en nuestras expectativas, se da de bruces con la realidad cuando hablamos de intentar una maternidad tardía. Es entonces cuando los óvulos, que no entienden de entrenadores personales, cosmética o lifting, sacan su partida de nacimiento y sobreviene la frustración. Pero hay una posibilidad, aún no muy conocida, de burlar a la biología y ser madre más allá de los 40 o los 45 años: no podemos rejuvenecer nuestros óvulos, pero sí congelarlos y rescatarlos años después. Es lo que se conoce como «preservación social de la fertilidad». «El ovario no entiende de rejuvenecimientos, está pensado para tener hijos pronto, mejor a los 20 que a los 30, y por eso nuestras madres no tenían problemas para quedarse embarazadas», asegura el doctor Marcos Ferrando, director de IVI Bilbao. «El punto de inflexión son los 35-37 años: a los 35 aún se consiguen buenas tasas de embarazo, a los 37 comienzan los problemas y se agudizan a partir de los 40». Pero la realidad es, señala la doctora Marisa López-Teijón, jefa de Reproducción Asistida del Institut Marquès, que «la media de edad actual de una mujer que acude a un centro de referencia para intentar quedarse embarazada está en torno a los 38 años. Y, en un porcentaje elevado de ellas, su reserva ovárica –el número de óvulos de calidad con el que cuentan– ya no les permite llevar un embarazo a término; siguen ovulando y teniendo la regla, pero la mayoría de los folículos no se separan bien cromosómicamente y dan lugar a esterilidad o abortos».
No es agradable saberlo, pero a los 35 años las mujeres solo tenemos el 10% de los óvulos con los que nacimos. Y, cuantos menos van quedando, peor es la calidad. «Es como si naciéramos con una cesta de manzanas; a medida que pasan los años, te van quedando las peores», apunta la doctora López-Teijón. Hasta hace unos años, la única opción era la de ir a buscar otras manzanas, más frescas y sanas, a otros lugares. Es decir, recurrir a la donación de óvulos. Pero, desde 2007, hay otra posibilidad: es la vitrificación –congelación ultrarrápida– de óvulos, que permite extraerlos cuando todavía son jóvenes y mantenerlos congelados hasta el día en que la mujer decida ser madre.
Esta técnica surgió para dar una esperanza a las mujeres con cáncer a las que los tratamientos de quimio o radioterapia podrían dañar su fertilidad. Pero, al mismo tiempo, se vio que podían ser útiles para mujeres sanas que quisieran postergar su maternidad. El procedimiento –cuyo precio oscila entre 2.500 y 3.500 euros, según las clínicas, a lo que habría que sumar un coste anual de mantenimiento– es similar a los primeros pasos de una fecundación in vitro: durante unos 10 días, la mujer se inyecta por vía subcutánea unas hormonas para estimular la producción de óvulos; cuando estos han alcanzado un tamaño óptimo, la duermen con una sedación profunda y, en una intervención que dura unos 10 minutos, se extraen. Habitualmente, se sacan alrededor de 10 o 12 óvulos, de los que se congelan los que están maduros. A partir de ese momento, quedan a la espera de que se lleguen o no a utilizar.
De alguna manera, señala el doctor Pedro Barri, presidente de la Fundación Dexeus, «es como tener un seguro de fertilidad. La mujer puede, cuando lo desee, intentar tener hijos sin recurrir a estos óvulos, pero sabiendo que, si no lo logra, ahí tiene una opción». En este caso, se descongelarían, se fecundarían in vitro para obtener embriones y se implantarían en el útero de la madre.
La técnica está ahí, pero conseguir que las mujeres sean tan previsoras es todavía muy difícil. «Cuando se lo explicas a mujeres jóvenes, ni te escuchan», explica la doctora López-Teijón. «Y cuando se lo plantean, suele ser tarde: la mayoría de las que vienen tienen entre 40 y 42 años y te dicen que es ahora cuando están valorando la posibilidad de ser madres el día de mañana… Solo podemos vitrificar óvulos de un 5% de las mujeres que nos lo piden; el resto ya no vale». Por eso, señala el doctor Ferrando, «lo ideal es congelar los óvulos antes de los 35 años. Tal vez habría que hacer una labor educativa, porque muchas mujeres no saben que sus óvulos envejecen. Si supiesen cómo es su fisiología, algunas decidirían tener hijos antes y otras podrían optar por congelarlos».
Dentro de esta tarea de educación, otra cuestión importante es que «la sociedad tiene la falsa creencia de que podemos dejar pasar el tiempo, porque si hay problemas, la fecundación in vitro podrá resolverlos, y no es verdad», advierte el doctor Barri. «La FIV tiene un rendimiento muy pobre por encima de los 40 años, muy inferior al que se consigue cuando los óvulos proceden de una mujer joven, ya sean los suyos congelados o los de una donante».
Pero pongámonos en el caso opuesto: hemos sido lo suficientemente precavidas como para congelar nuestros óvulos. Están ahí, almacenados en nitrógeno líquido, a la espera de que nuestro reloj biológico haga tictac. Y la duda es: ¿hasta cuándo podemos esperar? ¿Hay límites, éticos, médicos o legales, para rescatarlos y fertilizarlos, o es posible decidir ser madre a los 60 años? En principio, problemas legales no existen, pues nuestra Ley de Reproducción Asistida no pone restricciones en cuanto a la edad de la mujer que se somete a un tratamiento de este tipo. Eso sí, pasados los 50, ningún centro español aceptará hacer una fecundación in vitro. Y surge la duda: si nadie dice nada de que un hombre sea padre-abuelo, ¿por qué no ocurre lo mismo con las mujeres? «Sencillamente, porque quien lleva el embarazo es ella», apunta la doctora López-Teijón. «No son límites éticos, sino médicos», corrobora el doctor Pedro Barri. «Sabemos que los riesgos de llevar adelante una gestación aumentan exponencialmente a partir de los 50 años: diabetes gestacional, placenta previa, preeclampsia… por no hablar del riesgo de prematuridad o de alteraciones cromosómicas en los fetos. Por ello hay un consenso médico de no recomendar embarazos más allá de esa edad».
Una última y espinosa cuestión: recientemente, se ha anunciado que en Londres se iba a abrir un centro en el que las mujeres podrían congelar parte de su ovario. La idea sería que, el día de mañana, se les podría reimplantar y, con ello, volverían a ovular como si fueran jóvenes y, en consecuencia, quedarse embarazadas sin necesidad de un FIV. Este planteamiento, según los expertos consultados, es una aberración. «Esta técnica, que es aún experimental, solo se usa en niñas o en mujeres con cáncer que van a iniciar su tratamiento en cuestión de días y no tienen tiempo para hacerse una estimulación ovárica», advierte el doctor Ferrando. Por su parte, la doctora López-Teijón apostilla: «Con esta técnica reduces muchísimo la reserva ovárica en una mujer que quiere mantener su fertilidad. Solo debe usarse en pacientes oncológicas; en otro caso, yo hablaría de negligencia médica».