Aspiración, negocio y machismo: ¿está dañando Instagram tu relación de pareja?

Muchos influencers usan esta red social para sacar rédito a su relato amoroso. Cuentas a dúo, hashtags compartidos o perfiles construidos exclusivamente en torno a ser ‘pareja de’ con los que idealizan (a veces de forma tóxica) su relación.

Influencers que relatan su vida en pareja o que consiguen trabajo gracias a esa relación proliferan en Instagram.@pablocastellano86/@tripp/@mariefeandjakesnow

“Desde que nos anuncian la pedida hasta que vemos la boda pasa casi un año y medio. Las imágenes de estos momentos (fiestas, despedidas…) sirven a los influencers para generar contenido durante un periodo muy amplio”. Habla Luis Díaz, de la agencia especializada en influencer marketing Human 2 Human. La vida y los eventos de pareja son un nicho importante en Instagram que encaja con el modelo aspiracional que vende la red social. ...

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“Desde que nos anuncian la pedida hasta que vemos la boda pasa casi un año y medio. Las imágenes de estos momentos (fiestas, despedidas…) sirven a los influencers para generar contenido durante un periodo muy amplio”. Habla Luis Díaz, de la agencia especializada en influencer marketing Human 2 Human. La vida y los eventos de pareja son un nicho importante en Instagram que encaja con el modelo aspiracional que vende la red social. Etiquetas para presumir de relación, como #couplegoals o #relationshipgoals, alcanzan hasta 15 y 13 millones de resultados, y otras, como #wedding, hacen de los enlaces uno de los eventos predilectos de los usuarios con más de 153 millones de publicaciones compartidas que celebran el amor.

Influencers que meten a sus parejas en el negocio, como ha pasado en España con Dulceida y Alba Paul o con María Pombo y Pablo Castellano. Parejas que encuentran un modelo de perfil conjunto que rentabilizar, como las que viajan juntas por el mundo o que visten coordinadas. O aquellos que ya contaban con una comunidad de seguidores potente y empiezan a salir con otro semejante sumando fuerzas y ‘me gusta’. La tendencia responde, según explica Luis Díaz a S Moda, “al hábito de consumo de redes que tenemos los españoles en busca de entretenimiento, con una media diaria de uso de Instagram de una hora y 39 minutos. Nos involucramos en la vida de estas personas, disfrutamos sus alegrías y sufrimos sus penas. Lo que en otra época pasó con series como Sensación de Vivir, siguiendo las tramas de los protagonistas, sus parejas y lo que sucedía en ese entorno y grupo de amigos, hoy se sustituye por estos grupos de personas y parejas que comparten su día a día en las redes”.

Escenas idílicas en las que, a pesar de que el artificio salte a la vista o que supongan una conducta peligrosa -véase la moda de hacerse una foto dándose un beso fuera del vagón con el tren en marcha-, se interiorizan a menudo como verdaderas. “Esa vida en el que da la sensación de que los problemas no existen, de que las parejas están en una constante luna de miel. En Instagram solo vemos la cara bonita de la relación, la gente selecciona la información que comparte, nadie quiere ver cosas tristes”; explica a S Moda Lara García Ferreiro, psicóloga especializada en parejas del centro El Prado.

“Ver esas escenas nos lleva a diferentes estados. Admiración e idealización, con la aspiración de llegar a ser como esa pareja. Comparación, bien a nivel conjunto, individual o de la otra persona. Sientes que tu relación no es como esa que ves, que estás por debajo de ese o esa influencer -o amigo/conocido- y por eso no te va tan bien en el amor, surgen críticas hacia tu pareja, sobre la que proyectas exigencias por no cumplir esos detalles espectaculares que aparecen en las imágenes (ves cómo les regala flores, las cenas fantásticas, los viajes… y proyectas sobre él o ella esas exigencias)”. Sentimientos como ira, frustración, tristeza, ansiedad, envidia, (“muy movilizadora para los haters«), o incluso alegría (“si se tiene buena autoestima”) son habituales como respuesta al consumo de estos relatos, apunta la psicóloga.

“La publicidad intrusiva y en lo que se está convirtiendo esto de los influencers es una burbuja que va a explotar, la identificación con ese tipo de imágenes va a desaparecer”, explicaba a S Moda Laura Baena, publicista y creadora de Malasmadres, en un artículo sobre el negocio de la maternidad en Instagram. Igual ocurre con las parejas. A pesar de que la red social y la colaboración de sus estrellas con marcas se cuestionan más: usuarios saturados, patrocinadores que empiezan a observar que la repercusión de sus inversiones no es tal y hasta influencers como Arii, que tras lanzar su propia línea de camisetas y promocionarla en su perfil, con más de dos millones de seguidores, lanzaba un mensaje a la desesperada para conseguir vender las prendas (había vendido 36). El negocio, de momento, funciona. Bodas y viajes en pareja patrocinados siguen apareciendo en los timeline y engrosando los bolsillos con cantidades que, en casos como el de la pareja Jack Morris y Lauren Bullen (Do You Travel), rondan los 8.000 euros por post.

El fenómeno de parejas en Instagram, además, adquiere nuevas vertientes para lucrarse. Desde The New York Times, Amanda Hess señalaba el caso de los “wife guys (maridos). “No es solo un marido. El wife guy se casó con una mujer, y ahora esa es su personalidad, quizás incluso su trabajo”, explica. Hess pone el ejemplo de Robbie Tripp, casado con la influencer curvy Sarah Tripp (@sussieredlipstick). Un perfil que cuenta con más de 133 mil seguidores, una marca personal, y hasta una canción, Chubby Sexy (gordita sexy), basados únicamente en el mensaje condescendiente del tipo que quiere a su mujer ‘tal y como es’ y posa con ella ‘sin importar su celulitis’. “Es digno de sospecha porque parece estar usando su devoción a su esposa para beneficio personal. Tripp se ha hecho una marca con el cuerpo de su esposa, no con el suyo. Lo ha aprovechado en los acuerdos de marca de Instagram para cremas de afeitado naturales y zapatillas de deporte de temática Dunkin (donuts); en su vídeo musical rapea mientras su esposa baila, en silencio, en bañador. Ha tomado una tradición más bien machista (la de los hombres que ganan estatus social a través de la apariencia física de sus esposas) y la ha presentado como algo nuevo”, escribe.

¿Cómo enfrentarnos a estos referentes, difíciles de sortear cuando deslizamos el dedo por la pantalla? “Hay que recordarse que bajo eso hay seres humanos con sus propios problemas, frustraciones, malos ratos… Si vas a comparar tu vida en función de lo que se muestra en redes sociales tienes que saber que vas a estar en desventaja porque no es un terreno limpio”, apunta Lara García Ferreiro. La psicóloga cuenta una experiencia vivida en consulta con una paciente influencer que atravesaba una ruptura con su novio tras una infidelidad de él a ella: “Lo que ella me verbalizaba es que sentía que su vida era mentira porque las imágenes en sus redes eran de viajes, muy idílicas, y que tenía mucho miedo precisamente de romper esa relación de pareja por el qué pasaría con los contratos publicitarios en común, con todo. Al final, estas parejas son también una empresa”.

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