El deporte también nos hace más listos
Varios estudios llegan a la misma conclusión: practicarlo mejora la memoria a la vez que lucha contra el estrés.
Más delgados, más sanos y… más listos. Un poco de ejercicio a un nivel moderado activa la mente. Así dicho suena pretencioso pero, a tenor de los muchos estudios clínicos realizados, ponerse en modo olímpico es más útil que darse un atracón de rabitos de pasa. No es broma: la actividad física obra maravillas en el cerebro. Reduce los estados depresivos, la ira, el estrés y aumenta la autoconfianza. Además, ese rato de desconexión obligada permite que la mente se resetee y tome perspectiva antes de agobiarse por los problemas cotidianos. De hecho los entrenadores suelen repetir...
Más delgados, más sanos y… más listos. Un poco de ejercicio a un nivel moderado activa la mente. Así dicho suena pretencioso pero, a tenor de los muchos estudios clínicos realizados, ponerse en modo olímpico es más útil que darse un atracón de rabitos de pasa. No es broma: la actividad física obra maravillas en el cerebro. Reduce los estados depresivos, la ira, el estrés y aumenta la autoconfianza. Además, ese rato de desconexión obligada permite que la mente se resetee y tome perspectiva antes de agobiarse por los problemas cotidianos. De hecho los entrenadores suelen repetir como un mantra aquello de que “el deporte es el mejor antidepresivo conocido. Y el más barato”. Por si fuera poco, quien hace deporte tiene más facilidad para adquirir nuevos conocimientos y muestra mayores habilidades deductivas y de memoria. El neurólogo Scott A. Small , de la Universidad de Columbia, señala que un poco de ejercicio aumenta el riego sanguíneo en el cerebro. Los vasos capilares se ensanchan hasta un 30% en el área de la memoria con lo que, al final, los deportistas analizados agilizan su capacidad de aprender nuevas palabras en un 20%. El mensaje es claro: si estás en buena forma física, tu cerebro también está ágil.
Más aún: la memoria se espabila durante el ejercicio. En 2012 la doctora Maren Schmidt-Kassow puso a pedalear en bicicletas estáticas a 105 mujeres alemanas. Mientras lo hacían debían memorizar vocablos en polaco que iban escuchando a través de unos auriculares. El resultado fue que las que le habían dado a la bicicleta recordaban más palabras que quienes habían participado en el mismo ejercicio pero sentadas en el sillón. Una conclusión demoledora de las que bien podrían tomar nota las autoridades académicas: según esto, los estudiantes que suban a una bicicleta tendían más facilidad para memorizar pesos atómicos, fechas de guerras o los temidos phrasal verbs. Y, de paso, contrarrestaría la obesidad entre adolescentes.
No solo se trata de memoria. El deporte tiene efectos muy positivos en la vida laboral. En 2004 un grupo de investigadores de la Universidad Leeds Metropolitan de Londres llegó a la conclusión de que los oficinistas que aprovechan la hora del almuerzo para ir al gimnasio regresan más ágiles, cumplen mejor con los plazos, experimentan menos fatiga mental y tienen relaciones más fluidas con sus compañeros de trabajo. No hace falta machacarse para sudar la gota gorda en el gimnasio. Algunos de los que participaron en el estudio hacían yoga. Pero esa hora de desconexión mental y de estiramiento corporal (que aumenta el oxígeno que les llega a los órganos) venía de perlas para encarar la segunda parte de la jornada laboral.
Si quienes realizan algún tipo de actividad física retornan al tajo con dosis de optimismo recargadas, no va ser por amor al jefe. Es lógico pensar que algo de terapéutico hay en lo de sudar por un buen fin. Y lo hay: se regeneran las neuronas y eso mejora nuestro estado mental. Tras analizar a un grupo de corredores voluntarios, el doctor Kwok Fai So, de la Universidad de Hong Kong concluyó que “el running tiene efectos beneficiosos sobre la neurogénesis (la creación de nuevas neuronas). Esto podría contrarrestar desórdenes mentales asociados al estrés y la depresión”, afirma el científico. No es nuevo encontrar un estudio que señale el deporte, y más en concreto, el running, como un potente antidepresivo y euforizante natural. Cualquiera que se haya pegado una buena carrera seguro que ha experimentado ese ‘subidón del corredor’ nada más terminar debido a las endorfinas. Es lo que explica el buen rollo habitual al término de una competición popular donde los corredores compadrean animadamente con otros sudorosos compañeros de asfalto con los que solo tienen en común estar haciendo la misma cola para entregar el chip. Añádase que el hecho de ejercitarse y superar metas eleva la autoconfianza para tener un excelente antídoto contra los estados de decaimiento emocional. Sin los efectos indeseados de la medicación. Y con beneficios adicionales: uno se ve mejor, se siente más activo, más capaz… Hasta mejoran las relaciones sexuales.
El deporte también es mano de santo contra la ansiedad. De hecho, este mal tan propio de sociedades industrializadas se reduce en un 14% entre quienes practican alguna actividad física con carácter regular. ¿Más motivos para terminar de leer y ponerte a hacer algo de actividad física? Piensa que tu anatomía está diseñada para estar en la caverna, pelear contra mamuts y pintarrajear las paredes de la gruta sin posibilidad de Photoshop. Lo de la vida sedentaria es un invento actual. Y lo estamos pagando muy caro.