6 razones por las que la rutina tampoco está tan mal

Es hora de que empecemos a ver las tareas del día a día como aliadas que nos dan seguridad o nos ayudan a conseguir nuestros objetivos, y no como inflexibles y estrictas institutrices.

Corbis

El fin de las vacaciones, con su inevitable vuelta al trabajo y a la rutina, supone para muchos un pequeño seísmo anímico que necesita de un reajuste que puede durar varias semanas. Añoramos esa larga secuencia de días no laborables exentos de programación, rutinas y deberes; donde la espontaneidad, lo súbito, la sorpresa, la creatividad y el placer son nuestros invitados, mientras ejercemos de anfitriones generosos y bien dispuestos. Por eso el panorama que nos espera con la reincorporación a la vida laboral, perfectamente predecible, es, para muchos, dantesco.

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El fin de las vacaciones, con su inevitable vuelta al trabajo y a la rutina, supone para muchos un pequeño seísmo anímico que necesita de un reajuste que puede durar varias semanas. Añoramos esa larga secuencia de días no laborables exentos de programación, rutinas y deberes; donde la espontaneidad, lo súbito, la sorpresa, la creatividad y el placer son nuestros invitados, mientras ejercemos de anfitriones generosos y bien dispuestos. Por eso el panorama que nos espera con la reincorporación a la vida laboral, perfectamente predecible, es, para muchos, dantesco.

Sin embargo, la rutina tiene también sus aspectos positivos y beneficiosos, siempre y cuando no la confundamos con el aburrimiento. Según el psiquiatra José Antonio López Rodríguez, vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada, “la rutina se refiere a una serie de actos repetitivos relacionados con nuestro día a día o con nuestro trabajo; mientras que el aburrimiento es la no conducta. Lo que es muy importante, y yo siempre recalco, es que hay que buscar un trabajo acorde a nuestra personalidad para que la rutina que conlleva toda actividad prolongada no derive en aburrimiento o hastío. Y eso es tan importante para el trabajador como para la empresa, porque de ello depende que tenga empleados motivados y productivos o quemados. En psiquiatría siempre hablamos de dos personalidades entorno a este aspecto: los amantes de la rutina y los buscadores de sensaciones. Mientras los primeros se sienten a gusto con actividades y situaciones conocidas, los segundos, más creativos, buscan constantemente nuevas experiencias. Ser cajero en un supermercado no seria adecuado para un individuo de este último grupo, como tampoco lo sería un trabajo que requiera viajar o interactuar con equipos diferentes, para una persona del primero”.

Como recuerda José Antonio López, “la rutina no es algo necesario desde el punto de vista etológico, pero si lo es desde el punto de vista social”. Excepto si somos anacoretas o nos dedicamos a la vida contemplativa, la repetición de acciones no solo es algo indispensable, sino beneficioso para vivir en sociedad y conseguir nuestros objetivos, por lo que deberíamos empezar a dejar de visualizar a la rutina como la señorita Rottenmeier, para–siguiendo con el símil de las institutrices- pasar a verla más bien como Mary Poppins, que conjugaba orden y desorden en una magistral ecuación.

1. La rutina puede ayudarte a conseguir objetivos

Es fácil empezar y acabar algo, pero seguir en la brecha sin la ilusión del comienzo, ni la perspectiva de haber llegado, por fin, al final, es más duro. Esta es la razón por la que mucha gente se embarca en proyectos pero solo unos pocos, los más disciplinados, los terminan. Dos buenos ejemplos de las dificultades del páramo que supone la etapa intermedia pueden ser aprender idiomas o corre una maratón. Cuando empezamos a estudiar otra lengua es muy fácil mantener el interés al principio, porque tenemos la sensación de que cada día aprendemos algo –la diferencia del cero al uno, dos o tres es muy notable-, pero cuando se adquiere un determinado nivel nos acosa la sensación de estar estancados y no avanzar –la diferencia de 30 a 32 es menos espectacular-. La rutina y la disciplina nos hacen continuar a pesar de ese falso espejismo que se nos presenta en el desierto de este largo proceso de dominar otro idioma.

La practica diaria de correr es, también, lo que nos permite acabar una carrera o una maratón y no pinchar en el medio. Según el psiquiatra López Rodríguez, “todo el mundo necesita una cierta rutina, incluso en las profesiones más creativas como, por ejemplo, escritor. Muchas veces estos individuos, los que pertenecen al grupo de buscadores de sensaciones, son incapaces de crearse sus propias rutinas, pero si quieren conseguir sus objetivos, alguien debe hacerlo por ellos”.

2. Nos da seguridad

En un mundo vertiginoso, desordenado y saturado de información, la rutina puede ser esa secretaria que nos organiza el escritorio, prioriza tareas y fija objetivos diarios, que hacen que la inmensa montaña del trabajo por hacer se fraccione en cómodos y asequibles plazos. Porque no hay nada más placentero que ir tachando cosas de la lista de los quehaceres diarios. Según López Rodríguez, “la seguridad que proporcionan los hábitos diarios repetitivos, es muy patente en personas obsesivas, que se refugian en este universo milimétricamente ordenado y estructurado, para las que salir de él es lo que les proporciona angustia. Sin llegar a estos extremos, unas ciertas constantes en la vida son necesarias y nos proporcionan un cierto sentimiento de seguridad aunque, el tanto por cierto ideal dependerá de la personalidad de cada uno”.

3. Evita que caigamos en el perfeccionismo

No buscamos la excelencia en las acciones continuadas y repetitivas, sino simplemente ejecutarlas con una cierta precisión, aunque si que buscamos destacar en proyectos o trabajos especiales, que nos exigen más calidad y que también nos traen más quebraderos de cabeza, tensiones, nervios e inseguridades. Pero ser perfectos en todo es imposible. La rutina, la elaboración de tareas o trabajos repetitivos, nos permite poner de vez en cuando el piloto automático o, al menos, sentirnos más relajados frente a una situación que nos es ya familiar y cotidiana. Si hoy nos sale un poco peor que ayer, no pasa nada, mañana tendremos otra oportunidad y pasado otra y al día siguiente una más. Y además, la secuencia hará que cada vez la ejecutemos mejor pero sin obsesionarnos ni caer en la utopía de pensar que podemos hacer algo 100% bueno. Afortunadamente, siempre quedará algo fuera de nuestro control que lo hará, sino impecable, si humano.

4. No es contraria a la creatividad

Tener que hacer siempre un determinado tipo de cosas, no implica que debamos hacerlas de forma idéntica porque, para empezar, eso es imposible y, ni siquiera el acto más rutinario que podamos imaginar como, por ejemplo, lavarnos los dientes, lo realizamos exactamente como el día anterior. “Una de las estrategias para que las rutinas sean menos pesadas y tediosas es introducir pequeñas variaciones en ellas que las distingan de la de ayer o mañana”, apunta nuestro psiquiatra, “por ejemplo, si uno tiene que tomar un tren o el metro cada mañana, puede hacer cosas diferentes durante el trayecto. Puede leer, hablar con el del asiento de al lado, escuchar música, escribir una carta, hacer un sudoku o, simplemente, fijarse en el paisaje. O si uno se dedica a escribir cada mañana, de vez en cuando puede irse a un café con wifi y hacerlo allí para variar de escenario”. Una buena forma de visualizar lo que debería ser la rutina es compararla con la música. Si nos fijamos en una canción vemos que tiene un ritmo de fondo, que es el que le da el carácter y nos permite clasificar la pieza en un estilo musical determinado. Pero dentro de ese ritmo continuado y repetitivo existen variaciones, subidas y bajadas, diferentes sonidos de instrumentos. Ambas cosas se complementan y se ayudan para conseguir un buen resultado. Y no olvidemos que las canciones sin ritmo ni armonía, es decir sin rutina, no suelen encabezar casi nunca el hit parade.

5. Es buena para la salud

La salud, la alimentación o el ejercicio físico son campos en los que se habla a menudo de buenos hábitos, rutinas saludables y beneficiosas que, repetidas día tras día, consiguen resultados sorprendentes. Es bueno para nuestro estómago y digestión que comamos, más o menos, a la misma hora cada día, como lo es para nuestro cuerpo que hagamos ejercicio físico determinados días a la semana. El yoga es una disciplina en la que las rutinas o dinacharya juegan un papel importante. Según Munindra, profesor de tantra yoga y autor del videoblog Yogi Update, “el yoga tiene una serie de rutinas o practicas que se hacen cada día a una determinada hora. Las más importantes son las que se ejecutan cada mañana, como el saludo al sol, limpiarse las mucosas nasales con la lota o la meditación. Y se hacen a primera hora, porque son las que luego marcarán la pauta del día y porque actúan como anclajes del yo en el cuerpo y crean una especie de coraza protectora, pero no son iguales para todo el mundo. Hay que elegirlas dependiendo de la constitución de cada uno”. Para Munindra el secreto para que una rutina no acabe resultando tediosa o para experimentar una vida diferente cada día, aún cuando hagamos cosas muy parecidas, reside en “poner atención a lo que se está haciendo. A llevar la conciencia a cada pequeño acto. Si tu atención está afuera el evento es siempre el mismo; si está hacia dentro cada pequeña cosa se convierte en algo nuevo”.

6. Siempre puede romperse…

Lo bueno de la rutina es que está hecha de un material que aunque la rompamos, vuelve a arreglarse instantáneamente, sin dejar cicatrices. De hecho, ha sido diseñada para este fin. Podemos abandonarla durante el periodo vacacional o el fin de semana y, al mismo tiempo, estar seguros de que pasado agosto o el lunes nos estará esperando con los brazos abiertos y sin reproches. El problema es que la sociedad actual nos exige cada vez más y deja menos espacios vacíos, horas sin rellenar para, simplemente, no hacer nada o dedicarlas a las cosas placenteras y no repetitivas. Según López Rodríguez, “la sociedad capitalista con su ecuación trabajo-consumo-trabajo deja cada vez menos oportunidades para escaparse de la rutina y la gente se siente como un hámster corriendo dentro de una rueda giratoria. La frase que más oigo en mi consulta es “no tengo tiempo”. Esta tensión continuada y sin fin es la causa de muchas de las patologías que están en aumento: estrés, ansiedad, depresión. Cuando abrí mi consulta en 1975, en Madrid, la proporción de personas con trastornos psíquicos era del 10%, ese porcentaje se ha incrementado hoy hasta el 30%. Es importante parar, tener espacios sin actividad ni rutina, donde hacer lo que realmente nos gusta, donde improvisar, sino es muy probable que pasemos a formar parte de ese colectivo, que son mis clientes”.

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