El misterio del ASMR: por qué los sonidos susurrantes son un refugio perfecto para estos tiempos
Proliferan los paseos sonoros para rememorar los sonidos de ciudades ahora vaciadas. Retomar el sonido de nuestras vidas pasadas confluye con la explosión en el mundo del wellness de los planes con respuesta sensorial meridiana autónoma (ASMR por sus siglas en inglés).
Valeria Luiselli (Desierto Sonoro, 2019)
Lo llaman ‘el gran vacío‘. Es la etiqueta para simbolizar y aglutinar el trabajo de una docena de fotógrafos a los que The New York Times ha encargado capturar rincones de todo el planeta. Espacios que ahora se presentan desérticos pero que antes del Covid-19 y el confinamiento global eran postales del bullicio y alboroto, de la humanidad tal y como la conocíamos. Desde Times Square a la...
«Medíamos y registrábamos longitudes de onda por toda la ciudad, como si buscáramos documentar los jadeos de una bestia gigante»
Valeria Luiselli (Desierto Sonoro, 2019)
Lo llaman ‘el gran vacío‘. Es la etiqueta para simbolizar y aglutinar el trabajo de una docena de fotógrafos a los que The New York Times ha encargado capturar rincones de todo el planeta. Espacios que ahora se presentan desérticos pero que antes del Covid-19 y el confinamiento global eran postales del bullicio y alboroto, de la humanidad tal y como la conocíamos. Desde Times Square a las Ramblas, pasando por la plaza de la Concordia parisina, el resultado es un sobrecogedor álbum en el que conviven playas, terrazas de cafés o recintos feriales completamente desangelados por la alarma sanitaria. Antiguas ágoras convertidas en bellas e inquietantes postales de ese gran vacío al que nos hemos visto sometidos.
«Las imágenes parecen embrujadas e inquietantes, como si fueran fotogramas de películas sobre plagas y el apocalipsis, pero de alguna forma son esperanzadoras. También nos recuerdan la belleza que requiere la interacción humana», dice sobre el conjunto de imágenes el crítico de arquitectura de la publicación, Michael Kimmelman.
Las fotografías sobre este gran vacío se han multiplicado desde múltiples frentes y puntos del planeta. Los usuarios de las redes sociales las comparten hipnotizados por la nueva realidad que atañe a los distintos exteriores de su ciudad o rincones conocidos, espacios que se muestran sin cuerpos habitándolos y que plantean un choque visual y un reto a cómo habíamos entendido la vida al fin y al cabo.
Paseos sonoros para sentirnos menos encerrados
Para contrarrestar el impacto y la ansiedad que puedan producir estos álbumes de la nueva era, otro fenómeno toma fuerza en la red como refugio frente a la incertidumbre: el de rescatar paseos sonoros o soundwalks. Excursiones sonoras grabadas en el pasado, archivos que nos permiten escuchar y prestar atención al ambiente que nos rodeaba antes del confinamiento. Arqueología sonora de lo que fuimos.
El fenómeno de la ecología acústica, que nació entre los años 60 y 70 de la mano de artistas sonoros y compositores como Raymond Murray Schafer, pretendía analizar la relación de los seres humanos con su medio ambiente mediante archivos sonoros. En su vertiente más artística y con aderezos electrónicos nació el deep listening (escucha profunda) que la compositora Pauline Oliveros popularizó en los 70. Oliveros enseñaba música experimental en la Universidad de San Diego y empezó a desarrollar con sus alumnos performances improvisadas entre unos y otros para crear un ambiente sonoro propio que ofreciese algo de paz frente a la tensión y ansiedad acumulada por la Guerra de Vietnam. La artista definió su disciplina como la práctica «una escucha en de todas las formas posibles a todas las cosas posibles para escuchar sin importar lo que estés haciendo». Un deep listening que incluía «los sonidos de la vida cotidiana, de la naturaleza, de los propios pensamientos, así como los sonidos musicales».
Medio siglo después de sus experimentos con la escucha atenta, los ciudadanos recuperan esos sonidos para aliviarse frente a un panorama impredecible y frente a la imposibilidad de salir de casa con libertad. Así lo ha hecho la artista digital Blanca Rego, coruñesa residente en Barcelona, conocida como _blank en la red, que decidió recuperar el pasado 20 de marzo varios de sus antiguos soundwalks por la capital catalana como parapeto sensorial ante la reclusión. En sus archivos hay recorridos desde Gràcia al Gòtic, por el Garraf, por la montaña de Montjuic o caminatas bajo la lluvia. Paseos en los que se cazan conversaciones al vuelo, el tráfico del ayer, el bullicio de una urbe. «Durante estos últimos días he pensado más en ellos, por la imposibilidad de salir de casa. Los volví a compartir porque es una disciplina artística poco conocida que creo que puede ayudarnos a sentirnos menos encerrados», explica la artista.
«Aunque hay menos gente en la calle, no creo que la ciudad esté sumida en el silencio y la paralización. Ahora mismo, mientras estoy contestando a estas preguntas, escucho unas obras, coches lejanos y alguna persona de vez en cuando. Incluso aunque la ciudad estuviese totalmente desierta, escucharíamos desde las tuberías de casa al viento o pájaros. El silencio no existe. Para mí, la cuestión es que lo que no escuchamos es nuestro propio movimiento. Escuchar un paseo te hace sentir un poquito de paseo, aunque sea mentira, y eso a mí me ayuda a sentirme menos encerrada», apunta esta artista sobre el escenario sonoro en el que ahora nos encontramos. También lamenta que el arte sonoro sea una de las disciplinas artísticas «más ignoradas», descarta que este tipo de grabaciones se estandaricen a partir de ahora. «Esto ya pasó en otros momentos, como durante el 15-M y ojalá a raíz de esto haya alguna persona que se aficione a escuchar o a hacer grabaciones de paseos, pero no creo que vaya a ser nunca algo extendido. Somos animales visuales, es poco probable que grabar sonido vaya a convertirse en algo que haga todo el mundo, como hacer fotos», apunta.
«Habíamos decidido dedicar nuestras vidas, juntos pero solos, a grabar los sonidos de desconocidos. Al registrar sus voces, sus risas, su respiración, sin importar cuán efímero fuera nuestro encuentro con ellos, o quizás precisamente porque eran encuentros efímeros, se abría ante nosotros la posibilidad de una intimidad única: una vida entera, vivida en paralelo, en un instante, con un desconocido»
Valeria Luiselli (Desierto Sonoro, 2019)
Bienvenidos al SPA ASMR
Los soundwalks poco tienen que ver con el ASMR (respuesta sensorial meridiana autónoma, por sus siglas en inglés), el fenómeno que se caracteriza por una placentera sensación de relajación que puede estar acompañada por un hormigueo desde la cabeza hasta el final de la espina dorsal. Pero lo que empezó siendo como un fenómeno de ruiditos en YouTube –el canal Gentle Whispering, uno de los más populares, ha crecido hasta acumular casi dos millones de suscriptores– ha mutado hacia un lucrativo imperio del wellness.
La agencia creativa de análisis de datos Wunderman Thompson lo explicó hace unas semanas en uno de sus informes: el ASMR ha evolucionado de la esfera online a tratamientos de bienestar en la vida real y ya es un recurso normalizado en el universo de las tendencias. En 2019 Coach publicó una serie de vídeos con los sonidos de los artesanos confeccionando sus prendas. Gucci también pidió a una serie de artistas que interpretasen una de sus zapatillas a través del prisma ASMR. La revista W suele pedir a las estrellas de Hollywood que entrevista una serie de clips con micrófonos de aumento para después viralizar en las redes sociales (también lo hicieron con Rosalía). Hasta la compañía Virgin Atlantic lo ha incluido en clips de audio para sus pasajeros en horas de vuelo.
El informe de Wunderman Thompson recoge un estudio de la Universidad de Sheffield y de la Manchester, donde se desprendió que las personas que experimentaban ASMR manifestaron «reducciones significativamente mayores en sus frecuencias cardíacas cuando miran videos de ASMR, en comparación con aquellos que no experimentaron AMSR», así como «aumentos significativos en las emociones positivas, incluida la relajación y los sentimientos de conexión social».
Frente a este panorama, en EEUU ya existen compañías como Whisper Lodge –que organiza shows en directo para quienes los requieran en distintos puntos de EEUU– o Luxury Escapism, una empresa de Brooklyn (Nueva York) que ofrece tratamientos multisensoriales como la «sauna sónica», donde se ofrece «ASMR orgánico inspirado en los sonidos de un baño» que evoca, además, a los elementos del fuego, agua, tierra y aire sumados al del espacio. «Los visitantes de nuestra sauna aseguran que entran en un profundo estado de sueño guiado por momentos de tensión y liberación de audio», informan desde la compañía, en cuyas instalaciones se predisponen varias habitaciones para completar una experiencia sensorial en la que se incluye el uso de realidad virtual y la simulación táctil. En tiempos inciertos, cuando los sonidos que nos rodeaban mutaron a un nuevo escenario, un spa de ASMR, un espacio marcado por una escucha atenta, pacífica y pausada, se plantea y explota como alternativa y refugio útil frente a un inesperado presente.